Procés

¿Hasta dónde ha caído el independentismo?

Los datos demoscópicos reflejan un descenso del apoyo al separatismo y del interés por el “procés”

Miembros del CDR Girona portan una pancarta que dice "cinco años de una gran estafa. Políticos de mierda" durante una manifestación con motivo del quinto aniversario del referéndum del 1-O.
Miembros del CDR Girona portan una pancarta que dice "cinco años de una gran estafa. Políticos de mierda" durante una manifestación con motivo del quinto aniversario del referéndum del 1-O.Glòria SánchezEuropa Press

Múltiples señales indican que el independentismo está en declive desde hace ya cinco años: está muy dividido y no hay indicios que lleven a pensar en que puede recoserse; cada vez menos movilizado en la calle; y, sin hoja de ruta. Más allá de esta fotografía general, muy visible a ojos de todos, se puede ahondar un poco más para conocer cuál es el hundimiento real de un movimiento que inició un desafío a España en 2012 y que, ahora, se encuentra más debilitado que nunca tras haber fracasado estrepitosamente.

En este sentido, tomando los datos de la encuesta publicada el jueves por el Instituto de Ciencias Políticas y Sociales de Cataluña (ICPS), un ente de referencia promovido por la Diputación de Barcelona y la Universidad Autónoma de Barcelona, hay dos indicadores que permiten medir con precisión hasta dónde ha caído el independentismo. Por un lado, el apoyo a la independencia, que ha caído del 46% en 2018 al 39%. Por otro, la importancia que tiene la cuestión de la independencia para los catalanes, que se ha hundido en cuatro años: ha pasado de importarle mucho o bastante al 80% de la población en 2018 a apenas un 60%. Es decir, los ciudadanos empiezan a pasar página del «procés», según este sondeo elaborado con 1.200 entrevistas entre finales de octubre y principios de noviembre.

Esta caída del interés por la independencia también se ha traducido en que una cuarta parte de los votantes, si tuvieran que ir ahora a las urnas, no tendría en cuenta la posición del partido sobre esta materia. Es decir, un 25,5% de los catalanes podría votar a un partido que rechaza la independencia pese a ser independentista o viceversa, lo que refleja aún más cómo el «procés» es una cuestión cada vez más secundaria entre los ciudadanos mientras las cuestiones sociales y económicas van ganando más peso en la agenda política.

Además de la indiferencia por el «procés», también está el hecho de que cada vez más catalanes creen que el independentismo acabará abandonando el proyecto de ruptura con España: en 2015, tan solo el 21,8% creía que ese sería el desenlace del «procés»; ahora, ya ha subido hasta el 41,6%. En paralelo, los que creían que el «procés» podía acabar en independencia han pasado de representar un 17,1% al 4,2%. Por el medio, también se ha reducido el grupo de personas que vaticinaba que el proyecto soberanista acabaría dotando a Cataluña de un mayor autogobierno (ahora está en el 41,6% cuando en 2015 estaba en 46,1%).

Las tres tendencias (menos apoyo a la independencia, más indiferencia hacia el «procés» y ningún convencimiento de que el separatismo logrará romper con España), por tanto, confirman con claridad el hundimiento del independentismo a pesar de que JxCat o ERC (en menor medida) se afanen por resucitar el «procés». En paralelo, los catalanes tampoco aprueban la mesa de diálogo, que genera cada vez más rechazo: si en 2021, un 29,7% la veían mal o muy mal, en 2022 ese porcentaje asciende a 44,6%. Prácticamente un tercio no la ven bien ni mal (es decir, indiferencia).

El sondeo también muestra algunas tendencias que está marcando el «postprocés», caracterizadas por el desapego de los catalanes hacia las propias instituciones catalanas, algo que nunca había ocurrido teniendo en cuenta el valor simbólico que ha tenido siempre la recuperación del autogobierno tras la Dictadura. Un dato significativo, en este sentido, es que, desde el 2017, la valoración que hacen los ciudadanos del Govern está en mínimos. Poco más del 10% considera que la gestión de la Generalitat está siendo buena o muy buena, cuando en la etapa de Jordi Pujol sobrepasaba el 50%. Ha caído tan abajo la valoración que se ha igualado por primera vez con la valoración del Gobierno de España, algo que nunca había ocurrido en la serie histórica (iniciada en 1989). Algo parecido ha ocurrido también con la valoración del president de la Generalitat, que está por debajo de cinco desde 2017.

También cabe decir que ambos datos de valoración iniciaron una caída tras la marcha de Pujol de la Generalitat en 2003 y la llegada del Tripartito, lo que también puede indicar que los catalanes prefieren la estabilidad al caos y desgobierno que ha reinado, con fases de mayor o menor intensidad, en los últimos 20 años (primero con el Estatut y ahora con el «procés»).