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El animal que parece no envejecer nunca

El axolotl (o ajolote) es un anfibio capaz de regenerar casi cualquier parte de su cuerpo incluidos fragmentos de su cerebro. No obstante, a cambio está condenado a pasar toda su vida en fase larvaria.

Fotografía de un axolotl larazonTiia Monto

Julio Cortázar quedó cautivado por la inquietante esencia del axolotl (Ambystoma mexicanum). Animales que, como espíritus albinos, patrullaban silenciosos el fondo de las peceras del Jardin de Plantes de París. Aquellos fantasmas lacustres atrapaban en tal medida al escritor que terminó dedicándoles un breve relato que canalizaba la admiración que sentía por aquellas pequeñas criaturas, pero también el atávico horror que despertaban en él.

En su relato, Cortázar describe sus primitivas formas. Animales rollizos y gomosos, con una expresión absolutamente vacía, pero enmarcada por seis branquias externas a modo de rosados flecos. Lo cierto es que esa es la descripción de casi cualquier salamandra durante las primeras fases de es vida, cuando todavía no puede abandonar el agua y, aletargada, espera a llenarse con cualquier presa que se le cruce. La sorpresa no está tanto en su aspecto, sino en su naturaleza, porque, si bien en otras salamandras se trata de un aspecto pasajero, en el axolotl es una constante que le acompaña desde el nacimiento hasta sus últimos días. Con sus veinte centímetros de cabeza a cola, el axolotl es una larva casi “eterna", una promesa de salamandra.

Cien años antes, pero un mismo jardín

Si el axoltl parece exótico es porque, efectivamente, lo es. Los primeros ejemplares llegaron a Europa en 1863, 93 años antes de que Cortázar publicara su relato. Eran seis anfibios adultos que habían cruzado el Atlántico desde algún remoto lago de México. Y, curiosamente, el destino de su largo viaje no era un lugar cualquiera. Por casualidades de la historia, los seis ejemplares fueron a parar al mismo Jardin de Plantes que inspiraría al escritor, de hecho, los blancuzcos anfibios que describió tras los cristales eran, posiblemente, descendientes de los primeros axolotls jamás vistos en el viejo mundo.

El médico y zoólogo Auguste Duméril era el destinatario de aquel extraño envío. Para los biólogos de la época el aspecto infantil de los axolotls era un rompecabezas que valía la pena resolver, por lo que Duméril no tardó en empezar sus experimentos. Pronto descubrió que, a pesar de la aparente inmadurez de estos anfibios, eran completamente fértiles. En cierto modo, incluso más fértiles que otras especies cautivas, ya que el axolotl era menos exigente con su entorno, que, en lugar de combinar tierra y agua, tan solo necesitaba de la segunda.

Los cinco machos se fueron turnando, fecundando repetidas veces a la hembra y dando lugar a nuevas generaciones de axolotls, y fue cuando Duméril observó un detalle extraño. No precisó de sus constatadas habilidades como zoólogo para darse cuenta de que algo había cambiado en sus anfibios, las nuevas generaciones habían madurado. Cierto es que no todos los individuos lo habían conseguido, pero en una buena parte de ellos habían desaparecido los rasgos infantiles y ante él habían empezado a surgir salamandras adultas en todo su esplendor. Si ya era sorprendente que el Axolotl pudiera mantener su aspecto juvenil durante toda su vida, era todavía más extraño que existiera una forma de revertir dicho “milagro”.

Ilustración de dos axolotl, por Auguste Duméril (abajo un juvenil y arriba un adulto)larazonCreative Commons

Aunque Duméril intentó encontrar las respuestas a estas preguntas, no llegó a lograrlo. Su estudio, en realidad, se limitó mayormente a operar y mutilar a los especímenes de formas éticamente cuestionables incluso para la época, uniéndolos por parejas y segando sus extremidades. Todo lo que aquellas barbaridades revelaron fue la excepcional capacidad de regeneración del axolotl. Ahora sabemos que su apariencia larvaria, que los científicos llaman neotenia, se acompaña de tejidos igual de “jóvenes”, casi embrionarios. Cuando nuestras células maduran se especializan formando a otras óptimas para formar el hígado, un riñón, etc. Normalmente no hay vuelta atrás y pierden la capacidad de dar lugar a multitud de tipos celulares diferentes, como sí tenían las células madre de las que provenían. Los axolotls, sin embargo, mantienen esta capacidad de regenerar casi cualquier tejido, desde una extremidad completa hasta un fragmento de su propio cerebro. El axolotl es un prodigio de la regeneración.

Miles de axolotls para regalar

Mientras desarrollaba sus experimentos, Duméril seguía criando a sus especímenes, mezclándolos con nuevos ejemplares traídos de las Américas. De algún modo tenía que reponer a todos aquellos axolotls que perdía durante las “operaciones”. Sin embargo, los axolotls resultaron ser incluso más prolíficos de lo que Duméril había esperado y entre 1865 y 1867 se multiplicaron hasta alcanzar los 3300 ejemplares. Eran demasiados y el interés por ellos no dejaba de crecer entre los naturalistas, por lo que el extraño anfibio empezó a enviarse por toda Europa.

Ahora que estaba en otras manos, los experimentos se afinaron y los misterios del axolotl comenzaron a revelarse. A lo largo de los años descubrimos que, la neotenia, suele ocurrir cuando un cambio en el entorno, como puede ser el aumento de peligros, beneficie a aquellos individuos capaces de reproducirse cuanto antes. De este modo, con suerte habrán dejado descendencia antes de ser devorados. No obstante, el caso del que hablamos es extremo porque, aunque otras salamandras del género Ambystoma pueden dar lugar a organismos neoténicos, el axolotl es el único que, por defecto, no llega a aparentar adultez.

Otras especies, como la salamandra tigre (Ambystoma tigrinum), desarrollan aspectos neoténicos cuando escasea el alimento, o la temperatura es muy baja, pero en el caso del axolotl hay algo más. Su hormona estimulante del tiroides (TSH) está muy baja. En un ser humano, una TSH baja desde el nacimiento podría ser relacionada con un hipotiroidismo congénito que, entre varias cosas, afecta al crecimiento y al desarrollo del sistema nervioso. Sin embargo, en los axolotls se bloquea la metamorfosis, impidiendo que desarrolle un aspecto adulto, aunque maduren sus órganos reproductores.

Hace años que se conoce la manera de forzar la normalización de esta hormona. Una forma es dando a los juveniles alimento con alto contenido de iodo, el otro es inyectándoselo directamente. Por desgracia esta “magia” tenía una contrapartida. El axolotl no se resigna a permanecer como larva en estado natural, sino que se ha adaptado a ello, sacándole provecho y afinando su fisiología para jugar con unas nuevas reglas. Al forzar su metamorfosis muchos ejemplares mueren, incapaces de superar el trauma físico que supone una transformación de tal calibre.

En peligro crítico

Desde entonces la experimentación con axolotls se ha modernizado. Con el progreso en biomedicina se han vuelto animales de laboratorio especialmente útiles para estudiar medicina regenerativa e incluso biología del desarrollo, dado el gran tamaño de sus embriones y su sencilla manipulación. Su cría está extendida incluso entre particulares, que los tienen como una mascota más (poco interactiva, pero una mascota a fin y al cabo).

La mala noticia es que, este desmesurado aumento de su número en cautividad se ha visto acompañado de un descenso dramático de las poblaciones en libertad. El hábitat del axolotl es realmente limitado, extendiéndose a apenas un lago en todo México: el lago Xochimilco, formado por una serie de canales. Son tan pocos que han sido declarados una especie amenazada y más concretamente, en peligro crítico de extinción.

Canal de agua del río Xochimilco, en Ciudad de México.larazonJosefa Ortiz de Domínguez

La contaminación del lago, las hélices de las barcas y la introducción de especies invasoras han ido minando la población, pero en este caso hay un tercer culpable mucho menos frecuente: la gastronomía. El caldo de axolotl es un plato tradicional que ha llevado a su pesca y cría descontrolada. Más allá de su valor como delicatesen, su mayor atractivo se debe a las falsas promesas asociadas con su consumo. Según la folkmedicina de la zona y sin ninguna base científica en absoluto, beber la sopa de axolotl sana todo tipo de males, en especial los relacionados con enfermedades respiratorias. Aunque pueda parecer algo sacado de otro siglo, este tipo de tradiciones pseudocientíficas siguen vivas en los poblados del Valle de Toluca. Así que, ya sea por los motivos de siempre, o por el impacto ecológico de las pseudociencias, el axolotl se encuentra realmente amenazado en libertad.

Quién sabe cuánto tiempo le queda a esta especie, tan llena de secretos a los que Cortázar inmortalizó con su pluma. No obstante, y volviendo al relato del maestro argentino. Puede que tras esa máscara larvaria no se esconda una salamandra completamente desarrollada, pero para el escritor se ocultaba algo mucho más inquietante. La ficción de Cortázar habla de él mismo, yendo cada mañana al Jardin de Plantes para observar a los axolotls desde el otro lado de sus peceras. Día tras día, tratando de entender el vínculo que sentía con ellos. Hasta que la perspectiva de los acuarios cambió para descubrirse mirándose a sí mismo desde dentro del agua. Encarcelado en el inexpresivo rostro del axolotl. Ahora el protagonista era uno de ellos y tras los siempre abiertos ojos de sus compañeros de celda, podía sentir sus consciencias, condenadas a una vida de sombras entre guijarros y juventud.

Son solo las ensoñaciones de un poeta, pero precisamente por eso, son de las palabras más sentidas que un verdugo ha dicho jamás a su víctima.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Duméril no se encontró ejemplares adultos nada más abrir la caja en que habían sido enviados. Fue con la primera generación de crías cuando observó la metamorfosis.
  • La salamandra tigre y el axolotl son especies distintas, a pesar de que históricamente no se haya tenido tan claro. Sin embargo, sus larvas son realmente similares y muchas fotografías de salamandras tigres son equivocadamente etiquetadas como de axolotls.

REFERENCIAS (MLA):

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