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Héroes del Silencio: ¿el mejor grupo de la historia de la música española?

Con un estilo único, la banda aragonesa traspasó fronteras y cuenta con miles de fans y detractores

Enrique Bunbury, en escena con Héroes del Silencio
Enrique Bunbury, en escena con Héroes del Silenciolarazon

Es casi seguro que no hay ningún otro caso similar en la historia de la música española. Una división tan fuerte entre fans y detractores de un artista o banda. Pasó con Héroes del Silencio, y su estilo tan particular de componer, tocar, cantar (por parte de Enrique Bunbury), escribir las letras, sonido, producción, actitud, declaraciones etc. La gran mayoría de los que los conocen o los aman o les odian, poco término medio hay. E incluso pasa lo mismo con la carrera en solitario de su líder.

La “corona” de ostentar la categoría de ser considerado el mejor grupo de la música española ha tenido diversos candidatos, como el Dúo Dinámico, Los Brincos, Los Bravos, Mocedades, Radio Futura, Barón Rojo, El Último de la Fila y quienes nos ocupan, entre otros. Pero ninguno de ellos ha despertado tantos odios y pasiones como el grupo de Zaragoza.

Héroes del Silencio acabarían, sin saberlo en su momento, convertidos en una leyenda musical que además abriría fronteras gracias a su gran éxito en Alemania y Latinoamérica, pocas veces visto antes para un grupo de su estilo. Un buen momento de mirar al pasado cuando hace tan solo unos meses, el 31 de octubre de 2018, se cumplía curiosamente el 30 aniversario de esa ópera prima de los zaragozanos ‘El mar no cesa’, primero de cuatro discos de estudio con el que se daría el pistoletazo de salida a una formación nacional de índole internacional, todo ello cantando en castellano y en unos 80′s marcados por el hard rock anglosajón.

Como toda banda histórica nacida en la época contarían con miles de fans y detractores, apoyados en la figura de Enrique Ortiz al frente, más conocido como Enrique Bunbury, quien se convertiría después en una de las más grandes voces del rock español, y referencia habitual de la música epañola actual. Aparte del vocalista, el grupo estaba formado por el guitarrista Juan Valdivia, el bajista Joaquín Cardiel y el batería Pedro Andreu.

Sus primeras obras, el EP “Héroes del Silencio”, y el LP “El mar no cesa”, fueron una sorpresa. No arrasaron en las listas, ni nada podía anticipar lo que ocurrió años después con los tres discos siguientes. Pero dos cosas quedaron claras. Una, que su sonido se apartaba de lo que dominaba en esa época en España.

Un tema tan bueno como su primer éxito “Héroe de leyenda” -originalmente llamado “Héroe del silencio, de ah´el nombre del grupo- no tenía nada que ver con los artistas de la Movida Madrileña, grupos masivos como El Último de la Fila, Mecano o Gabinete Caligari (entre muchos otros), ni con el heavy metal de Barón Rojo u Obús, y ni mucho menos con el rock urbano de Barricada o el rock radical vasco de La Polla Records y Kortatu.

La segunda cosa clara que quedó clara es la fuerte personlidad de Bunbury. El hecho de que cambiara su apellido natural (Ortiz) por un personaje de su admirado Oscar Wilde, ya fue una buena pista. Para bien o para mal, los odios y pasiones hacia la banda siempre se han basado en su fuerte personalidad, que no se atisbaba del todo en la portada de “El mar no cesa”. Esa imagen no ayudó a introducirles dentro de los “ambientes” rockeros del país. La música tampoco, pero todo cambiaría. De momento, y no sería la última vez, había fallado la producción.

En 1990 la sorpresa fue mayúscula para los que se acordaban de su música e imagen de 1987. El disco de ese año se llama “Senderos de traición”, y significó un antes y un después en su carrera, y el inicio de su reinado por todo lo alto, y no solo en España. Empezaron las ventas masivas en países como Alemania.

Comparado con “El mar no cesa”, el nuevo álbum sonaba como un cañonazo, en parte gracias a la producción de nada más y nada menos que Phil Manzanera, miembro de los esenciales Roxy Music. Nada que ver con el anterior, productor, Gustava Montesano (miembro de Olé Olé), que provocó un sonido muy 80′s, flácido.

Héroes del Silencio lo endurecieron todo. La música, el sonido, las letras, la imagen y la actitud. Era 1990 buena parte de la juventud melómana española estaba abducida por bandas como Guns N’Roses y The Cult, entre otros, por increíble que parezca ahora. Hard rock puro y duro, con una imagen muy específica, y lo más importante, los temas. No sobra ni una nota. Ahí están “Entre dos tierras”, “Maldito duende”, Despertar”, “Con nombre de guerra”, “Senda”, “La carta”, “Hechizo”...Una perfecta mezcla entre rock duro y gótico.

Ahora iban con pelo largo, vestimenta oscura, cuero y camisetas sin mangas, aportando un valor más agresivo a su corte melancólico. Y a partir de aquí, empezó la fuerte división entre fans y detractores, que aún dura. Un motivo podría ser estilo único. Es rock, sin duda, pero los heavies los consideran blandos, los poperos demasiado duros etc....

Otro motivo es sin duda la personalidad y estilo de Bunbury. Los fans consideran que sobre el escenario, al menos en este país, pocos pueden hacerle frente, y lo mismo vale con el grupo y en solitario, aunque la música sea bastante diferente. La voz, los bailes y el carisma, nada de eso ha disminuido con los años. Los detractores, por su parte, no aguantan ni su voz ni su manierismo “excesivo”. Es curioso que el público de Héroes del Silencio y de Bunbury en solitario es muy diferente. Ha perdido audiencia rockera, pero ha ganado fans más de tendencias, que aborrecían a la banda.

Lo mismo pasa con la personalidad de Enrique, y en este caso la división se ha acentuado aún más.Lo demuestran sus enrevesadas letras, ininteligibles para muchos, consideradas a veces como frases aisladas sin continuidad. Y ello se traslada a las entrevistas, con un estilo que seduce y repele a partes iguales. También sus opiniones sobre música, que han evolucionado mucho. Del Bunbury totalmente rockero de la primera mitad de los años 90, muy alejado por ejemplo de la música étnica, al Enrique que escucha música más calmada, como coplas, por poner un ejemplo.

 

“Senderos de traición” catapultó la banda a la gloria. Los dos siguientes discos, “El espíritu del vino” y “Avalancha”, son aún mejores, aunque diferentes. El primero, de 1993, les permitió obtener una fama internacional, conquistando América Latina -Bunbury sigue arrasando en México y Argentina- y actuando en grandes festivales europeos.

El único problema de “El Espíritu...” es quizá su producción. Se tendría que descomprimir. Se debe a su estilo tan barroco, que aún repelió más a los detractores. Con influencias de Led Zeppelin y The Doors, entre muchas otras, suena magnífico y excesivo a partes iguales. Dura 74 minutos. Muy variado, hay pequeñas y zeppelinianas instrumentales, canciones melancólicas como “La herida”, “Tesoro” y “La alacena”, fenomenales himnos como “Nuestros nombres, “El camino del exceso”, “La sirena varada se mezclan piezas muy barrocas con, por supu

 

esto, letras muy herméticas.

Lo mismo se puede decir de “Avalancha”. El productor es nada menos que el mago Bob Ezrin, que trabajó con Alice Cooper y Pink Floyd, entre muchos otros artistas. Igual de rockero que el anterior, contiene más himnos, como “Iberia sumergida”, “La espuma de venus”, “Avalancha”, “Deshacer el mundo” y “la chispa adecuada”. Otro álbum redondo de principio a fin, y que obtuvo un enorme éxito. Fue su último momento de gloria, ya que se pararon poco después.