
Astronomía
Un equipo de científicos defiende que hay un planeta similar a la Tierra muy cerca de nosotros: en nuestro Sistema Solar
La extraña danza de medio centenar de objetos en los confines del Sistema Solar ha puesto a un grupo de astrónomos en Estados Unidos tras la pista de un nuevo vecino: un planeta rocoso hasta ahora oculto

No, no es el famoso Planeta Nueve. Conviene aclararlo desde el principio para evitar confusiones. La hipótesis que saltó a los medios en 2016 sobre un gigante gaseoso oculto en los confines del sistema solar sigue, a día de hoy, sin confirmarse. La nueva propuesta que llega desde Estados Unidos es completamente diferente y apunta a un candidato mucho más modesto: un mundo de naturaleza rocosa bautizado provisionalmente como «Planeta Y».
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De hecho, este enigmático objeto sería un cuerpo con una masa a medio camino entre la de Mercurio y la de nuestro propio planeta. Su órbita, según los cálculos de los investigadores, lo situaría en una región gélida y remota, entre 100 y 200 veces más lejos del Sol que la Tierra. Semejante distancia lo sumergiría en una oscuridad casi absoluta, convirtiéndolo en un fantasma cósmico prácticamente indetectable con la tecnología actual.
Esta sorprendente hipótesis, formulada por un equipo de astrónomos de la universidad estadounidense de Princeton, no se basa en una imagen directa, sino en una sutil anomalía gravitacional. La pista la ha dado el comportamiento de medio centenar de cuerpos helados que pueblan el Cinturón de Kuiper, más allá de Neptuno. Sus trayectorias muestran una inclinación conjunta de 15 grados, un patrón perfectamente coordinado que, según ha informado el medio Elconfidencial, solo puede explicarse por la influencia de un planeta hasta ahora desconocido.
La prueba definitiva llegará desde los Andes chilenos
Por supuesto, la comunidad científica internacional ha acogido la noticia con una necesaria dosis de cautela. Aunque los cálculos matemáticos que sustentan la teoría son sólidos y el patrón orbital resulta ciertamente intrigante, los expertos coinciden en que sin pruebas empíricas no se puede dar nada por zanjado. En astronomía, las teorías van y vienen, pero solo las observaciones directas permanecen.
En este sentido, todas las esperanzas están puestas en una nueva y potente instalación que se ultima en el desierto de Atacama. Será el Observatorio Vera C. Rubin, ubicado en los Andes chilenos, la herramienta para zanjar el debate. Una vez entre en pleno funcionamiento, su capacidad para escrutar el cielo profundo con una precisión sin precedentes podría, en los próximos años, confirmar la existencia de este fascinante vecino o, por el contrario, descartarla para siempre.
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