Imagen de la película "El curioso caso de Benjamin Button", en el que el protagonista rejuvenecía con el paso del tiempo

El animal que rejuvenece como Benjamin Button

Benjamin Button es ficción, pero existen animales que rejuvenecen de un modo parecido.

Es difícil escribir fantasía sin inspirarse (aunque sea mínimamente) en la realidad. A veces esas referencias son muy evidentes. Otras, escapan incluso a la mirada más analítica. Pero de un modo u otro, el cerebro crea tomando retazos de lo que hemos vivido, lo que hemos oído o lo que hemos creído entender. Por ese motivo es extraño encontrar una obra artística a la que no pueda exprimírsele unos miligramos de ciencia, y eso es lo que ocurre con El Curioso Caso de Benjamin Button.

En 2008 las salas de cine proyectaron las imágenes de un jovencísimo anciano. Su nombre era Benjamin Button y su historia había empezado como ninguna otra: había nacido viejo. Desde entonces, en lugar de envejecer con la edad, Benjamin rejuvenecía, año tras año, hasta acabar siendo el niño que nunca fue. Tras toda esta fanfarria de fantasía, la historia no deja de ser una película romántica en la que Benjamin (Brad Pitt) rejuvenece mientras su amor, Daisy Fuller (Cate Blanchett), se hace cada vez más vieja. La intención del director (David Fincher) no era lograr el mayor rigor posible, era que pudiéramos aceptar sus premisas sin darles demasiadas vueltas, pero tras el fundido en negro y los créditos la pregunta se vuelve inevitable: ¿podría existir un Benjamin Button?

Una comparación desafortunada

Si decidimos bucear en unos cuantos manuales de medicina en busca de una respuesta, es posible que salgamos decepcionados. No hay nada que se parezca a lo que describía F. Scott Fitzgerald en el relato corto que inspiró la película. Algunas voces han tratado de trazar relaciones con una enfermedad genética llamada progeria y lo que el filme cuenta. Las personas que la sufren nacen con algunos rasgos que, popularmente, suelen relacionarse con la vejez: una mandíbula retraída, ausencia de pelo, una nariz prominente, problemas de la vista y arrugas. Sin embargo, aquí acaba todo parecido con la película.

La progeria es, desgraciadamente, una enfermedad letal y quienes la padecen no suelen superar los 20 años de vida. No creo que sea necesario insistir en que estos rasgos “avejentados” tampoco se revierten con la edad, como ocurre con Benjamin Button. Así pues, tal vez la progeria no sea la comparación más apropiada.

Los libros de medicina no han conseguido saciar nuestra curiosidad, pero tal vez sea porque no hemos buscado en el lugar adecuado. Aunque menos populares, la respuesta puede estar en los textos sobre biología de los invertebrados. Imagina un animal que pueda rejuvenecer de vez en cuando para burlar a la muerte. Suena épico y, de hecho, nos trae a la mente la imagen de un majestuoso fénix renaciendo de sus propias cenizas. Sin embargo, nuestro protagonista es muy diferente: es una hidromedusa.

Un fénix de carne y hueso

Se trata de Turritopsis dohrnii y Turritopsis nutricula. Al igual que otras especies, empiezan su vida como larvas que se dejan arrastrar por la corriente, luego se fijan a alguna superficie donde se transformarán en pólipos a partir de los cuales emergerán los adultos. La diferencia está en que llega un momento (aparentemente relacionado con la escasez de alimento, cambios de salinidad, temperatura o lesiones graves) en el que sus células empiezan a ir “marcha atrás”. En lugar de seguir madurando, se transforman recuperando su juventud y devolviendo a la hidromedusa a su forma de pólipo. Una vez aquí, el viaje vuelve a empezar, renaciendo, como quien dice.

Turritopsis dohrnii
Turritopsis dohrniiBachwareCreative Commons

Normalmente las células se vuelven más especializadas durante nuestro desarrollo. Todas tienen la misma información genética, pero según qué información expresen pueden convertirse en células del hígado, neuronas, glóbulos blancos, etc. Antes de especializarse tanto son las famosas células madre, más o menos capaces de dar lugar a una gran variedad de células diferentes. Por ejemplo, las células madre totipotentes todavía son capaces de producir un ser vivo completo; las multipotentes ya se han diferenciado un poco y, aunque pueden generar una gran cantidad de tejidos, no son capaces de dar lugar a todo un organismo. Finalmente, las multipotentes suelen especializarse en tejidos más concretos, dando lugar a una variedad de células menor.

Este es el curso normal de los acontecimientos, aunque los científicos ya saben cómo invertir este proceso, consiguiendo transformar una célula de la piel en una indiferenciada célula madre. Sin embargo, lo que hace esta hidromedusa es distinto. El nombre del proceso es “transdiferenciación” y les permite a estos organismos transformar una célula diferenciada en otra sin tener que pasar por ese estadio de célula madre. Podríamos compararlo con una sustancia capaz de pasar de estado sólido a gas sin tener que volverse líquida de por medio (sublimación).

Turritopsis y Benjamin Button tienen algunas cosas en común, aunque su historia no es exactamente la misma. Sin embargo, estas hidromedusas nos sugieren algo más. Puede que por ahora la historia de Button sea absoluta ficción, pero si conseguimos desentrañar los detalles de esta transdiferenciación tan completa, es posible que encontremos alguna técnica capaz de rejuvenecer moderadamente nuestros tejidos, lo cual podría ser determinante para paliar algunas enfermedades relacionadas directamente con el envejecimiento. Sea como fuere, estaríamos hablando de un futuro relativamente lejano. Mientras tanto tendremos que conformarnos con este particular fénix de los invertebrados y su indirecta relación con el cine.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Las células madre tienen un nombre poco apropiado en nuestro idioma. En inglés se llaman stem cells, que significa “células troncales” por ser a partir de las cuales surgen las distintas líneas celulares (ramas en esta analogía) que acaban dando lugar a células realmente especializadas para funciones concretas, como las neuronas, las epiteliales de nuestra piel o los cardiomiocitos del corazón.
  • La transdiferenciación es un fenómeno que va mucho más allá de los casos extremos de Turritopsis. La primera vez que se describió fue en el gusano de la seda durante su metamorfosis y desde entonces ha sido encontrada de forma puntual en otras especies evolutivamente muy separadas.

REFERENCIAS (MLA):