Vida Marina

Los mayores depredadores marinos sufren en las olas de calor

Un estudio trata de modelizar el comportamiento de tiburones, ballenas, focas y tortugas marinas ante las últimas olas de calor

Este verano la Península Ibérica ha sufrido varias olas de calor especialmente intensas, donde se han superado ampliamente los 45 grados en algunas localidades. Esta temperatura idealmente se mide a dos metros sobre tierra y en zonas donde no existan fuentes de frío o calor. Pero no solo nosotros sufrimos olas de calor, los ecosistemas marinos también experimentan cambios en la temperatura que son mucho más duraderos y tienen efectos muy poco estudiados en la distribución de las especies marinas. Para tratar de comprender este fenómeno, un grupo de investigación ha estudiado los efectos en la población de grandes depredadores marinos de las cuatro últimas olas de calor marinas ocurridas en 2014, 2015, 2019 y 2020.

Un océano de variables

Los océanos son grandes reguladores de las temperaturas. Sus aguas son capaces de absorber el exceso de calor que acumula la atmósfera y “guardarlo”, ya que, en un mismo volumen, el agua necesita mucha más energía que el aire para aumentar su temperatura. Pero a pesar de esta propiedad, las aguas también se van calentando poco a poco, y esto se nota especialmente en lagos y mares. En latitudes tropicales, como el golfo de México, las temperaturas de estas aguas pueden superar los 30 grados. Aunque, debido al cambio climático, esta barrera ha ido superándose en otras masas de agua donde unas temperaturas tan altas no eran lo habitual, como en el Mar Mediterráneo. Aquí, muchas de las especies están sufriendo las consecuencias del calor, y otras, como las medusas, aumentan su ritmo de reproducción de manera incontrolada.

Unas aguas cambiantes

El aumento del calor afecta a la vida marina por varios frentes. El primero es que en un agua más caliente, las moléculas de HO vibran, se mueven y chocan con mayor energía. En la mayoría de casos, una mayor temperatura permite que el agua pueda aceptar más sólidos disueltos. Por esto se disuelve tan rápido el azúcar en un café caliente. Pero con los gases sucede lo contrario, a mayor temperatura, la cantidad de gas que puede retener el agua es menor. Este efecto se puede observar al calentar una bebida carbonatada, ya que, en las mismas condiciones perderá el gas mucho más rápido que una bebida fría.

Y a este problema se le suma el de la acidificación. Con el aumento del CO, este se va diluyendo en el agua, lo que produce ácido carbónico. El ácido carbónico va poco a poco acidificando los océanos y disminuyendo las concentraciones de minerales disueltos en las aguas, lo que impide a muchos moluscos generar las conchas que necesitan para sobrevivir. Existe un antecedente de acidificación oceánica hace 252 millones de años, en la extinción masiva del Pérmico-Triásico, también conocida como “La Gran Mortandad” donde se estima que desaparecieron más del 80% de las especies marinas.

Cómo afecta el cambio a los depredadores

Medir la respuesta a las olas de calor de los depredadores marinos requiere trabajar con diversas tecnologías. Para llevarla a cabo, los investigadores emplearon herramientas de aprendizaje automático y datos de animales marcados del Pacífico nororiental que les permitían conocer la distribución de los especímenes a tiempo real. Entre las especies se encontraban tiburones, mamíferos como focas y leones marinos, aves marinas, tortugas y atunes. Y el estudio se realizó para los años que habían sido más duros en cuanto a temperaturas, es decir, 2014, 2015, 2019 y 2020.

Gracias a los resultados se pudieron observar respuestas muy variadas pero predecibles, lo que demuestra la efectividad de estos sistemas de vigilancia. Entrando en especies concretas como el atún rojo y el tiburón azul, se vio que sufrieron una pérdida casi completa del hábitatdurante la ola de calor de 2015, mientras que otras, como el león marino de California y el elefante marino, casi duplicaron el suyo durante la ola de 2019. Otras especies optaron por redistribuirse por otros lugares, lo que puede dar lugar a nuevos riesgos, pero también a oportunidades económicas. Por ejemplo, entre el 11% y el 31% del hábitat del atún blanco, el atún rojo y el rabil se desplazó de México a Estados Unidos durante las olas de calor de 2014 y 2015. Los movimientos migratorios de estas especies pueden resultar en futuros conflictos pesqueros, lo que podría afectar a la disponibilidad de alimento.

Por ello, se necesita una correcta modelización del comportamiento, para poder conocer con precisión la distribución de la disponibilidad de los recursos marinos. En el escenario de crisis climática, la información es poder, y cuantos más datos tengamos, mejor podremos comprender el impacto socioecológico de los fenómenos adversos que son, cada vez, más comunes.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • En este artículo se centran en los grandes depredadores, pero se sabe que tanto peces como otros organismos (cangrejos, moluscos…) que habitan los océanos, también han migrado a lugares con mejores condiciones para ellos. Estas migraciones pueden desequilibrar los ecosistemas y las interacciones entre animales.

Referencias (MLA):