
Opinión
El Alicante que se vacía
Paradójicamente, la cuarta provincia de España en número de habitantes, con 2.053.000 habitantes, también se vacía

Viajé en agosto a la España vaciada; a Castilla y León, a Hontoria de Valdearados, y me dejé llevar por sus vastos campos de girasoles y de trigo segado. Un paisaje que hipnotiza y da paz y muy diferente al del Mediterráneo.
La excusa era el festival de música Sonorama, y el motivo, descubrir otro mundo antes de que los llamados incendios de sexta generación devoraran, para nuestra desgracia, el noroeste de la Península.
Llegué con tomates de la huerta de la Vega Baja recién cogidos por mi tío bajo el brazo, que aguantaron los 570 kilómetros de carretera en perfecto estado; un producto de nuestra provincia desconocido por mis anfitriones.
Nada tiene qué ver la tranquilidad de los pueblos castellanos con el bullicio de los de la provincia de Alicante, máxime en agosto. No deja de resultar chocante cómo ven a los turistas -entre los que me incluyo- como extraterrestres.
Paradójicamente, la cuarta provincia de España en número de habitantes, con 2.053.000, también se vacía; pero hay vacíos y vacíos, todos igual de poéticos. Y en Alicante los municipios menos poblados se encuentran cerca de grandes núcleos urbanos, como, por ejemplo, Benidorm o Elche; y muy bien comunicados por carretera.
Así, el aislamiento se amortigua, al tiempo que sacan partido al turismo rural para personas que huyan de las grandes aglomeraciones de la costa en verano.
Esa es, sin duda, una gran ventaja para vertebrar la provincia y para que sea más fuerte aún como destino turístico. Lo que sigue sin tener ningún sentido es que no exista conexión por tren con el aeropuerto de Alicante.
Pues eso, que Alicante se despuebla en algunas zonas, mientras su aeropuerto se llena de turistas, condenados a utilizar el coche o autobús para conocer nuestra tierra. Y aun así el modelo turístico funciona. De locos.
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