Arte
El «Guernica» del siglo XXI se hace con bolígrafos
El artista Le Frère plantea una actualización del gran óleo de Picasso como denuncia a los totalitarismos de ahora
El símbolo del arte del siglo XX, el cuadro que mejor representa todas y cada una de las tragedias que asolaron ese tiempo tan lejano y cercano a la vez, sigue siendo «Guernica». La gran tela de Pablo Picasso sirvió para que el mundo supiera, durante la Exposición Universal de París de 1937, lo que los totalitarismos estaban haciendo en España durante la Guerra Civil. La historia es sobradamente conocida y es sabido que Picasso trabajaba en un proyecto de ese nivel hasta que recibió el encargo oficial del Gobierno de la República. Cuando se enteró que el 26 de abril de ese 1937 la alemana Legión Cóndor había bombardeado la población vasca de Guernica, provocando el caos y la muerte, supo que tenía el título para una pintura que sirve aún para condenar todas las malditas guerras.
Pero el símbolo creado por Picasso puede prestarse también a nuevas interpretaciones, puede incluso actualizarse y llevarlo a lo que nos pasa hoy. Le Frère es el nombre de un joven creador que ha querido aproximarse a la pintura picassiana con nuevos ojos y nuevos materiales. Hace unas semanas presentó en Estocolmo su última creación: «Guernica». Pero no se trata de una copia, de una simple reproducción de lo que hoy cuelga en las salas del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. No. Ha querido ir más allá y ha puesto identidad a algunos de los personajes trazados por el malagueño. Todo ello lo ha llevado a cabo durante un largo año de trabajo en el que ha empleado medio centenar de bolígrafos para plasmar su propio «Guernica». Porque aquí no hay nada de pintura: es el bolígrafo el material usado para hablar de los terrores que nos rodean, en un momento en el que los totalitarismos llaman a las puertas de varios países.
El creador, en conversación con este diario, explicó que «este es un trabajo que tenía pensado desde hace un par de años. Un compañero artista me propuso un trabajo sobre las dos Españas. En aquel momento no salió, pero pensé que era el momento de hacer algo con “Guernica”. Me planteé una revisión en un tiempo en que vuelve a ocurrir la irrupción del odio. El tamaño es la mitad del “Guernica”, por motivos prácticos».
Durante un año fue elaborando la pieza y meditando muy seriamente las personas que debían aparecer en su trabajo. «Quería que fueran representativos, que fueran personas reales. Es un trabajo figurativo, pero también he buscado que sea conceptual. El símbolo tenía que estar allí y recoger la denuncia contra la homofobia, la xenofobia... Estuve mirando y probando hasta encontrar lo que buscaba, limitándome a lo que ocurre en España», comentó Le Frère.
Si miramos a la derecha de la composición, nos encontramos con una mujer que sale de una casa en llamas. Ella es Ana Orantes Ruiz. En 1997 apareció en un programa de televisión denunciando el maltrato físico y psicológico que había recibido durante años de manos de quien había sido su marido. Trece días más tarde fue asesinada por su ex pareja. Aquel crimen sirvió para sensibilizar a muchos sobre la violencia machista, además de remodelar el Código Penal.
Al lado de Orantes, apoyada en la pared, tenemos a Sonia Rescalvo Zafra, una transexual que en 1991, en la Barcelona preolímpica, fue asesinada por un grupo de nazis en el Parque de la Ciutadella. Su muerte fue una de las primeras en ser considerada como crimen de odio.
La joven con la antorcha que tanto identificamos con el original picassiano, es un retrato que ha hecho el artista de su pareja, inmigrante mexicana en España. Como apunta el autor de la obra «en el original de Picasso es la representación de la República asustada por lo que ocurre. Quise poner a mi mujer mexicana que es esa visión de la España mestiza. Con la emigración somos una mezcla de culturas. Afortunadamente no somos un país homogéneo. No todos somos blanquitos».
Debajo del toro, la paloma y el caballo tenemos a un Federico García Lorca, herido de muerte, tendido en el suelo, pero con los ojos abiertos, buscando en nosotros una mirada cómplice que le explique por qué decidieron matar a alguien que escribía versos. «Con Lorca sustituí el soldado muerto por una víctima de aquella época, de aquella guerra, para cerrar círculo. Es como la vergüenza», añade el artista.
La obra, por el momento, se guarda en el estudio del artista, con la esperanza de que en otoño pueda ser mostrada en algún centro. El bolígrafo, como matiza Le Frère, «ayuda a que el espectador se aproxime. Si hubiera empleado óleo sería una historia totalmente distinta».
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