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Josep Maria Trigo, investigador del CSIC: "Existen asteroides con potencial para causar daños locales o regionales que desconocemos"
El astrofísico atiende a LA RAZÓN para explicar las últimas novedades sobre estos objetos espaciales y las amenazas que suponen para la Tierra

El asteroide 2024 YR4, detectado en diciembre por el observatorio ATLAS de Chile, ha mantenido en vilo a la comunidad científica y a la opinión pública durante los últimos meses. Inicialmente, llegó a situarse como el objeto con mayor riesgo de impacto contra la Tierra jamás registrado, aunque las últimas observaciones han permitido descartar esa amenaza. Ahora, el foco se traslada a la Luna, donde la probabilidad de colisión ha aumentado de forma significativa.
Josep Maria Trigo, investigador del Instituto de Ciencias del Espacio (CSIC) y del Institut d’Estudis Espacials de Catalunya (IEEC), atiende a LA RAZÓN para explicar las últimas novedades sobre el caso y contextualizar qué riesgos reales entraña este asteroide.
A mediados de febrero, los cálculos situaban en un 3,1% la probabilidad de impacto de YR4 contra la Tierra en 2032. Esta cifra obligó a activar, por primera vez, el Protocolo de Seguridad Planetaria de la ONU. Sin embargo, las observaciones posteriores redujeron prácticamente a cero la posibilidad de que el asteroide se estrelle contra nuestro planeta.

"El impacto sería comparable a la del cuerpo rocoso similar que causó la devastación de Tunguska (Siberia) el 30 de junio de 1908. El corredor preliminar de riesgo abarcaba regiones de Centroamérica, África y Asia, hoy totalmente descartado", señala el investigador.
La situación es diferente con respecto a la Luna: "Hoy se estima en torno al 4,3 % para el 22 de diciembre de 2032", según explica Trigo. El margen de incertidumbre sigue siendo amplio, pues "YR4 volverá a acercarse en 2028", lo que permitirá obtener datos más precisos sobre su tamaño (actualmente calculado entre 50 y 65 metros de diámetro) y su órbita futura.
El astrofísico asevera que, en caso de impacto en el satélite, "excavaría un cráter de entre 0,5 a 1 km de diámetro aproximado. Ese impacto lanzaría pequeñas rocas que alcanzarían la Tierra al cabo de décadas, pero de las que la atmósfera nos protegería".
Cómo se calculan los riesgos
Los porcentajes de impacto de un asteroide varían con el tiempo y eso contribuye a la confusión pública. Según afirma Trigo, la razón es sencilla: "las primeras órbitas se determinan con datos muy limitados", lo que genera márgenes de error considerables. Conforme se acumulan nuevas observaciones, la trayectoria se ajusta y los cálculos se afinan.
Este proceso implica simular miles de posibles trayectorias ('clones' orbitales) y analizar cuáles de ellas desembocan en colisión. "Las órbitas iniciales son preliminares, pero con el tiempo el nivel de certeza aumenta de forma notable", aclara el investigador.
Preparación y defensa planetaria
Aunque el caso de YR4 ya no supone un riesgo para la Tierra, la vigilancia continúa. Según Trigo, "hoy no existe ningún asteroide conocido que represente una amenaza en los próximos milenios. Uno de ellos sería el asteroide Bennu". No obstante, sí queda un número significativo de objetos medianos aún por descubrir, "con potencial para causar daños locales o regionales".
La única técnica probada hasta la fecha para modificar la trayectoria de un asteroide es el impactador cinético. Ante cualquier hallazgo preocupante, sería la Red Internacional de Alerta por Asteroides (IAWN), en coordinación con la ONU, la encargada de activar los protocolos de actuación. "Desde la Red Internacional de Alerta por Asteroides (IAWN), en la que participamos con el Telescopio Joan Oró del Observatori Astronòmic del Montsec-IEEC, nos encargaríamos de alertar si se detectase un asteroide de al menos 10 metros de diámetro que tuviese una probabilidad de impacto superior al 1%, estableciendo un llamamiento internacional a todos los observatorios para el seguimiento del objeto en cuestión", cuenta el investigador.
"Ese es el protocolo actual en el que también se haría una recomendación concreta de actuación (sistemas paliativos) en el caso que el asteroide superase los 20 metros (el tamaño que tuvo Cheliábinsk en 2013) y el riesgo de impacto superase el 10%", añade.
Un reto científico y de recursos
Trigo, que lidera un grupo de investigación sobre meteoritos, asteroides y cometas, asegura que faltan más recursos en su sector: "Faltan recursos, por supuesto. Mucho más ahora que con el auge de guerras fraticidas. Las grandes potencias comienzan a invertir más recursos en iniciativas para destruir a nuestros semejantes, en vez de contribuir al desarrollo tecnológico de nuestras sociedades. Hace falta más sentido común y colaboración internacional, como demuestran todos los programas espaciales", concluye.
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