Historia olvidada
El búnker secreto soviético de Barcelona ordenado por Stalin
Un edificio de la avenida Tibidabo alberga la que fue sede de la diplomacia rusa durante la Guerra Civil
Durante la Guerra Civil, Barcelona fue el escenario de numerosas intrigas, conspiraciones de todo tipo, incluso por parte de los que en un principio se declaraban defensores de la Segunda República. Todavía quedan algunos vestigios de aquel pasado en la capital catalana, aunque no siempre son conocidos por el gran público.
Este es el caso de un refugio que tenían los soviéticos en la avenida del Tibidabo, en la que fue la sede de la diplomacia de la URSS en suelo barcelonés, algo que fue una iniciativa del Comisariado del Pueblo para Asuntos Exteriores (NKID) de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Fue una decisión directa del mismo Stalin que en Barcelona, tal y como han demostrado investigaciones de la UAB, se ubicara un consulado que finalmente se situó en un edificio de 1926 diseñado por el arquitecto Enric Sagnier y que había sido propiedad del doctor Salvador Andreu, el conocido creador de las pastillas que llevan su apellido.
Stalin envió a Barcelona a uno de sus hombres de confianza: Vladímir Antónov Ovseenko. Estamos hablando de un personaje siniestro que, además de los deberes diplomáticos, tenía otros cometidos como era el de acabar con la huella trostkista en Cataluña que lideraba el POUM. A él se le considera uno de los principales responsables de la desaparición y posterior asesinato en Alcalá de Henares de Andreu Nin, uno de los grandes misterios de la Guerra Civil. Es muy probable que desde este edificio se empezara a idear la muerte de Nin, el intelectual que tanto irritaba a Stalin.
Fue también Ovseenko quien impulsó el traslado de la sede diplomática soviética desde el Hotel Majestic, donde se encontraba de manera provisional, hasta el edificio de Sagnier. Una vez llegados los rusos al inmueble empezaron unas obras que trajeron consigo la construcción de un compartimento secreto, de un refugio probable ideado para poder esconderse durante los bombardeos de la aviación italiana sobre la población barcelonesa. Ese búnker todavía se conserva y está considerado como uno de los mejores realizados en aquel tiempo en la ciudad. Solamente cuenta con 50 metros cuadrados. Contaba con una instalación eléctrica propia y solamente se podía abrir y cerrar desde dentro con una puerta de hierro colado de unos 40 centímetros.
Para los curiosos de la historia, todavía hoy en una de las paredes de este refugio sigue colgado el escudo original que las autoridades soviéticas dejaron allí. El avance de la guerra, especialmente la caída de la República, queda también reflejada en estas instalaciones que pueden ser visitadas por el público. En noviembre de 1937, Manuel Azaña decidió Valencia debía dejar de ser la sede del Gobierno pasando a Barcelona. Fue en ese momento cuando el consulado se convirtió en embajada.
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