Descubrimiento

Reaparece la cabeza perdida de Sorolla

Se trata del estudio preparatorio para uno de los protagonistas del célebre óleo titulado «Sol de la tarde»

Una imagen de la pieza hasta ahora oculta en una colección privada
Una imagen de la pieza hasta ahora oculta en una colección privadaGothslandfreemarker.core.DefaultToExpression$EmptyStringAndSequenceAndHash@40deb465

No suele pasar, pero puede ocurrir que una pieza que ha permanecido oculta durante prácticamente cien años vuelva a la luz. Eso es lo que ha ocurrido, como si se tratara de un milagro, con un óleo de Joaquín Sorolla que ha estado en una colección privada desde 1904, cuando el gran pintor valenciano se lo regaló a su querido amigo Francisco de Cidón, otro artista importante a caballo entre el siglo XIX y el XX.

El galerista barcelonés Gabriel Pinós, responsable de Gothsland Galeria d’Art, ha sido el encargado de localizar esta pequeña gran obra de 25 por 24 centímetros y que nos recupera el estudio preparatorio de uno de los protagonistas de «Sol de la tarde», una composición de 1903 y que actualmente se conserva en las colecciones de The Hispanic Society de Nueva York. La poderosa imagen de unos bueyes en el mar mediterráneo valenciano es un buen ejemplo del magisterio de Joaquín Sorolla, de su capacidad para jugar con la luz y su dominio del pincel que convierten a este trabajo en una de sus grandes e indiscutibles obras maestras.

No es extraño que previamente a su enfrentamiento con la gran tela, Sorolla realizara algunos estudios preparatorios. Meticuloso y preciso, se han conservado para «Sol de la tarde» algunos de esos trabajos previos, como un estudio al carbón de los bueyes protagonistas. Otro es el referido a uno de los personajes que aparecen junto a los animales y que el valenciano regaló a Francisco de Cidón. ¿De quién estamos hablando?

Nacido en Valencia en 1871, Cidón fue un destacado pintor y cartelista quien se formó en la Academia de San Carlos de la capital del Turia. Fue aquí donde conoció a Sorolla de quien muchos han dicho que fue discípulo al ser habitual del taller del maestro a partir de 1904. El propio Cidón así lo indicó en uno de sus cuadernos. Es muy probable que fuera en esta época cuando Sorolla le quiso hacer tan generoso obsequio a su seguidor, algo que han guardado hasta ahora sus herederos.

Es de alguna manera también un símbolo del reconocimiento internacional que tuvo Sorolla. La obra pintada en el verano de 1903 fue finalmente adquirida en 1909 para la institución neoyorquina gracias a la fascinación que el filántropo Archer Huntington sintió siempre hacia la producción plástica del valenciano hasta el punto de organizarle dos importantes exposiciones en la ciudad de los rascacielos en 1909 y 1911. En la primera de ellas, Huntington compró para él y para la Hispanic Society «Playa de Valencia a la luz de la mañana» (1903), «Idilio marino» (1908) y «Niños en la playa» (1908).

El estudio preparatorio, por fortuna, nunca viajó hasta Estados Unidos. Tanto Cidón como sus descendientes tuvieron la buena idea de conservar con sumo cuidado esta obra. Eso ha hecho que, por ejemplo, los colores se mantengan prácticamente igual a cuando fueron volcados en la tela por Sorolla. Lo único que ha hecho el tiempo ha sido cuartear la pasta pictórica.

La obra se puede ver estos días en el Salon du Connaiseur, en el palacete de la Fundación Carlos de Amberes, en Madrid. Es una ocasión única para disfrutar de una cabeza perdida de uno de los pintores españoles más aclamados internacionalmente.

Para este cuadro es el final de un largo viaje que nos permite conocer un poco más la manera de trabajar de Sorolla, así como los lazos de amistad que lo unieron a su discípulo Francisco de Cidón.