Crisis
ERC reconoce «frustración nacional» entre el independentismo
Alamany critica la falta de «ambición nacional» de Illa y reclama avances en financiación
Que el independentismo está en horas bajas es vox populi. Tanto que, en este caso, ha sido la secretaria general de ERC, Elisenda Alamany, quien lo ha reconocido, al asegurar este miércoles que Cataluña vive «en una frustración nacional» y una sensación de estancamiento tras los últimos años, en los que se han encadenado diversas crisis políticas y sociales. Lo ha dicho en una conferencia de Nueva Economía Fórum en Barcelona, donde ha criticado la falta de «ambición nacional» del presidente de la Generalitat, Salvador Illa.
Alamany ha cargado contra el Govern socialista por centrarse en «pacificar, normalizar y gestionar» en lugar de ofrecer un proyecto: «Veo un presidente de cualquier otra comunidad autónoma». Según la dirigente republicana, Cataluña «transpira ambición nacional» y no puede seguir esperando avances en cuestiones como la financiación singular: «Hace demasiado tiempo que esperamos y no podemos esperar».
Un independentismo en horas bajas
Las palabras de Alamany llegan en un momento de debilidad del movimiento independentista. Tras más de una década de protagonismo político, el soberanismo atraviesa su etapa más complicada: ERC y Junts están lejos de las mayorías que les permitieron marcar la agenda catalana y carecen de gobiernos importantes. A ello se suman las bajas en sus filas por discrepancias con los liderazgos, que han debilitado la cohesión interna.
El espacio también sufre la irrupción de nuevas formaciones que canalizan el descontento, como Aliança Catalana, que ha crecido con fuerza en el último ciclo electoral y capitaliza el malestar en determinados sectores sociales y territoriales.
Crisis en el independentismo civil
La crisis no solo es política, sino también civil y social. Los organismos que durante años fueron motores del independentismo también atraviesan dificultades. El Consell de la República impulsado por Carles Puigdemont se ha visto afectado por dimisiones en cascada y una fuga de afiliados descontentos con la dirección. La Assemblea Nacional Catalana, que llegó a movilizar a centenares de miles de personas, también vive una etapa de declive y divisiones internas.
El último barómetro del Centre d’Estudis d’Opinió (CEO) refleja esta tendencia: el apoyo a la independencia se sitúa en torno al 40%, la cifra más baja desde que se tienen registros. Un dato que evidencia el retroceso de un movimiento que durante años rondaba el 50% del electorado catalán.
La Diada del pasado 11 de septiembre escenificó esta situación. Apenas 40.000 personas se manifestaron en Barcelona, Girona y Tortosa, muy lejos de las multitudinarias concentraciones de los años de mayor efervescencia, cuando más de un millón y medio de ciudadanos salían a las calles entre 2012 y 2018.
En este contexto, el llamamiento de Alamany a «saber leer el país» refleja la encrucijada de un movimiento que reconoce la frustración de sus bases y que encara un futuro incierto, lejos del impulso que marcó la política catalana durante la última década.