Gastronomía
El discutido origen del pan con tomate: ¿Cataluña, Murcia o Italia?
Pese a su popularidad y publicidad, diversas teorías cuestionan la historiografía oficial
Pocas recetas de tanta simplicidad pueden dar tanta satisfacción al paladar. Basta frotar medio ajo, con la piel puesta para no llevarte el olor en la punta de tus dedos, sobre una rebanad de pan, a poder ser tostada, rematarlo con un tomate de colgar restregado y añadirle una pizca de sal. Con eso tenemos el acompañamiento perfecto o un plato propiamente dicho si se acompaña de embutido, queso o tortilla. En la gastronomía catalana es, sin lugar a dudas, un elemento inapelable en desayunos, comidas y cenas. Lo aguanta todo. Y es también un elemento común en todo el levante español, del golfo de Roses al cabo Cope pasando por Baleares, como lo es del sur de Italia, donde al pan con tomate se le conoce como bruschetta. De ahí que el origen de esta joya gastronómica no sea tan claro como parece.
El premio al mejor marketing, en todo caso, se lo lleva Cataluña. Se ha atribuido la paternidad y no se permiten objeciones. Quizás por aquello de que, tras siglos de comercio con Italia, han aprendido la lección. Algo se da por bueno si además de serlo lo parece. O aunque al menos solo lo parezca. Además, los intercambios gastronómicos con el antiguo reino de Nápoles son más que frecuentes, como atestiguan los canelones en Cataluña o el escabeche, en su caso, de calabacines en Campania.
El pan con tomate también ha conseguido cruzar el Ebro y resulta fácil degustarlo en las castillas o en Madrid, aunque en algunos locales no hayan entendido del todo el concepto. Insistimos, se trata de un acompañamiento, no un plato en sí, y mucho menos que deba anunciarse en la carta con un extrañísimo neologismo:“pantumaca” (del catalán “pa amb tomàquet). En fin. Más elegantes han sido los bares y locales de Andalucía en los que, simplemente, han optado por añadir “a la catalana”, como por ejemplo un bocadillo de jamón a la catalana. En cualquier caso, los tiempos en los que pedir el pan con tomate equivalía a miradas furtivas, a que te sirvieran una barra de pan con un tomate al lado o con el tomate cortado en rodajas parece que afortunadamente han tocado a su fin.
La historiografía oficial asegura que el el origen del pan con tomate se remonta, tras la llegada de esta hortaliza de las américas allá por el siglo XVI, a las casas de pagés catalanas. Se trataba, simplemente, de un recurso propio de la cocina de reaprovechamiento. Ya que al pan duro de días anteriores se le untaba el tomate y se vertía un chorrito de aceite para hacerlo comestible.
La teoría canónica, sin embargo, choca con otra hipótesis que sitúa su origen en Murcia y en los murcianos que emigraron a Barcelona en los años 20 del siglo pasado para trabajar en la construcción del metro en la capital catalana. Se llevaron sus costumbres y tradiciones culinarias con ellos y comenzaron a plantar tomateras en los alrededores de la obra para hacer más llevadero el pan duro con el que los alimentaban. La preparación, sin embargo, es ligeramente diferente, ya que mientras en Cataluña se unta el tomate, en Murcia se ralla y después se extiende por encima de la rebanada.
Y podría ser. Al fin y al cabo, la gastronomía murciana es sin lugar a dudas una de las más ricas, aunque desconocidas, de la península, con recetas, y nomenclaturas, tan sugerentes como el zarangollo, los michirones o el paparajote; o bendiciones culinarias como el arroz caldero. Sea o no murciano el origen del pan con tomate Murcia merece una campaña de publicidad a la altura de su gastronomía.
En este contexto, el escritor y gastrónomo Néstor Luján intentó arrojar un poco de luz sobre el asunto. En su diccionario gastronómico asegura que la primera vez que se cita en la literatura catalana al pan con tomate data de 1884. Fue en los versos del humorista y escritor Pompeu Gener, referentes a su estancia en París: «Lo que comimos cierta noche es pan con aceite aliñado con tomate. Lo ha puesto de moda Madame Adam, que lo ha comido. A Judit Gautier le ha gustado tanto que incluso la gran Sarah Bernhardt se ha hecho una rebanada».
Los italianos, en cambio, lo han resuelto de una forma mucho más salomónica. La receta hunde sus raíces en el imperio romano y en el pan con aceite que entonces se consumía. Por lo que simplemente se le añadió el tomate, a gajos, para completarlo.
Sea como fuere, y al margen de las diferentes teorías al respecto, queda claro la importancia del pan con tomate para la dieta mediterránea y la huella que deja en la gastronomía universal.
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