Historia

Los nazis no fueron los primeros en quemar judíos: Barcelona lo hizo mucho antes, ya en el siglo XIV

Ante la llegada de una de las peores epidemias de la historia, las calles se llenaron de predicadores apocalípticos que clamaban por encontrar culpables de la tragedia

PESTE NEGRA
PESTE NEGRALa RazónLa Razon

Hoy en día, la imagen de judíos quemados está irremediablemente asociada al nazismo. Durante la Segunda Guerra Mundial, el régimen de Adolf Hitler implementó la Solución Final, un plan sistemático para el exterminio de la población judía en Europa. Millones de personas fueron asesinadas en campos de concentración mediante ejecuciones masivas, trabajos forzados y cámaras de gas. Este genocidio, conocido como el Holocausto, dejó una huella imborrable en la historia de la humanidad y consolidó al antisemitismo como una de las formas más despiadadas de persecución.

Sin embargo, pocos saben que siglos antes, en la misma Barcelona, los judíos ya habían sufrido castigos similares, igualmente injustificados e irracionales. En el siglo XIV, en medio de una crisis sin precedentes, los habitantes de la ciudad los convirtieron en chivos expiatorios y desataron contra ellos una ola de violencia extrema por considerarles los causantes de una de las mayores epidemias: la Peste Negra.

Antes de la llegada de la peste negra, Barcelona era una ciudad pujante y mercantil. Situada en un enclave estratégico del Mediterráneo, su economía se basaba en el comercio, la artesanía y la navegación. El Call, el barrio judío (situado en el barrio Gótico), era un centro de actividad económica y cultural, donde la comunidad judía desempeñaba un papel clave en la sociedad. Muchos judíos eran comerciantes, banqueros, médicos y artesanos, ocupaciones que contribuían al desarrollo de la sociedad.

La llegada de la peste negra

A mediados del siglo XIV llegó a Europa la llamada peste negra, causando la muerte de aproximadamente un tercio de la población del continente. Se trató de una enfermedad infecciosa provocada por la bacteria Yersinia pestis, transmitida por las pulgas que infestaban a las ratas. Sus síntomas incluían fiebre alta, ganglios inflamados (bubones), hemorragias internas y una alta tasa de mortalidad. Sin un conocimiento médico adecuado, la población recurría a remedios supersticiosos para intentar frenarla, mientras el miedo y la desesperación llevaban a señalar culpables de la tragedia, en muchos casos, la comunidad judía.

En este contexto, en 1348, la peste bubónica llegó a Barcelona. La enfermedad, propagada por las pulgas de las ratas, arrasó con rapidez, diezmando la población. Se estima que la ciudad perdió hasta la mitad de sus habitantes.

No todos murieron, ya que muchos huyeron al campo en un intento desesperado por escapar de la infección. Los datos reflejan el impacto devastador de la epidemia. La desesperación y el miedo se apoderaron de la ciudad, y las calles se llenaron de predicadores apocalípticos que clamaban por encontrar culpables de la tragedia.

Los judíos como chivo expiatorio

En tiempos de crisis, las sociedades han tendido a buscar responsables para sus desgracias. La Barcelona medieval no fue la excepción. Pronto se extendió el rumor de que los judíos habían envenenado los pozos para propagar la peste. Aunque esta acusación carecía de cualquier base, las circunstancias llevaron a la población a aceptarla como verdad. La tensión se transformó en violencia cuando, en 1348, estallaron los primeros pogromos.

En 1391, la situación alcanzó su punto álgido. Inspirados por las masacres antijudías que ya habían comenzado en Castilla, los habitantes de Barcelona asaltaron el Call y muchos judíos fueron asesinados o quemados en público.