Amamantando la vida

¿Cómo decido si dar el pecho a mi bebé?

La decisión, informada y libre, de no dar pecho debe de ser respetada

Por mucho que se desarrollen las leches de fórmula, ninguna va a ser tan perfecta como la leche materna,
Por mucho que se desarrollen las leches de fórmula, ninguna va a ser tan perfecta como la leche materna,María Díez PérezLa Razón

La elección del tipo de alimento que va a recibir el recién nacido es una decisión que deben tomar los padres. La mayoría de las parejas lo determinan durante la gestación, muy pocas son las que lo hacen tras el parto. De tal forma que, la información que la pareja recibe durante esta etapa influirá sobre el método elegido.

Los futuros padres tienen derecho a recibir de los profesionales sanitarios una información clara e imparcial y libre de influencias comerciales sobre el modo apropiado de alimentar al recién nacido.

Recibir la información sobre las dos formas existentes de alimentar al recién nacido, leche de fórmula o leche materna, ayuda a tomar la decisión más adecuada y en gran parte a proteger la lactancia materna. No obstante, el conocimiento debe ofrecer la mejor perspectiva sobre los posibles daños y beneficios para poder tomar decisiones inteligentes a partir de hechos concretos y no de miedos infundados.

Por lo tanto, la información que proporcionan los profesionales sanitarios no debe limitarse a la simple y escueta premisa de los «numerosos beneficios de la lactancia materna». Muchas mujeres están cansadas de oír este argumento y más de una desconecta aburrida de escuchar el mismo sermón constantemente, un discurso que no aporta información sobre aspectos que son relevantes a la hora de tomar esta importante elección.

Conocer los riesgos es clave para tomar decisiones. «Riesgo» no es garantía de que algo malo vaya a pasar, es una posibilidad o probabilidad. La suma de varias características, llamadas factores de riesgo, contribuyen a desarrollar, con mayor posibilidad, problemas de salud. Algunos factores de riesgo no son modificables, como la edad, los genes, etc. Mientras que otros están bajo nuestro control como la alimentación, la actividad física…No amamantar supone un riesgo mayor de que tanto la madre como el bebé padezcan más enfermedades. Por lo tanto, la leche materna es factor de protección que podemos ofrecer al recién nacido para prevenir enfermedades, pero no es una «garantía». Sino una medida que reduce la probabilidad de desarrollar determinadas enfermedades. Por consiguiente, amamantar se convierte en una estrategia de prevención.

Así pues, ¿es la leche materna realmente mejor que la leche de fórmula? Los estudios muestran, que las propiedades de la leche humana son mejores y que se trata de la mejor opción para alimentar al recién nacido y niño/a pequeño/a… Pero siempre está presente la coletilla de que la leche de fórmula es totalmente segura, saludable para el bebé y además es «cómoda» para los padres. ¿Cuál es la mejor entonces?

La comunicación en este tema es una calle de doble vía. La leche materna es lo que el cuerpo del bebé humano espera recibir, al igual que el feto en el vientre materno espera que el oxígeno y los nutrientes le lleguen a través de la placenta, un órgano natural, ya que no lo espera recibir de una placenta creada artificialmente.

Cintia Borja es enfermera consultora lactancia certificada IBCLC

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Planteémonos por un momento que la ciencia elabora una placenta artificial, pero con el inconveniente que, a través de esta, el feto no recibe bien el oxígeno ni los nutrientes que necesita, por lo tanto, su desarrollo va a ser peor. Por supuesto ante este resultado, nadie se atrevería a decir que la placenta natural tiene beneficios sobre la placenta artificial, sino que, de forma clara y rotunda diríamos que se trata de un descubrimiento muy inferior a la placenta natural. Ahora bien, figurémonos que esta placenta artificial se puede usar para salvar la vida de algunos fetos y que gracias a este invento conseguimos que sobrevivan. Indudablemente, la adoptaríamos como un descubrimiento útil.

La fábula de la placenta la podemos extrapolar a la leche materna. No se puede comparar lo «normal», lo «natural», lo que «espera tomar el recién nacido» «lo que el cuerpo de la madre espera ofrecer», con un biberón de leche de fórmula. Al fin y al cabo, se trata de leche de vaca, modificada artificialmente para poder ser tolerada por el lactante, pero que por mucho que la ciencia avance, nunca se podrá comparar a la humana.

Al igual que la placenta artificial, la aparición de esta alternativa a la leche materna, ha conllevado una modificación de la noción de la esencia, presentando una nueva y falsa realidad. Durante muchos años nos hemos limitado a decir que «la leche materna tiene numerosas ventajas y por lo tanto es mejor». Algo ilógico, ya que defender estas mismas ideas contra viento y marea, no ha convencido a todas las madres. Los estudios muestran las bajas tasas de inicio y duración de la lactancia materna.

Posiblemente deberíamos de replantear presentar a las futuras madres esta información de forma diferente, es decir, justamente al revés. Tal vez sea mejor informar sobre las desventajas y los riesgos que supone alimentar al lactante con leche de fórmula. A fin de cuentas, se trata de un invento de menor calidad, que hemos adoptado como revolucionario, cuyo consumo no debería ser generalizado, sino reservado para cuando el bebé que no pueda ser alimentado con leche materna o cuando la madre que ha recibido información y desde su libertad personal decide no dar el pecho y optar por la leche de fórmula, es su decisión y debe ser respetada. Pero volviendo a la premisa inicial nunca como un modo de compararla a lo natural, porque por mucho que se desarrollen las leches de fórmula, ninguna va a ser tan perfecta como la leche materna, una sustancia de la que desconocemos, todavía hoy, muchos de sus componentes, en consecuencia, difícil de imitar. En definitiva, la leche materna no tiene beneficios, es el alimento «natural» que el bebé espera recibir.

No trato con este artículo de que los profesionales sanitarios nos inventemos y divulguemos riesgos inexistentes, tampoco culpabilizar a las madres que no han podido o no hayan querido amamantar, solo trato de informar de que no es la leche de fórmula una alternativa equivalente, que la leche artificial no es igual a la materna y tiene muchísimos inconvenientes para el bebé. Tan solo aspiro a que las madres que decidan no amamantar, sopesen los riesgos. Creo que es importante no obviar ni maquillar la información, porque entonces con ello estamos faltando a la verdad y contribuyendo al hecho de que muchas mujeres pudiendo amamantar hayan optado por no hacerlo. Por eso, una vez más, y a través de este artículo, hago un llamamiento a todos los profesionales de la salud para que informen a las futuras madres de los riesgos potenciales acerca de la alimentación con leches de fórmula, ya que la elección, gran parte de las veces es cuestión de estar bien informado.

La lactancia materna es un derecho humano para bebés y madres que debe de ser fomentado y protegido, y por lo tanto, leche de fórmula debería de ser una alternativa para cuando amamantar no fuese posible.