Paleontología

Neandertales ¿Eran más inteligentes que nosotros?

No lo sabemos con certeza, pero hay pruebas que sugieren una capacidad cognitiva similar a la de los sapiens

Representación de un neandertal con su hija
Representación de un neandertal con su hijaTOM BJORKLUNDCreative Commons

La última vez que miré el calendario ya era 2023, lo cual significa que estamos casi terminando el primer cuarto del siglo XXI. Por lo tanto, podemos decir que hace casi dos siglos desde que descubrimos los primeros restos de un neandertal. Durante estas décadas hemos aprendido muchísimo sobre ellos y, sin embargo, la imagen popular de los neandertales sigue siendo bastante parecida a la que tenían los primeros anatomistas que examinaron el cráneo. Bueno, tal vez a los segundos, porque los primeros creyeron que estaban ante el esqueleto de un cosaco con raquitismo y artritis. Lo imaginamos como un antepasado torpe y de inteligencia más bien corta contra el que luchamos en una batalla desigual. Solemos pensar que no tuvo la menor oportunidad contra nosotros, los sapiens. Y lo cierto es que estamos completamente equivocados.

En primer lugar, los neandertales no eran nuestros antepasados. Compartimos un ancestro común con ellos a partir del cual se siguieron varios caminos. El nuestro fue uno y el de ellos otro. Somos, más bien, primos, aunque algo incestuosos. Porque estábamos genéticamente tan cerca que nos hibridamos con ellos y, en nuestro ADN, sigue habiendo herencia neandertal. Pero es que hay más, porque de torpes no tenían nada, aunque uno de los primeros nombres que recibieron fue Homo stupidus.Ahora sospechamos que la inteligencia de estos humanos corpulentos y bajitos era similar a la nuestra, quizá algo menor, pero también puede que algo superior. Ahora bien, los últimos neandertales murieron hace 28.000 años, así que ¿cómo podemos saberlo?

Cultura y cerebro

Es peliagudo atribuir inteligencia a otras especies animales. De hecho, también es complicado atribuírsela a otros humanos. Así que, si a esta complejidad le sumaos los milenios que nos separan del último neandertal vivo… ¿con qué potestad podemos afirmar que los neandertales eran más o menos tan inteligentes como nosotros? Pues lo cierto es que no podemos estar seguros, pero tenemos buenos indicios, concretamente dos grandes pistas. Una de ellas es la cultura material que ha quedado en el registro arqueológico. Los neandertales no eran un simio más, tenían artesanía e incluso algo de arte. Si interpretamos algunos de sus objetos y la disposición de sus cuerpos, podríamos llegar a sospechar incluso que tuvieran cierta espiritualidad. Eso por no hablar de que, con tanta hibridación, posiblemente hubiera cierta capacidad de comunicarse entre sí, aunque podríamos plantear alternativas a este supuesto igual de plausibles, aunque un tanto más oscuras.

La segunda pista tiene que ver con su cráneo, porque nos dice mucho sobre su cerebro y, en realidad, es la única manera que tenemos de estudiar esa masa de neuronas de la que emergía su presunta inteligencia. La relación es sencilla. El tamaño del cráneo limita el tamaño del cerebro, por lo que los cráneos más grandes suelen albergar cerebros mayores y, aunque hay multitud de excepciones, sabemos que las especies con cerebros más grandes suelen asociar mayor inteligencia. O, al menos, así ocurre entre los simios como nosotros. Si hablamos de otros animales conviene corregir esta comparación en función del volumen corporal, porque no requiere las mismas neuronas mover el cuerpo de un elefante que el de un topo. Y, por supuesto, tampoco es un buen truco para estimar la inteligencia de individuos de la misma especie, donde hay unos cuantos factores más determinantes.

Una cuestión de cráneo

Los neandertales tenían cuerpos chaparros. Pocos llegaban al metro setenta, pero su osamenta era gruesa y pesada, perfecta para soportar corpachones que, según las estimaciones más recientes, podían alcanzar los 80 kilos con relativa facilidad en el caso de los varones. Pues bien, aquí es donde los estudios difieren, porque a partir de los cráneos encontrados y excluyendo los que por algún motivo parecen poco representativos, algunos estudios estiman que el volumen endocraneal de los neandertales era de poco más de 1100 centímetros cúbicos. Otros, en cambio, dicen que podrían rondar los 1400 centímetros cúbicos. La diferencia puede parecer pequeña, pero es especialmente significativa si tenemos en cuenta que, nuestro volumen endocraneal como Homo sapiens tiene unos 1200 o 1300 centímetros cúbicos. ¿Tenía entonces un volumen endocraneal mayor o menor al nuestro?

No lo tenemos claro, pero en cualquier caso no parecía diferir mucho. No obstante, eso no es todo, hay otro detalle que podemos interpretar a partir de su cráneo. El cerebro no es un amasijo perfectamente desordenado de funciones, es más bien como una ciudad donde sus negocios parecen agrupados por temáticas. Imagina que queremos saber cuánta carne se vende en una ciudad. Podemos estimarlo en función del tamaño de la ciudad, pero si nos enseñan una con un barrio atípicamente grande dedicado exclusivamente al comercio de lámparas, podemos suponer que queda menos espacio para los comercios de carne. Algo así sucede con las funciones cognitivas. En el interior de los cráneos de los neandertales hay dos partes que parecen especialmente espaciosas. Una es la nuca y la otra, que sabemos que está íntimamente relacionada con él procesamiento de imágenes o, dicho de otro modo: con la visión. La otra parece tener que ver con el control motor.

¿Y qué más da?

Esto significa que, ese volumen endocraneal no está distribuido del mismo modo y que, aunque pudieran haber tenido cerebros mayores, puede que la parte de ellos encargada de los procesos cognitivos más complejos (esos que consideramos “inteligencia”) fueran proporcionalmente menores que los nuestros. De hecho, algunos estudios plantean que las partes craneales correspondientes a las estructuras cerebrales dedicadas a esa cognición compleja y las relacionadas con las interacciones sociales son, en efecto menos voluminosas en sus cráneos. En cualquier caso. ¿Realmente importa todo esto? ¿Qué estamos dudando realmente?

Estamos entrando en un nivel de detalle interesante en lo teórico, pero que no debería tener gran relevancia en lo práctico. Las ciencias y apoyan la idea de que nuestra inteligencia y la de los neandertales no era muy diferente si se forjara en un ambiente similar. Porque, evidentemente, no tiene sentido que comparemos un neandertal de hace miles de años criado en la naturaleza, con un sapiens moderno, rodeado de estímulos intelectuales y, por supuesto, más familiarizado con las maneras en que nosotros valoramos la inteligencia de otros. Cuanto más conocemos el cerebro de otros animales, más comprendemos que no estamos solos y que otras especies tienen capacidades cognitivas sorprendentes.

Hace tiempo que sabemos que los cuervos pueden resolver problemas complejos y que las grajillas pueden establecer relaciones sociales dignas de una telenovela. Sabemos que los delfines se ponen nombres entre sí y que los pulpos pueden “jugar”. Los elefantes se reconocen a sí mismos ante el espejo y los grandes simios pueden aprender lenguaje de signos. Y, si compartimos habilidades tan complejas y aparentemente humanas con animales que ni siquiera son parientes cercanos nuestros… ¿Por qué no íbamos a encontrar incluso más similitudes con una especie tan similar a nosotros como eran los neandertales? Así que, si lo que nos inquieta es una cuestión más teórica, por desgracia tendremos que seguir con cierto grado de incertidumbre, porque no es probable que desextingamos a un neandertal para poder pasarle un psicotécnico, como sugería Isaac Asimov en uno de sus muchos relatos. En cambio, si nos mueve una cuestión de orgullo de especie, tal vez no sea tan importante la respuesta como las preguntas que nos hagamos. Las ciencias como la biología y la psicología han avanzado lo suficiente como para que aprendamos a sentirnos un animal más, con nuestras peculiaridades, sí, pero no más único que el resto.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • La evolución no es algo lineal, a pesar de lo que muchas personas siguen creyendo. Funciona, más bien, como un árbol de ramas difusas. Que nuestra especie sea la descendiente de otras especies de simios no significa que, en un momento dado, todos los simios del planeta murieran para dar a luz a crías de humano. Puede sonar absurdo, pero es lo que algunos creacionistas parecen haber entendido. Las especies no se transforman en otras, sino que nuevas especies surgen a partir de la descendencia de algunos individuos de otra especie. De hecho, varias especies pueden surgir a partir de grupos distintos de individuos de una especie anterior. Y, aunque es cierto que por lo general la especie de la que han surgido termina desapareciendo porque no está tan adaptada a los cambios que han hecho prosperar a las nuevas especies (o subespecies) que han surgido de ella, en otros casos puede seguir coexistiendo en lugares geográficos diferentes.

REFERENCIAS (MLA):

  • Tattersall, I., and J. H. Schwartz. “Hominids And Hybrids: The Place Of Neanderthals In Human Evolution”. Proceedings Of The National Academy Of Sciences, vol 96, no. 13, 1999, pp. 7117-7119. Proceedings Of The National Academy Of Sciences, doi:10.1073/pnas.96.13.7117. Accessed 4 Apr 2020.
  • Villanea, Fernando A., and Joshua G. Schraiber. “Multiple Episodes Of Interbreeding Between Neanderthal And Modern Humans”. Nature Ecology & Evolution, vol 3, no. 1, 2018, pp. 39-44. Springer Science And Business Media LLC, doi:10.1038/s41559-018-0735-8. Accessed 4 Apr 2020.
  • Peeters, S., Zwart, H. Neanderthals as familiar strangers and the human spark: How the ‘golden years’ of Neanderthal research reopen the question of human uniqueness. HPLS42, 33 (2020). https://doi.org/10.1007/s40656-020-00327-w