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Atrapado en el tiempo (y en la inducción): el gran problema de las ciencias

No hay motivo para asumir que, porque algo ya haya ocurrido muchas veces, vaya a seguir haciéndolo, pero por suerte existe la estadística.

Bill Murray en la película "Atrapado en el tiempo".
Bill Murray en la película "Atrapado en el tiempo".Harold RamisBill Murray en la película "Atrapado en el tiempo".

Atrapado en el tiempo es una de esas películas que, irónicamente, no envejecen. Sigue tan fresca como cuando se estrenó en 1993. En parte se debe a su originalidad, su humor blanco y a que Bill Murray sigue tan presente en la gran pantalla como por aquel entonces. No obstante, hay algo en ella que inquietaría a cualquier filósofo de la ciencia que se precie. Es posible que Phil Connors, el personaje que interpreta Bill Murray, cometa en el filme uno de los mayores errores de la historia de la ciencia: inducir por encima de sus posibilidades.

El argumento de la película es sencillo: Phil Connors es el meteorólogo de una cadena de televisión que acude al pueblecillo de Punxsutawney para cubrir un evento no demasiado apasionante. Sus lugareños tienen una tradición muy concreta y emplean una marmota para determinar cuánto invierno queda por delante. Tras retransmitir el evento, Phil se ve obligado a pasar la noche en Punxsutawney al quedarse atrapado por una fuerte ventisca. El nudo se presenta tan pronto como Phil se despierta y nota que está reviviendo el mismo día por segunda vez. Y aquí viene el gran error, porque al repetirse por tercera vez, Phil asume que está en un bucle sin fin y que sus malas acciones caducarán cada 24 horas, sintiéndose libre para comportarse como un verdadero cretino.

El problema de la inducción

Solemos ver a las ciencias como estandarte de la verdad, pero ¿estamos seguros de ello? Para la mayoría de los estudiosos de la filosofía de la ciencia hay dos formas lógicas en que podemos obtener conocimiento de la realidad. Por un lado, tenemos la deducción. Generalmente solemos pensar que deducir es partir de conceptos generales e inferir consecuencias más particulares. Un ejemplo sería: El agua moja y en este vaso hay agua, por lo tanto, si me tiro este vaso encima me mojaré.

No obstante, lo que define realmente a la deducción es que, cuando sus premisas son ciertas (el agua moja y este vaso tiene agua) y las condiciones iniciales no interfieren con ella (el vaso no está tapado, el agua no está congelada, etc.) la aplicación de reglas lógicas nos permite llegar a una conclusión que ha de ser estrictamente cierta. La realidad es algo más espinosa porque en la práctica se vuelve imposible controlar completamente las condiciones iniciales o determinar la veracidad de las premisas y las hipótesis auxiliares (mi piel es capaz de determinar cuándo me he mojado) No obstante, en una situación ideal la deducción permite obtener conocimiento “seguro”.

No sucede lo mismo con la inducción, la otra forma de obtener conocimiento. Una vez más, solemos pensar que la inducción nos permite inferir conocimiento general a partir de eventos particulares. Por ejemplo: El vaso de agua está mojado, cuando me ducho me mojo y si llueve se moja la calle.

En este caso, la clave está en que, a diferencia de la deducción, la inducción no nos proporciona un conocimiento “seguro”. Asume que cuando algo se repite muchas veces podemos trazar una regla general indicando que se repetirá siempre: “El Sol ha salido cada día y seguirá saliendo todas las mañanas”. Pero ¿Cuántas veces ha de repetirse algo para que estemos seguros de que es una suerte de “norma”? Simplemente no podemos tener ninguna certeza, y por eso la inducción es mucho más peliaguda, ni siquiera en una situación ideal ofrece certezas. Es más, la cosa se complica otra vuelta de tuerca si pensamos que muchas premisas de nuestros razonamientos deductivos se basan a su vez en la inducción.

El problema de Phil Connors

A pesar de todo, tanto la ciencia como Phil Connors deciden fiarse de la inducción, aunque de maneras diferentes. En el caso de Connors le vale con que su día se repita tres veces para asumir que habrá un cuarto y un quinto, permitiendo que transgreda las normas sociales sin preocuparse por las consecuencias. Como hemos visto, la apuesta es arriesgada, sobre todo si tenemos en cuenta que la forma en que la ciencia se enfrenta al problema de la inducción es acumulando grandísimas cantidades de ejemplos de un evento hasta que la estadística le permite decir que la probabilidad de que la inducción sea válida y no se deba al puro azar es realmente alta. Tener solo tres ejemplos (como es el caso de Connors) es prácticamente como jugar a cara o cruz, precisamente por eso los ensayos clínicos necesitan a miles de personas y no podemos aprobar el uso de la homeopatía porque una persona diga que le funciona.

Para ser sinceros, el problema de la inducción no se soluciona del todo gracias a la estadística, pero nos ayuda a darle al conocimiento científico la mayor validez posible. Tal vez, si Phil Connors hubiera aplicado el conocimiento de metodología científica que se espera de un meteorólogo, habría actuado de otro modo (y la película habría sido muchísimo más larga).

QUE NO TE LA CUELEN:

  • El día de la marmota plantea lo siguiente: si, al despertarse de su hibernación, una marmota se asoma a la entrada de su madriguera y ve su sombra, se supone que esta se dará media vuelta y que el invierno durará seis semanas más. Si por el contrario el día está encapotado por las nubes y no hay tal sombra, la marmota saldrá y los paisanos afirmarán que el invierto terminará pronto. Por supuesto, esta técnica no tiene la menor validez y aunque es cierto que las marmotas suelen terminar de hibernar hacia el final del invierno, la precisión que se asigna a esta tradición es, fundamentalmente, mitológica.

REFERENCIAS (MLA):