
Arte
La Madona de Port Lligat llega desde Japón al universo de Dalí
La obra estará en Figueres expuesta hasta el 22 de febrero

La Fundació Gala-Salvador Dalí sigue haciendo posible que algunas de las obras más importantes del pintor que no se conservan en Figueres puedan presentarse allí, junto a lo mejor del legado del artista. Siguiendo esta línea, el teatro-museo que lleva el nombre del genio ampurdanés por excelencia, acaba de presentar un nuevo invitado temporal en sus salas. Se trata de la celebérrima “Madona de Port Lligat”, una de las piezas cumbres del llamado periodo místico daliniano, y que podrá verse aquí hasta el próximo 22 de febrero.
La gran pintura es préstamo del japonés Museo de Arte de Fukuokay que es el retorno temporal a nuestro país de una pintura que no había vuelto por aquí desde 1952, cuando formó parte de la Primera Bienal Hispanoamericana de Arte, celebrada en Madrid y Barcelona. Además del lienzo, la muestra se complementa con una serie de fotografías muy poco vistas de Mark Kauffman para la revista “Life”. En ellas podemos ver a Dalí con la pintura en la primera presentación pública de su Madona, concretamente en la Carstairs Gallery de Nueva York.
Un poco de contexto. La pintura nos traslada a un momento crucial en la carrera de Dalí, justo cuando regresa de un peculiar exilio en Estados Unidos, si se puede llamar así. El pintor trata de rehacerse de los pecados del pasado, de aquella provocaciones con las que quería ser más surrealista y provocador que el grupo bretoniano en la capital francesa. La posibilidad de ofrecer una nueva lectura a algunos temas de la religión católica, como la crucifixión o la última cena, permitía, además de ganarse el cielo, no tener problemas tras su regreso a su querido Port Lligat.
Fue en 1949 cuando Dalí concluyó su primera versión, de formato reducido, de ‘La Madonna de Portlligat’. En ella, Gala, no podía ser otra, es la encarnación de la Virgen María, con una inquietante grieta que abre su cráneo en dos, un elemento onírico característico del artista. Aquella obra necesitaba un respaldo oficial, por decirlo de alguna manera, y lo consiguió en una audiencia privada co el Papa Pío XII en el Vaticano. El pintor presentó la obra al pontífice, con un objetivo claro: buscar su bendición para poder contraer matrimonio católico con Gala, unión que hasta entonces solo era civil.
Un año después, en el verano de 1950, Dalí volvió al ataque con una monumental versión de la misma escena. Esta pieza, de grandes dimensiones y mayor elaboración, es la pieza central que actualmente se exhibe ante el público en la colección permanente del Teatre-Museu Dalí.
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