Naturaleza

¿Por qué el mar está salado y los lagos no?

¿Acaso es diferente el agua de los océanos y la que fluye por los ríos? ¿Dónde aparece la sal?

Línea de costa en una playa en vista de pájaro
Línea de costa en una playa en vista de pájaro StockSnaphttps://pixabay.com/es/photos/playa-costa-mar-arena-onda-oceano-2562563/

Normalmente, en este tipo de artículos solemos enfrentarnos a cuestiones realmente complicadas que ni siquiera la ciencia más puntera ha logrado desentrañar. Sin embargo, este caso es diferente. La salinidad de los mares y océanos no es un misterio, es algo que conocemos bien. Así que, empecemos por el principio. En el planeta hay masas de agua saladas y otras dulces, pero no están separadas entre sí. Todas forman parte del ciclo del agua. El agua de los mares se evapora, se condensa formando nubes y finalmente cae sobre las montañas por diferencias de temperatura, derramando lluvia que acaba volviendo a los mares de una forma o de otra.

Está claro cómo el agua salada de los mares puede volverse dulce en las nubes, y es que las sales no se evaporan en las mismas condiciones que el agua, por lo que no llegan a ascender. De hecho, la evaporación y posterior condensación es uno de los métodos más rudimentarios que conocemos para potabilizar el agua salada. Ahora bien… ¿En qué momento se vuelve a salar el agua de la lluvia para obtener las concentraciones que vemos en el agua de los océanos? El agua que mana de los manantiales también suele ser baja en sales y lo mismo ocurre con los ríos que van a parar a la mar. Lo lógico sería pensar que, en el fondo de los océanos, en su geología, hay una mayor concentración de sales que adultera el agua que llega a ellos, pero estaríamos equivocados. De hecho, ocurre algo totalmente diferente y fue el descubridor del cometa Halley quien lo descubrió.

Los ríos nos roban

Edmond Halley revolucionó la ciencia entre finales del siglo XVII y principios del XVIII. No solo descubrió un cometa, también hizo grandes aportes a la matemática, la física y la cartografía. Entre tanto trabajo intelectual, Edmond se preguntó lo mismo que nos hemos preguntado nosotros al empezar el artículo: ¿por qué el mar está salado y los lagos no? Y, en lugar de pensar que la clave estaba donde había mayor concentración de sales (los mares), Edmond decidió fijarse en los ríos. Pensó fuera de la caja y supuso que, tal vez, los ríos, del mismo modo que arrastraban hojas desde las montañas a las costas, podían arrastrar muchas otras cosas, como las dichosas sales.

¿Y si toda esa salinidad de los mares fueran minerales robados a los continentes? La corteza oceánica y la continental son diferentes, pero en cuestión de sales sus discrepancias no logran explicar la diferencia de sal entre lagos y océanos, así que la clave puede estar en la redistribución, en un flujo de sales desde los continentes hasta los océanos. Esa fue la conclusión, y ahora entendemos bien por qué ocurre, porque evidentemente, no es tan sencillo como imaginar al agua rascando sales de los cauces para llevárselas consigo a lo largo de kilómetros.

Un huevo con vinagre

Si alguna vez has dejado un huevo crudo con vinagre durante unos cuantos días habrás visto que su cáscara se debilita, de hecho, se está disolviendo. Esto se debe a que los compuestos que lo forman se disuelven en medios ácidos, como el vinagre, y eso es lo que ocurre cuando los ríos surcan los continentes. El cascarón contiene carbonato cálcico, el principal constituyente de las rocas calcáreas, que son las calizas, las dolomitas y las margas. Al disolverlas, los ríos liberan los minerales que hay en ellas y los arrastran al mar, donde se concentran. Y es cierto que los ríos no son tan ácidos como el vinagre, pero lo son lo suficiente, y tiene que ver con el dióxido de carbono.

Ese gas tan conocido por ser uno de los principales causantes del calentamiento global, se combina con el agua de las nubes para formar ácido carbónico. Esta es una de las formas en que se acidifica la lluvia y como empieza un proceso de erosión química de los continentes. Por supuesto, hay otros aspectos que contribuyen a la salinización de los mares, como la evaporación de estos. De hecho, las masas de agua de zonas menos lluviosas y más cálidas tienen mayor salinidad. En el caso del Mar Rojo (que no es un mar), hablamos de una salinidad del 40% frente al 0,6% del Mar Báltico. Nuestro Mediterráneo, por ejemplo, tiene un 3,8%. Los deshielos, las erupciones volcánicas y algunos procesos hidrotermales también pueden contribuir a esta salinización de los mares, incluso cambiarla durante las distintas eras de nuestro planeta. Así que, por una vez, sí, tenemos una respuesta clara y contundente. Sabemos por qué los mares son más salados que los lagos.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Aunque el dióxido de carbono siempre haya estado ahí, en nuestra atmósfera y que sus concentraciones hayan sido incluso mayores que ahora, no significa que debamos despreocuparnos. El problema no es solo su concentración, es la velocidad con la que está cambiando y sus efectos, para los que tal vez sí estaban preparadas otras formas de vida, pero no nosotros, que nos hemos adaptado a condiciones climáticas y químicas diferentes. Por ejemplo, sabemos que las concentraciones de dióxido de carbono subieron bruscamente en otros momentos de la historia de la Tierra y, de hecho, ha estado relacionado con extinciones masivas, en parte por el cambio de las condiciones químicas de mares y océanos.

REFERENCIAS (MLA):

  • Dodson, S. I. Limnology. Academic Press, 2010.
  • Halley, Edmund. “An Account of a Surprizing Meteor Seen in the Air March 6, 1713/14.” Philosophical Transactions of the Royal Society of London 29 (1714): 146-149. doi:10.1098/rstl.1714.0031.