SALINAS, EL POETA QUE TENÍA ALMA DE NIÑO
El año pasado se publicó «Pedro Salinas tras el telón», donde Montserrat Escartín Gual analizaba los motivos que llevaron a Salinas a escribir teatro en su edad madura, proyectando con ello sus propios conflictos personales. Ahora, esta filóloga que también se ocupó de descubrir 150 poemas inéditos del poeta madrileño, publica una biografía necesaria, espléndida en su enfoque y completísima al abordar al Salinas amigo, padre, escritor, marido, profesor, amante.
Y es que ya quedaba en exceso lejana la, por lo demás, excelente biografía de la profesora canadiense Jean Cross Newman, «Pedro Salinas y su circunstancia» (Páginas de Espuma, 2004), pero se echaba en falta una visión actualizada del autor que, con su trilogía compuesta entre 1933 y 1938, «La voz a ti debida», «Razón de amor» y «Largo lamento», creó la poesía amorosa más importante tras las «Rimas» de Bécquer, como apuntó su gran colega Jorge Guillén.
Tal vez el lector no relacionará al discreto Salinas con lo que se da en llamar una vida novelesca, pero Escartín Gual, tras treinta años dedicándose a estudiarla, lo tratará de demostrar con la idea inicial de que falta mucho por decir de este «hombre desconocido, acallado, oculto tras la aureola que supone ser el decano del grupo poético del 27». Sobre todo cuando las personas relacionadas con él y que evitaron hablar o permitir que se escribiera del amorío que tuvo Salinas con Katherine Whitmore ya han fallecido. La investigadora nos presenta a un biografiado víctima de una gran inseguridad, que disfrutaba con los juguetes infantiles y la tecnología, adorador de la vegetación y el mar que descubrió en Estados Unidos y el Caribe, que recorría embelesado las pinacotecas, al hombre friolero hasta el extremo y alma dependiente de los demás.
Todo ello tendrá el asidero de su correspondencia, sus obras narrativas, teatrales, ensayísticas y poéticas, su propia voz, en definitiva, pues, como decía él mismo, «los grandes libros y la vida no son cosa distinta», de modo que Escartín Gual logra que al visitar su obra podamos «descifrar una producción literaria que él convirtió en retablo de vivencias».
Así, «Pedro Salinas, una vida de novela» no es una biografía al uso, sino la búsqueda de la interioridad del hombre para entender mejor sus creaciones artísticas. Y todo en medio de, sí, una gran novela vital, pues qué si no es haber de exiliarse porque en el país estalla una guerra, moverse buscando trabajo en las dos costas norteamericanas, y al fin encontrar un «modus vivendi» ideal en la isla de Puerto Rico, donde se sentaba a escribir frente a las aguas del que llamó «El contemplado», dejando atrás la relación extramatrimonial que le inspiró tanto. Incluso en su estructura este trabajo resulta estimulante: cada capítulo está dividido en dos apartados, mostrando las dos caras de una personalidad dual: castizo y cosmopolita, entre la acción y el quietismo, o el hombre público al que algunas veces le dio miedo publicar.