Memoria histórica y literaria
La casa de Cervantes en Barcelona: un edificio protegido con supermercado
El histórico edificio fue declarado como «bienes con elementos de interés»
El paseo de Colón, en Barcelona, es uno de los espacios más concurridos por los turistas que se acercan a las cercanas Ramblas desde Pla de Palau. Fue allí donde, según la tradición, en lo que hoy es el número 2, vivió en 1610 Miguel de Cervantes Saavedra durante su estancia en la capital catalana. Se asegura que fue en este lugar donde el gran autor escribió algunas páginas de la segunda parte de su inmortal «Don Quijote de la Mancha», concretamente aquellas que están relacionadas con el paso de tan ingenioso hidalgo por la capital catalana acompañado de su fiel Sancho Panza que acabaron con la derrota del personaje en la playa barcelonesa a manos del llamado Caballero de la Blanca Luna. Alguien tan entendido en materias cervantinas como fue el maestro Martí de Riquer aseguraba en junio de 2003 al autor de estas líneas que no podía fijarse con exactitud si dicho inmueble fue hogar del escritor, era fácil imaginar a nuestro protagonista desde la ventana contemplar la playa en la que don Quijote tendría su última y fallida aventura.
La semana pasada, con motivo de la celebración de la reunión organizada por el Instituto Cervantes, el alcalde Jaume Collboni anunció una batería de actividades con las que Barcelona pretende poder reclamar su papel como ciudad cervantina. A preguntas de este medio, Collboni aseguró que entre estas iniciativas no había ninguna vinculada con el edificio que nos ocupa en el paseo de Colón.
El inmueble no cuenta en la actualidad con ningún tipo de placa municipal que recuerde al grandioso escritor castellano, con la excepción de una, de carácter modesto, colocada por Acción Cultural Miguel de Cervantes «en recuerdo de la estancia en esta casa del autor del Quijote». Lo que sí puede contemplar cualquier ciudadano que pasee por la puerta de la llamada Casa Cervantes es que en él hay una suerte de supermercado que responde al nombre del navegante genovés y que rompe con toda la armonía de un conjunto arquitectónico que se remonta al siglo XVI.
El edificio tiene cinco plantas, dos pisos más de lo que resultaba habitual en su época. Esto probablemente fuera consecuencia de haber sido construido justo delante de donde estaba la antigua muralla de Mar, precisamente el escenario del combate de don Quijote con su enemigo.
El conjunto está protegido. En 1945 conoció una restauración realizada por el arquitecto municipal Alfons Florensa conservando algunos elementos originales del siglo XVI, como los dinteles esculpidos de los pisos tercero y cuarto. En el informe del catálogo patrimonial, probablemente redactado en 1979. se apunta que «una tradición sin fundamento quiere que sea en esta casa en la que Cervantes residió en sus estancias en Barcelona, y de ahí el nombre dado al edificio». Pese a que no se da ninguna credibilidad a la posibilidad de que el escritor pasara por el inmueble, resulta llamativo que el responsable de la ficha incluye abundante bibliografía sobre el tema, como son los libros «Històries i llegendes. Passejades pels carrers de la ciutat vella» de Joan Amades, «Barcelona, pam a pam» de Alexandre Cirici, «Barcelona i la seva història» de Agustí Duran i Sanpere o «L’època del Renaixament, s. XVI» de Joaquim Garriga con fotografías de Francesc Català-Roca. En la actualidad, siempre según el catálogo patrimonial de la ciudad, el edificio tiene el nivel de protecciónde bienes con elementos de interés.
Pese a que por ahora el Ayuntamiento no tiene previsto realizar ningún tipo de actividad museográfica o literaria en el edificio, los vecinos si han decorado la entrada con un mural que tiene algunos elementos que remiten al periodo en el que Cervantes estuvo en Barcelona, un homenaje ciudadano y una reivindicación al paso de su vecino más ilustre.
Por cierto, ya puestos a andar un poco por la Barcelona cervantina, no muy lejos del edificio protagonista de estas líneas, en la calle Call, número 14 se cree que es donde estuvo la imprenta que se dice que visitó don Quijote. Lo que sí es cierto es que aquí estuvo la de Sebastián de Cormellas, como demuestran unos esgrafiados en la fachada del siglo XVIII vinculados con el mundo del libro. No parece exagero pensar que Miguel Cervantes puso sus pies en aquel taller.