Ciencia en la cocina

No es la cebolla, es tu cuchillo: el corte romo lanza en el ambiente las células que te hacen llorar

El secreto para no llorar al cortar cebolla no está en la nevera, sino en el cuchillo, pues el rocío químico que irrita los ojos puede salir disparado a una velocidad de hasta 144 kilómetros por hora

Cebolla | Fuente: Stefan Schweihofer / Pixabay
Cebolla | Fuente: Stefan Schweihofer / PixabayLa Razón

La próxima vez que una cebolla le haga llorar, quizá deba preocuparse más por las bacterias que por las lágrimas. Aunque la irritación ocular es la consecuencia más notoria de trocear esta hortaliza, un corte inadecuado esconde un problema añadido: la dispersión de patógenos. La fuerza que se ejerce con una herramienta roma no solo secciona, sino que aplasta las fibras vegetales, convirtiendo la tarea en un factor de riesgo alimentario que a menudo pasa desapercibido en nuestras cocinas.

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De hecho, la diferencia entre un corte limpio y un aplastamiento es abismal. La presión ejercida por una cuchilla sin filo provoca la expulsión de un finísimo rocío de gotas microscópicas que puede alcanzar los 144 kilómetros por hora. Esta violenta pulverización es la responsable de diseminar por el aire los microorganismos presentes en la cebolla, contaminando superficies y otros alimentos cercanos. El origen del problema, por tanto, no es la hortaliza en sí, sino la violencia de un cuchillo romo.

Asimismo, en ese violento aerosol viaja el verdadero culpable de la irritación ocular: el propanetial S-óxido. Este compuesto químico, liberado al romperse las células de la cebolla, es el que nos hace llorar. Tal y como han publicado en ScienceAlert, la magnitud del daño celular es directamente proporcional a la intensidad del lagrimeo. Un corte preciso con una hoja afilada minimiza esa rotura y, con ella, la emisión del compuesto químico irritante que nos asalta en la cocina.

La física del corte como única solución

Por ello, muchos de los remedios populares que circulan para evitar el llanto resultan completamente inútiles al ignorar la raíz del problema. La extendida creencia de que enfriar la hortaliza en la nevera mitiga el lagrimeo ha quedado desmentida por los análisis. Este método no solo es ineficaz para reducir la emisión del compuesto, sino que, en ciertas circunstancias, puede incluso empeorar la situación y provocar una reacción todavía más intensa.

En última instancia, la solución no reside en trucos ingeniosos, sino en volver a los fundamentos de la cocina. La estrategia más eficaz para contener tanto el llanto como la diseminación de bacterias es tan simple como lógica: utilizar un cuchillo perfectamente afilado y la paciencia necesaria para ejecutar cortes precisos y lentos. Este gesto transforma una tarea molesta y potencialmente insalubre en un proceso mucho más seguro y, desde luego, considerablemente más llevadero.