
Naturaleza
Ni el hambre ni la agresividad: la ciencia revela el error humano que provocó el primer ataque mortal de este tiburón
La popular costa de Hadera, en Israel, se ha convertido en el escenario de una tragedia sin precedentes: un turista devorado por una especie de tiburón considerada inofensiva, un suceso que ya apunta a la imprudencia humana

La solución no pasa por sacrificar a los animales, sino por corregir el comportamiento humano. Esta es la conclusión a la que han llegado los científicos que investigan la trágica muerte de un buceador en la costa de Hadera, en Israel. Los expertos ponen el foco en la alimentación artificial de los tiburones, una práctica que ha provocado que los escualos se habitúen a las personas y han perdido su recelo natural. Este condicionamiento ha derivado en un peligroso comportamiento de «mendicidad», en el que los animales se acercan a los submarinistas en busca de comida.
De hecho, la zona del suceso se ha convertido en un conocido punto de ecoturismo precisamente por la alta concentración de tiburones pardos. La razón de esta inusual afluencia animal se debe a una peculiaridad del ecosistema local: una planta desalinizadora cercana que, según detalla el medio ScienceAlert, vierte al mar agua a una temperatura más elevada, convirtiendo el lugar en un imán para la vida marina y, por extensión, para los buceadores.
Y fue precisamente en este enclave, popular entre los amantes de la naturaleza, donde un turista de 40 años perdió la vida en un suceso extraordinariamente anómalo. Se trata del primer ataque mortal documentado que involucra a los tiburones pardos, una especie generalmente considerada de bajo riesgo para el ser humano. La fatalidad ha puesto en jaque la convivencia entre el turismo y la fauna salvaje en la región.
La hipótesis de un ataque casi accidental
Por lo que se sabe, todo apunta a una cadena de infortunios. Los investigadores creen que uno de los tiburones no pretendía atacar al submarinista, sino morder una cámara deportiva que este portaba. La herida accidental, la sangre en el agua y el pánico de la víctima habrían sido el detonante que desencadenó un frenesí alimentario entre el resto de ejemplares que se congregaban en la zona.
Por todo ello, los expertos descartan por completo cualquier tipo de represalia contra la fauna. La responsabilidad, insisten, recae exclusivamente en las acciones humanas que han alterado el instinto de los animales. La medida que reclaman es, por tanto, clara y directa: la prohibición inmediata de esta práctica de alimentación en toda la región para evitar que una desgracia así vuelva a repetirse.
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