Paleontología

Descubren en una cueva de Cantabria una nueva especie de animal de hace más de cien millones de años

Un fósil atrapado en ámbar ha revelado la existencia de una especie inédita, oculta durante millones de años bajo tierra cántabra

Descubren una nueva especie de avispa fósil en el ámbar de El Soplao de hace 105 millones de años
Descubren una nueva especie de avispa fósil en el ámbar de El Soplao de hace 105 millones de añosEuropa Press

Cantabria, conocida por su patrimonio geológico y sus ecosistemas fósiles, se ha convertido a lo largo de su historia en un escenario donde las sorpresas paleontológicas se acumulan. Bajo sus suelos se ocultan fragmentos de la historia remota del planeta, piezas que permiten reconstruir cómo era la vida cuando los dinosaurios dominaban la Tierra y los continentes tenían aún otras formas. El último descubrimiento, procedente del yacimiento de El Soplao, suma un nuevo capítulo a esa memoria petrificada.

Los investigadores han identificado una nueva especie de avispa fósil, desconocida hasta ahora, que habitó la Tierra durante el Cretácico medio. El insecto, conservado de manera excepcional dentro de un fragmento de ámbar, ha recibido el nombre de Cretevania orgonomecorum y se estima que vivió hace alrededor de 105 millones de años, cuando gran parte de Europa era un archipiélago tropical.

Una avispa atrapada en el tiempo

El estudio, publicado en la revista científica Palaeoentomology, ha analizado sus características morfológicas con un nivel de detalle imposible de alcanzar en restos óseos convencionales. El ámbar actúa como una cápsula natural de preservación: protege tejidos blandos, estructuras delicadas e incluso microdetalles anatómicos, lo que permite a los científicos observar cómo eran estos animales con una precisión extraordinaria.

Aunque pertenece al género Cretevania, un grupo de avispas evánidas que formaban parte de ecosistemas en los que coexistían diversos depredadores y fitófagos, esta nueva especie presenta rasgos distintivos que han sorprendido a los especialistas. Su tamaño destaca frente al de otros ejemplares conocidos y su morfología, especialmente la configuración de sus antenas y el patrón de venación de las alas, no coincide con las variantes descritas hasta ahora.

La singularidad de estos elementos anatómicos ha permitido revisar la clasificación interna del género, tarea compleja debido a la variedad de especies identificadas en los últimos años en lugares tan distantes como China o Myanmar. Según los autores del estudio, este hallazgo incorpora nuevos rasgos diagnósticos que ayudarán a delimitar con mayor precisión futuras especies similares. En otras palabras, Cretevania orgonomecorum no solo amplía el registro fósil: redefine el mapa taxonómico del grupo.

El Soplao: un tesoro científico bajo Cantabria

El enclave de El Soplao no es un hallazgo reciente. Desde hace años, es reconocido como uno de los yacimientos de ámbar más importantes del mundo. Su origen se remonta a un antiguo ecosistema costero que combinaba ambientes marinos y continentales, condiciones idóneas para la producción de resina y su posterior fosilización.

Hasta la fecha, más de 1.500 inclusiones fósiles han sido documentadas en este yacimiento, entre insectos, plantas y pequeños restos de vertebrados. De ellas, al menos 30 especies nuevas han sido descritas formalmente, lo que convierte el enclave cántabro en un laboratorio natural donde la evolución se lee como una novela detenida.

El ámbar cántabro rivaliza en calidad con el famoso ámbar birmano y el báltico, y su contribución al conocimiento paleobiológico de la península ibérica es incuestionable. Instituciones como el Instituto Geológico y Minero de España (IGME-CSIC), universidades nacionales e internacionales, y entidades científicas de China y Reino Unido colaboran en sus investigaciones, lo que da idea de su proyección global.

La relevancia del descubrimiento no reside únicamente en la descripción de un insecto novedoso. Los investigadores apuntan a que este grupo de avispas podría actuar como fósil guía, es decir, especies cuya presencia ayuda a identificar y datar estratos geológicos concretos. Su distribución, diversidad y características morfológicas las convierten en herramientas útiles para reconstruir la cronología del Cretácico.

Gracias a hallazgos como este, los paleontólogos no solo reconstruyen criaturas extintas: también refinan la línea temporal de la evolución, comprenden los vínculos entre ecosistemas lejanos y revelan cómo los cambios ambientales influyeron en la aparición y desaparición de formas de vida.