Polémica
El independentismo se lanza contra Lluís Llach por un retuit a Jordi Évole sobre Palestina
El presidente de la ANC desata una tormenta en el independentismo más radical por compartir un mensaje de Jordi Évole sobre Palestina
Un simple gesto en redes sociales ha vuelto a agitar las aguas del independentismo catalán. Lluís Llach, presidente de la Assemblea Nacional Catalana (ANC), ha compartido un tuit del periodista Jordi Évole sobre Palestina, lo que ha bastado para reactivar las tensiones entre las distintas familias del movimiento soberanista.
El mensaje original de Évole, “Barcelona, con Palestina”, publicado tras una manifestación propalestina en la que también participó la ANC, fue replicado por Llach en su cuenta de X (antes Twitter). El acto, aparentemente inofensivo, provocó una oleada de críticas desde los sectores más duros del independentismo, que vieron en ese gesto una muestra de “connivencia” con la izquierda española.
Entre los primeros en reaccionar estuvieron miembros del colectivo de abogados Acció Casandra, muy vinculado al independentismo unilateralista. Lluís Gibert, uno de sus portavoces, denunció que el presidente de la ANC “bloquea a independentistas, pero retuitea a Jordi Évole”. En la misma línea se expresó otro miembro del grupo, Josep Fossas, mientras desde Aliança Catalana, el partido de Sílvia Orriols, se sumaban las críticas. Rober Masip, vicepresidente de la formación en el Segrià, ironizó: “Lluís Llach, un procesista, bloqueando a independentistas y retuiteando a españolistas”.
Las reacciones evidencian la fragilidad del espacio procesista, en el que la ANC intenta mantener su influencia pese a su evidente pérdida de peso social. La entidad, antaño motor del movimiento, vive hoy un proceso de descomposición interna. A las divisiones ideológicas se suman las críticas por la deriva personalista y autoritaria de su presidente, cuya figura genera rechazo tanto entre sectores moderados como radicales.
La organización ha tratado de mantener una línea crítica con los partidos institucionales, especialmente con ERC y Junts, a quienes acusa de haber pactado con el Estado. Sin embargo, esa postura no la ha blindado frente a los ataques de los sectores más intransigentes, que interpretan cualquier gesto de diálogo o cualquier guiño a figuras ajenas al independentismo como una traición.
En septiembre, la ANC llamó a “ocupar instituciones” y promover la “desobediencia civil organizada”, en un intento de recuperar un tono combativo que contraste con el pragmatismo de los partidos. Pero ese discurso ya no moviliza como antes: las últimas Diadas han registrado una afluencia cada vez menor y la entidad parece atrapada en un bucle retórico, más centrada en preservar su relato que en recuperar relevancia política.
En este contexto, la figura de Sílvia Orriols y su partido, Aliança Catalana, emergen como el principal desafío para el independentismo tradicional. Su discurso identitario y su estilo directo le han permitido ganar apoyo entre quienes consideran agotado el procesismo, además de su duro discurso contra la inmigración y el islam. Las tensiones entre Llach y Orriols son públicas y continuas: el líder de la ANC ha pasado de tenderle la mano a vetarla en los actos de la Diada, para después levantar el veto. La líder ultranacionalista, por su parte, no ha dejado pasar la oportunidad de recordarle su falta de legitimidad y el hecho de haber sido elegido por “48 secretarios” en lugar de por las urnas.