Opinión. A través del espejo

Incendios en primavera: El monte se nos ha ido de las manos

¿Qué hemos aprendido de los grandes fuegos de los 90?

SAN AGUSTÍN (CASTELLÓN), 24/03/2023.- Vista general del incendio forestal declarado ayer en el término municipal de Villanueva de Viver, en la zona limítrofe de las provincias de Castellón y Teruel.
SAN AGUSTÍN (CASTELLÓN), 24/03/2023.- Vista general del incendio forestal declarado ayer en el término municipal de Villanueva de Viver, en la zona limítrofe de las provincias de Castellón y Teruel. Manuel BruqueAgencia EFE

No conozco a nadie que no viva con angustia la evolución de un incendio forestal. Los recuerdos de mis tardes de verano, allá por los años 90, van acompañadas de una lluvia de cenizas y de un cielo apagado, cubierto por un velo que cambiaba las tardes de juegos y pipas por preocupaciones. Los mayores de entonces ya se lamentaban de los fuegos descontrolados que, solo en el verano del 94 arrasaron 138.400 hectáreas en la Comunitat Valenciana.

Entonces nadie hablaba de cambio climático, pero ya había una gran preocupación social por la pérdida del patrimonio medioambiental, acompañada en el peor de los casos por pérdidas humanas.

Ahora resulta que sabemos mucho más. Los científicos constatan el aumento de las temperaturas, la proliferación de fenómenos extremos y la mayoría de nosotros presumimos de pensar en la sostenibilidad.

Pero llega un verano como el de 2022 y se queman 33.300 hectáreas en la Comunitat Valenciana. Y luego una primavera como esta y le damos la bienvenida con un incendio de 4.700 hectáreas.

¿La solución? Se vislumbra como una entelequia eso de gestionar los montes-lo de limpiarlos ya no se puede decir ni para entendernos- y, seamos realistas, cualquier cosa puede pasar.

En la era de la Inteligencia Artificial resulta que estamos en una sociedad que no es capaz de mirar de frente a este problema para evitar que estos incendios arrasen el frondoso monte que nos hemos limitado a proteger.