40 años

La pantanada de Tous, un horror que quedó “grabado a fuego” en la comarca valenciana

La pantanada arrasó totalmente Beneixida, pues la avenida de agua derrumbó muchas casas y aunque otras quedaron en pie ya no eran habitables, por lo que hubo que construir un nuevo pueblo

Vista general del pueblo de Beneixida en su nueva ubicación, tras ser arrasado por el pantano de Tous y que cumple este jueves cuarenta años, una catástrofe que dejó ocho víctimas mortales y numerosos daños materiales tras una ola de más de 15.000 metros cúbicos por segundo que cambió para siempre la vida de varios pueblos de la zona. EFE/Ana Escobar
Vista general del pueblo de Beneixida en su nueva ubicación, tras ser arrasado por el pantano de Tous y que cumple este jueves cuarenta años, una catástrofe que dejó ocho víctimas mortales y numerosos daños materiales tras una ola de más de 15.000 metros cúbicos por segundo que cambió para siempre la vida de varios pueblos de la zona. EFE/Ana EscobarAna EscobarAgencia EFE

La pantanada de Tous, ocurrida el 20 de octubre de 1982 y que dejó ocho fallecidos y cuantiosos daños materiales, ha quedado “grabada a fuego” en la mente de los habitantes de la comarca valenciana de La Ribera, que cuarenta años después la recuerdan como “algo horroroso”.

Así lo explica a EFE Televisión Begoña Lluch, actual alcaldesa de Beneixida, pueblo que junto a Gavarda quedó completamente destruido por la riada causada a raíz de las lluvias torrenciales y del desmoronamiento del pantano de Tous y que tuvieron que ser construidos de nuevo en emplazamientos más altos.

Lluch, que en aquel entonces tenía 11 años, señala que la gente más mayor cuenta que ese día por la mañana hubo “inundación tras inundación”, pues a causa de las grandes lluvias se desbordaron los ríos Sellent, Albaida y Júcar, y ya por la tarde “vino el grueso de todo”, al desmoronarse la presa de Tous.

“Recuerdo que le dije a mi padre: vámonos de aquí, que aquí nos vamos a ahogar todos. Y mi padre me dijo: calla, mujer, si aquí el río se sale cada vez que llueve mucho”, rememora la actual alcaldesa, quien destaca que lo ocurrido en 1982 no fue “una riada corriente”, como las que solían vivir en la zona.

Gente atrapada en los tejados

Destaca que en el municipio no hubo que lamentar víctimas mortales, aunque considera que si la pantanada hubiera ocurrido de noche habría fallecido “mucha gente, seguro”, pues aun así hubo vecinos que quedaron atrapados y tuvieron que pasar la noche de esa fatídica jornada en los tejados.

Una de las imágenes que se le han quedado grabadas de ese día, además de la de la gente sacando a los animales de las casas y ayudándose unos a otros, fue la de un vecino que vivía en la parte baja y subió hasta su casa: “Recuerdo perfectamente, como si lo estuviera viendo, a mi padre frotándole las piernas con alcohol, porque estaba completamente helado”.

La pantanada arrasó totalmente Beneixida, pues la avenida de agua derrumbó muchas casas y aunque otras quedaron en pie ya no eran habitables, por lo que hubo que construir un nuevo pueblo.

Perder la casa pero mantener las raíces

“Yo perdí mi casa, como todos los vecinos, pero ganamos otra, y en las raíces te aseguro que nadie nacido en Beneixida las ha perdido”, asegura Lluch, quien no puede evitar emocionarse mientras recorre el viejo pueblo y los pocos restos que quedan, como la fuente, el pozo de agua o la antigua iglesia, que ahora es una ermita.

Muestra los pinos que ocupan el espacio donde hace cuatro décadas había casas, y asegura que tanto ella como el resto de vecinos suelen bajar a menudo al antiguo pueblo, donde por ejemplo es ya una tradición ir a comer y merendar en Pascua.

“Tengo que decir que aquí estamos mucho mejor y vivimos mucho más tranquilos que allí”, explica la alcaldesa, quien destaca que el pueblo queda ahora “mucho más alto” y cuando ha habido lluvias torrenciales no han tenido problemas de inundaciones. “Ni espero que los volvamos a tener nunca más”, añade.

La solidaridad de otros pueblos

Lluch tampoco olvida la solidaridad de los pueblos del alrededor, como Castelló de la Ribera, Llosa de Ranes, Alcàntara de Xúquer o Cárcer, que se desvivieron por acoger a quienes lo habían perdido todo a raíz de esta catástrofe.

“Se volcaron totalmente con todos, no hay palabras para agradecerles lo que hicieron”, asegura la alcaldesa de este municipio de 639 habitantes ubicado a unos 46 kilómetros de València, quien recuerda cómo la gente acudía a la puerta de esos ayuntamientos para ofrecer a cuánta gente podían acoger en sus casas.