Ciencia

Focas rojas, buitres de arcilla y zorros de cristal

Existen animales que se recubren con materia inorgánica, pero ¿sería posible un ser recubierto con cristales?

Fotografía de un quebrantahuesos (Gypaetus barbatus)
Fotografía de un quebrantahuesos (Gypaetus barbatus)Richard BartzCreative Commons

Se puede decir mucho sobre las nuevas películas de Star Wars y no estaremos de acuerdo en todo, pero hay algo que cuesta negar: Los mundos a los que la saga ha dado vida siguen siendo obras de arte. Hacia el final del episodio VIII, Los últimos Jedi, nos transportan a Crait, un planeta mineral, que dicen ellos. En él no parece haber rastro de vida o vegetación, solo una llanura salpicada de mesetas escarpadas, todo cubierto de un blanco que a primera vista puede parecer nieve.

No obstante, cuando se acerca el plano puede verse que la llanura presenta unos relieves extraños para ser nieve, como unas cuadrículas irregulares, pequeños montículos alargados que se encuentran formando una red. Lo que estamos viendo es, en realidad, un descomunal desierto de sal. Hasta aquí no es demasiado extraño, de hecho, en la tierra tenemos desiertos de sal de hasta 12 kilómetros cuadrados, como el de Uyuni, en Bolivia. Uyuni cuenta con unos 10 mil millones de kilómetros de sal y aunque no es nada comparado con Crait, si solo fuera por esto no podríamos decir que se tratara de un planeta realmente original. Pero es que bajo esta superficie salada hay otra sorpresa, una segunda capa de un polvo carmesí.

El verdadero problema de Crait

Al desplazarse sobre la superficie del planeta, las máquinas desplazan los cristales blancos, levantando una polvareda de rojo realmente llamativa. En este caso no conocemos nada parecido, pero se trata de una combinación plausible. Un gran cuerpo de agua salada donde fue depositándose poco a poco en el suelo un sustrato carmesí sobre el que, posteriormente, al secarse el agua, quedaron cristalizadas las sales. La vuelta de tuerca que realmente desconcierta es que en ese mundo inhóspito parece haber vida. Vida compleja, concretamente unos pequeños zorros llamados vulptex.

Los vulptex no solo destacan por ser carnívoros viviendo en un páramo donde no parece haber rastro de presas ni vegetación que las pueda mantener. Lo más llamativo de ellos es su propia fisionomía. Cada uno de sus pelos parece estar enfundados por largos cristales transparentes. Recuerdan a una extraña mezcla entre un mamífero y una lámpara de araña. Su aspecto es realmente elegante y sus movimientos hipnotizantes. Los cristales tintinean unos con otros al chocar y emiten destellos que atrapan nuestra atención, pero hay un problema. Hasta ahora podíamos creernos Crait sin problema alguno, pero esto nos pide un salto de fe. ¿Cómo puede existir una fusión entre animal y mineral? Pues bien, puede que no sea tan descabellado como parece.

Animal Y mineral

No creo revelar nada sorprendente al decir que en nuestro cuerpo hay minerales, es más: los necesitamos para sobrevivir. El calcio, el cloro, el sodio, el magnesio… Es más no solo tenemos minerales, sino que algunos forman cristales, como la hidroxiapatita de nuestros huesos, intercalando sus formas de cristales hexagonales para darle más resistencia al tejido. Podríamos justificar de este modo que mineral y animal conviven necesariamente, pero entre esto y los zorros de cristal hay un buen salto. Lo que los vulptex parecen hacer es cubrir su pelo con minerales y, por suerte, también hay algunos casos, aunque mucho más modestos.

Si dijéramos que algunos animales se cubren el cuerpo con hierro posiblemente nos estaríamos pasando de épicos, pero es más o menos cierto. Lo que parece ocurrir realmente es se manchan de óxido de hierro, pero de tal modo que este se adhiere a su pelo, piel o plumas.

Pongamos como primer ejemplo un caso muy nacional, el del quebrantahuesos (Gypaetus barbatus). Casi seguro que has visto alguno, si no en vivo sobrevolándote a muchos metros de altura, puede que en alguna foto o en un vídeo. Se trata de una especie de buitre especialmente grande y elegante, como si llevara sombra de ojos y un extraño y una perilla de chivo. Más allá de algunas plumas negras, el color de esta rapaz es de un marrón anaranjado tenue. Durante no poco tiempo se dio por hecho que así eran sus plumas, pero al criar ejemplares en cautividad, sus cuidadores pudieron ver algo muy diferente. Aquellos quebrantahuesos que nunca habían vivido en libertad eran blancos con algunas salpicaduras de negro, pero en ellos no había ni rastro de naranja.

Comparación de los plumajes de un quebrantahuesos en libertad a la izquierda y a la izquierda uno en cautividad.
Comparación de los plumajes de un quebrantahuesos en libertad a la izquierda y a la izquierda uno en cautividad.AnónimoCreative Commons

Lo más llamativo del quebrantahuesos es, posiblemente, su costumbre de dejar caer huesos mientras vuela para, al abrirlos, alimentarse de su médula. No obstante, había otra actividad que a los observadores se les estaba pasando por alto. Los quebrantahuesos parecen tener la costumbre de bañarse en charcas y barros ricos en hierro. Al reaccionar con el oxígeno y el agua, el hierro se oxida, y una de sus formas adquiere la coloración anaranjada que tiñe a los quebrantahuesos. La misma que está presente en muchas arcillas, como la que forma la rojísima tierra de Las Médulas, en León. La finalidad no se tiene clara, y se baraja entre una función puramente decorativa o que pueda ayudar a mantener a raya a algunos parásitos, aunque esta última hipótesis está bastante cuestionada. En cualquier caso, es un animal que se cubre con óxido de hierro y que le da la coloración que consideramos natural en él.

Algo parecido ha sucedido en Carolina del Sur, donde se han reportado varios avistamientos de aligátores americanos (Alligator mississippiensis) completamente naranjas. El color de sus escamas y de su piel es casi irreal. Y, a pesar de su intensa coloración, su origen parece todavía un misterio. Algunas hipótesis apuntan a que se trata de algas rojizas adheridas a su superficie, pero la explicación más apoyada es que estos ejemplares debieron de haber pasado sus meses de invierno hibernando en alguna tubería oxidada. No obstante, durante la hibernación, por muy sumergidos que puedan estar en el agua contaminada con robín, como poco suelen mantener la punta del hocico fuera del agua. De este modo pueden respirar, pero claro, no sería de esperar que las partes sumergidas también se tiñeran, y sin embargo lo han hecho. Sea como fuere, la apuesta ganadora sigue siendo el óxido de hierro.

Caimán enrojecido
Caimán enrojecidoAnónimoCreative Commons

Un tercer y último ejemplo son las focas comunes (Phoca vitulina) que podemos encontrar reposando en las enlodadas orillas de Essex. Cuando están húmedas no parecen tener gran cosa de especial, pero todo eso cambia en cuanto comienzan a secarse. Repentinamente, su pelaje cambia de color al deshacerse de la humedad y evitar que la luz se doble al pasar del aire al agua por culpa del distinto índice de refracción. De repente son naranjas. Una vez más, puede explicarse esto por la alta concentración de óxido de hierro de las orillas. Así que, en cierto modo la idea de animales recubiertos de minerales no es tan extraña. Pero ¿y cristales?

Fotografía de las focas de Essex
Fotografía de las focas de EssexanónimoCreative Commons

Quemaduras de tercer grado

Hacer cristales es relativamente fácil, solo necesitamos una disolución de alguna sal en la que parte de este empiece a precipitar, a pasar de estar disuelta a recuperar su estado sólido. Eso puede producirse cuando parte del agua se evapora, como en las salinas, o cuando cambia la temperatura del líquido, reduciendo el coeficiente de solubilidad. Lo que es difícil es que estos cristales crezcan hasta alcanzar grandes tamaños. No obstante, con las condiciones adecuadas es posible crear cristales de hasta varios metros de altura, por lo que la pregunta sería realmente si estos procesos son compatibles con un ser vivo, ya que los cristales tendrían que formarse sobre él.

El truco para que conseguir grandes cristales es que el soluto precipite lo más lentamente posible, eso significa que, en primer lugar, los vulptex debieron de estar absolutamente quietos bajo el agua durante mucho tiempo. Y no solo eso, si tenemos en cuenta que los mayores cristales de la tierra se forman en líquidos muy calientes que se enfrían lentamente, es probable que estemos hablando de un baño a temperaturas capaces de producir, como poco, unas quemaduras realmente feas. Desde luego que podríamos especular sobre si podrían pasar meses hibernando semi sumergidos o si existe un disolvente y un mineral capaces de formar estos cristales en un tiempo razonable sin requerir de unas temperaturas iniciales incompatibles con la vida de estos pobres animales, pero sería un trabajo estéril.

Los mundos de fantasía son maravillosos porque encuentran un equilibrio estimulante entre la realidad y la ficción, entre las reglas de nuestro mundo y las ensoñaciones de su creador. Crait es eso mismo, un lugar precioso y bien pensado que, si bien no es necesariamente plausible, no deja de estar ligado a conceptos muy presentes en la Tierra. Sales, pigmentos y animales que son algo más que pura biología.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Este artículo no pretende, bajo ningún caso, juzgar la calidad cinematográfica de la película ni ponerla en cuestión basándose en su plausibilidad científica. Es tan solo una reflexión superficial sobre la viabilidad de un mundo fantástico y las criaturas que lo habitan.

REFERENCIAS (MLA):

  • Hill, Richard W et al. Animal Physiology. 4th ed., Sinauer Associates Inc, 2016.
  • HUNTER, Graeme K. et al. "Nucleation And Inhibition Of Hydroxyapatite Formation By Mineralized Tissue Proteins". Biochemical Journal, vol 317, no. 1, 1996, pp. 59-64. Portland Press Ltd., doi:10.1042/bj3170059. Accessed 17 July 2020.
  • Tributsch, Helmut. “Ochre Bathing Of The Bearded Vulture: A Bio-Mimetic Model For Early Humans Towards Smell Prevention And Health”. Animals, vol 6, no. 1, 2016, p. 7. MDPI AG, doi:10.3390/ani6010007. Accessed 17 July 2020.