Paleontología

El truco de los mamíferos: ¿Cómo logramos dominar el mundo?

Los mamíferos guardamos algunos ases en la manga que nos han permitido prosperar por todo el planeta, estos son algunos de ellos

Recreación de un mamut en el Royal British Columbia Museum
Recreación de un mamut en el Royal British Columbia MuseumGeoff PetersCreative Commons

Hubo una vez en que los mamíferos éramos poco más que ratoncillos viviendo a la sombra de los dinosaurios. Monstruos que nos superaban en tamaño y contra los que no podíamos luchar. Nuestra única baza era escondernos, mantener un perfil bajo y vivir mientras ellos dormían. Sin embargo, hubo un momento donde todo empezó a cambiar y nosotros logramos tomar el relevo de aquel reinado. Los mamíferos comenzamos a crecer generación tras generación de una manera casi descontrolada y las especies empezaron a multiplicarse. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Dónde estaba el truco? Por mucho que los dinosaurios no avianos se hubieran extinto, hacía falta algo más para explicar por qué nosotros habíamos crecido tanto. ¿Qué hizo que ocupáramos nosotros ese nicho y no otras formas de vida, como los reptiles o las aves?

Para ser justos, antes de empezar a desarrollar una respuesta, hemos de aclarar que ese concepto de “dominar el mundo” no es demasiado científico. Lo tomamos por motivos narrativos y porque, intuitivamente, nos hacemos una idea de lo que significa: contar con las especies más grandes y visibles alrededor del planeta.Si fuéramos estrictos, ni los dinosaurios ni los mamíferos hemos dominado jamás la Tierra. Recordemos que existen insectos, mucho más exitosos que nosotros, con una incomparable variedad de especies, prósperos en casi cualquier ecosistema. No obstante, concedamos esta licencia para desarrollar el tema. ¿Cómo llegamos a dominar el mundo?

El trono en disputa

Es frecuente que demos las cosas por hechas. Que aceptemos los “porque sí” disfrazados. Solemos pensar “tenía que ocurrir algo y sucedió esto”, y es parcialmente cierto, porque a veces la contingencia juega un papel y hay azar en nuestra historia natural, pero, incluso en esos casos, se pueden rastrear algunos factores que posiblemente facilitaron o posibilitaron que las cosas se desarrollaran de algún modo concreto. No estaba escrito que los mamíferos fueran a alcanzar la talla que tienen ahora e imponerse a otras formas de vida (tal y como nosotros lo ponderamos). De hecho, durante un tiempo tras la desaparición de los dinosaurios no avianos, fueron las aves pugnaron por esa dominación.

Si volviéramos atrás en el tiempo unos 56 millones de años, nos encontraríamos en el límite entre el Paleoceno y el Eoceno. En ese momento acababa de surgir un género icónico de nuestro registro fósil, el Gastornis. Se extendieron por lo que hoy es Europa, Norteamérica y parte de China y algunas especies alcanzaron los 2 metros de altura. Si ya para nuestro tiempo Gastornis sería considerado un gigante, en su momento lo fue mucho más. Por aquel entonces, los mamíferos, a su lado, éramos enanos. Por ese motivo se ha supuesto durante bastante tiempo que los Gastornis eran predadores de mamíferos, pero análisis más actualizados sugieren que, posiblemente, fueran herbívoros. Sea como fuere, había competidores al trono y nuestro éxito tuvo que radicar en algo tangible.

Un crecimiento desmesurado

Para poner la realidad sobre la mesa, si empezamos a analizar el registro fósil posterior a la extinción de los dinosaurios no avianos (hace 66 millones de años, la era cenozoica) encontraremos ese crecimiento del que estábamos hablando. En apenas unos millones de años, los mamíferos pasaron de medir unos centímetros a varios metros. De hecho, el cambio fue incluso más notable si nos guiamos por el peso, donde la diferencia alcanzó los 4 órdenes de magnitud (frente a las tres del tamaño) eso significa añadir cuatro ceros pasando de los 10 gramos a los 100 kilos aproximadamente. Por suerte, estudios relativamente recientes están logrando arrojar luz sobre esta cuestión, y parece que parte de nuestro éxito tiene que ver con la velocidad a la que vivían nuestros antepasados.

El último estudio sobre este tema ha trabajado con los restos fósiles de un ejemplar de Pantolambda bathmodon, un mamífero que vivió hace 62 millones de años, tan solo 4 millones de años después de la extinción de los dinosaurios no avianos. Su tamaño era comparable al de una oveja, lo cual lo convertía en un verdadero titan de su época y, precisamente por eso, el Pantolambda resulta un caso de estudio tan interesante. Los investigadores buscaban peculiaridades que ayudaran a comprender qué hacía especial a estos géneros de mamíferos que habían crecido tan rápido y el modo de vida podía dar pistas muy valiosas. Pero ¿cómo reconstruir la “biografía” de un animal que lleva muerto 62 millones de años? Pues la clave está en la física y la química, como siempre que hay que datar algo tan antiguo.

Dientes con historia

Una de las mejores maneras de revelar detalles sobre la vida de un animal está en su dentadura, así que el equipo de investigadores se puso manos a la obra y analizó los dientes del Pantolambda bathmodon. Por un lado, tomaron un corte fino que permitía ver el depósito de distintos materiales a medida que había ido creciendo el diente (de dentro a fuera) mientras también crecía su propietario. Por otro, vaporizaron parte de un diente para poder analizar en detalle su composición química.

Pantolambda (The Wonderful Paleo Art of Heinrich Harder - 1920)
Pantolambda (The Wonderful Paleo Art of Heinrich Harder - 1920)Heinrich HarderCreative Commons

El primer análisis de los dos nombrados permitió observar las bandas del diente, similares a los anillos que podemos encontrar en el tronco de un árbol, lo cual nos da una idea del factor tiempo. El segundo análisis ha encontrado algunos marcadores claros del nacimiento y el destete que, nos permiten ubicar temporalmente algunos hitos de su vida. Para ser más específicos, diremos que los elementos clave han sido el zinc y el bario. Los depósitos del primero nos permiten estimar con bastante exactitud el momento de su nacimiento y, el bario, nos habla de la lactancia, por lo que es un indicador interesante de cuándo deja la leche materna.

Vivir rápido, morir jóven

A partir de esta información (y otros tantos detalles), los investigadores han podido estimar que el embarazo de un Palatolambda bathmodon duraba apenas unos 7 meses, algo razonable comparado con el periodo de gestación de mamíferos actuales de un tamaño similar. Sin embargo, su desarrollo dental sí parece haber sido excepcionalmente rápido y el amamantamiento duró entre uno y dos meses y medio, menos de la mitad que en el ganado ovino. Si los investigadores están en lo cierto, estos animales alcanzaban la madurez sexual en menos de un año (más o menos como una oveja) y apenas vivían 3 o 4 veranos. Para poder poner estas cifras en contexto, un mamífero moderno de su talla viviría unos 20 años, esto es: cinco veces más.

El resultado está claro. Mamíferos como el Palatolambda bathmodon vivían rápido y morían jóvenes. Esta vida acelerada hacía que destacaran entre otras formas de vida, permitiendo alcanzar mayores tamaños en menos tiempo y que sus generaciones se sucedieran con más velocidad, de tal modo que podían acumular más cambios en menos tiempo. A fin de cuentas, la evolución son pequeños cambios que ocurren con cada generación. Falta mucho por investigar y posiblemente nuestro éxito tenga un origen más complejo, pero esto nos proporciona una idea bastante interesante sobre cómo pudimos haber llegado a dominar el mundo.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • La paleontología rara vez trata con certezas, pero eso no significa que valga cualquier especulación. Cualquier explicación que queramos dar ha de estar respaldada por pruebas, muy al estilo de como ocurriría en una investigación policial. Para sugerir que un animal extinto hacía tal o cual cosa no nos basta solo con que resulte plausible, es necesario que haya buenos motivos para sospecharlo. Tal vez un análisis químico de sus huesos, de su entorno, un estudio de las proporciones de su esqueleto, otros fósiles que se encontraran cerca de él, etc. Cada detalle nos proporciona pistas sobre la vida del individuo fósil y ellas proporcionan los puntos clave de su historia. Los paleontólogos no pueden inventar cuanto quieran, han de apoyarse lo máximo posible en esos puntos.

REFERENCIAS (MLA):