Sociedad

Paleontología

Descubren un verdadero Titán del periodo Cámbrico

Titanokorys ginesi es uno de los seres más grandes de su tiempo a pesar de que rondaba el medio metro de longitud.

Ilustración de un ejemplar de Titanokorys ginesi
Ilustración de un ejemplar de Titanokorys ginesiLars FieldsCreative Commons

Su nombre es Titanokorys ginesi y pese a su medio metro de longitud, era un verdadero titan de su tiempo. Sus restos acaban de ser encontrados en uno de los yacimientos más icónicos del mundo: Burguess Shale, en Canadá. Entre sus esquistos se han encontrado ejemplares que parecían salidos de cuentos de fantasía, como la opabinia, de mirada perturbadora o la hallucigenia, un puzle en el que los paleontólogos ni siquiera sabían reconocer su derecho y su revés. Sabemos que todas esas especies vivieron hace unos 505 millones de años, durante el periodo Cámbrico, pero todavía existe cierta polémica acerca de si convivieron allí mismo, sobre el fondo marino que era Burguess Shale, o si sus cadáveres fueron arrastrados desde otros lugares relativamente distantes.

Sea como fuere, aquella era, más o menos, la fauna que llenaba los mares cámbricos y ellos definían la norma. Porque mal que le pese a Protágoras, el ser humano no es la medida de todas las cosas y, si bien el medio metro de Titanokorysno parece gran cosa comparado con nosotros, sí le convertía en un ser descomunal para el resto de las especies cámbricas, la mayoría de las cuales no superaban los 5 centímetros. No hay duda de que Titanokorys era monstruosamente grande para sus coetáneos, un leviatán del pasado que pasaba sus días cazando en el fondo de los mares. Pero, ¿qué era exactamente?

Una familia de gigantes

Tras su extraño aspecto, se esconde una clasificación incluso más extraña. No nos cuesta diferenciar un perro de una vaca y mucho menos a estos de una lubina o un cocodrilo, sin embargo, entendemos lo lejos que se encuentran evolutivamente. Sin embargo, los invertebrados se nos resisten, al menos popularmente, porque en el ámbito académico no existe ninguna duda acerca de la inabarcable variedad de invertebrados que existen. La distancia genética entre cucarachas y escarabajos es mayor que entre una cebra y un perro y, sin embargo, nos cuesta verlo. En cualquier caso, hay que entender el descubrimiento de Titanokorys bajo este prisma, porque si nos dejamos llevar por su exterior correremos el riesgo de tomarlo por un artrópodo más, no muy distinto de una chinche de agua o una langosta hipertrofiada.

En realidad, Titanokorys gainesi pertenece a un orden de animales llamado Radiodonta. Este taxón es famoso, precisamente, por contener algunas de las especies más grandes de su tiempo. Entre ellos, Titanokarys gainesi era uno más, porque no podemos olvidar a su pariente, el anomalocaris, un radiodonto cuyo tamaño se estima entre 1 y 2 metros de largo. Entre ellos seres como Aegirocassis o Kerygmachela, todos ellos con cuerpos largos y cargados de aletas que supuestamente se movían a modo de remos. En sus cabezas, destacaban dos grandes ojos compuestos, parecidos en ese aspecto a los que están presentes en los crustáceos que pueblan nuestras mariscadas (salvo tal vez por Kerygmachela).

Ilustración de un ejemplar de Titanokorys ginesi
Ilustración de un ejemplar de Titanokorys ginesiLars FieldsCreative Commons

Un cazador de las profundidades

Siguiendo con el patrón del resto de radiodontos, Titanokorys tenía una boca en forma de anillo cuyo aspecto ha sido históricamente comparado con una rodaja de piña. Esta, estaba protegida por dos grandes protuberancias espinosas que empleaban para agarrar a sus presas y arrastrarlas hacia su extraña boca. Tal vez, lo más reseñable de esta nueva especie, fueran las proporciones de su cabeza. Por supuesto, Titanokorys no es el único radiodonto con una generosa cabeza, de hecho, el subgrupo al que pertenece (hurdiids) se caracteriza por ello. Sin embargo, su caso es extremo incluso dentro de lo excepcional. Prácticamente todo su cuerpo es una enorme cabeza situada por delante de sus ojos, los cuales quedan tan atrás que cuesta reconocerlos como tales.

Esta cabeza tan costosa y que complicaba tanto su movilidad, debía tener una función clara y no ser tan solo un capricho de la evolución. Según Doctor Caron, profesor asociado de la Universidad de Toronto y especialista en Ecología y Biología Evolutiva, ésta podría ser empleada como una especie de arado, permitiendo a Titanokarys remover el lecho marino y, de ese modo, obligar a sus presas a que salieran de sus escondites bajo la arena. Por este motivo, los expertos ubican a la nueva especie como un cazador de las profundidades, imaginándolo en un constante arar.

Y a pesar de todo, tal vez convenga contener la emoción. El descubrimiento de una nueva especie siempre nos cautiva y hace que nuestra imaginación fluya, pero si algo hemos aprendido de la paleontología, en especial de la que se remonta tantos millones de años y más en concreto del desconcertante bestiario de Burguess Shale, es que no todo es lo que parece. Cuando descubrimos el anomalocaris pensábamos que su boca era una medusa y sus protuberancias espinosas un par de gambas prehistóricas. Solo el tiempo nos dirá cómo de exacta es esta primera visión delTitanokarys.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Pese a que el descubrimiento de este animal ya fue anunciado hace un tiempo, es ahora cuando se ha publicado el primer artículo científico al respecto, haciendo de ello una noticia robusta, cargada de detalles y, si acaso queremos entenderlo así: oficial.

REFERENCIAS (MLA):