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Paul Morrisey, tributo a un cine que no fue basura

Un mismo y único destinatario, quien fuera compañero de fatigas de Andy Warhol en la Velvet, además de director de cine hoy de culto y, por mor de Armand Rovira, «leit motiv» de una película rodada en 16 mm. Puro experimento con sello español

"Letter to Morrisey", que se estrena mañana, está rodada en blanco y negro
"Letter to Morrisey", que se estrena mañana, está rodada en blanco y negrolarazon

Lo que comenzó en 2013 como un experimento de la mano de Armand Rovira, hasta entonces director de cortos, fue creciendo en intensidad hasta devenir en un largometraje que choca frontalmente con el resto de filmes que pueden verse este fin de semana en cualquier sala. El suyo es una isla solitaria, «Cartas a Paul Morrisey», que se estrena mañana, una cinta rodada en 16 milímetros con fotogramas en los que se aprecia el grano y en blanco y negro. No hay en ella superhéroes –ni tampoco una historia romántica, y menos aún es una comedia de Navidad– o quizá sí lo sean cada uno de los integrantes de las cinco historias en las que el director divide su primer filme y cuyos protagonistas hablan idiomas como el alemán o el japonés. Porque esta película, la que cuenta Armand, es una historia que tiene vocación de universal.

«La cámara es mi pincel y el fotograma, mi lienzo. Creo en los pequeños formatos del cine», declara con convicción. Ha escrito que de adolescente le marcó «Trash» (1970), cinta dirigida por Morrisey y que forma parte de una trilogía junto con «Flesh» y «Heat». «Su filosofía consistía en coger su cámara y filmar libremente por Nueva York», dice.

A veces llegan cartas

Y eso es lo que hizo Rovira, echarse a la calle cámara en mano y contar su historia en principio con actores no profesionales. Lo que sucedió es que el proyecto fue creciendo y llegó el largo. «Del equipo de cinco personas que éramos al principio pasamos a ser 20. La cosa empezó como una diversión experimental, bastante ‘‘underground’’». Hasta que tomó forma y apareció Morrisey como destinatario de una serie de cartas dirigidas a él por personas en una perpetua búsqueda.

Así, desfilan por su celuloide quien ansía una fe religiosa y se parapeta al amparo del Valle de los Caídos, bajo su enorme cruz, o quienes se hallan perdidos en el mundo de las drogas. O ese personaje que escucha de manera insistente un molesto zumbido. Y todos encabezan sus misivas a la misma persona. El no color era perfecto para esta cinta tan de autor, «que es la manera que tenía de rodar sus primeras películas todo el grupo de la Factory», aunque andando el tiempo se pasaran al color y cambiasen los 16mm. por 35. Un nuevo guiño a una manera de rodar que es casi artesanal. De hecho, se ha especulado bastante sobre la cámara con la que trabajó el director. Todo apunta a que se trató de una pieza histórica casi museable, nada menos que la que sostuvo John Cassavettes en dos de sus obras, «Shadows» y «Faces», para las que utilizó una Eclair. Y parece que es precisamente ésta la que sostuvo Rovira durante el rodaje.

Qué distintos son estos tiempos a los que vivieron Warhol y cía. en tiempo, de pelo blanco como la nieve. Morrisey tiene hoy 81 años y muchos recuerdos a la espalda. Su cine fue denostado, tildado de cutre porque lo rodaba en un par de días o tres, películas para las que contó con un actor fetiche cuyo pene inmortalizó en primer plano (algo que solo se hacía en las películas porno) y que Rovira, desde su admiración profunda, ha rescatado para este tributo: Joe Dallesandro.

Una «rara avis»

Dice el director que él no ha visto en el cine actual una cinta como la suya. Y no le falta razón, porque es una «rara avis». «Me extraña cuando me preguntan que si he vuelto al cine. Si yo nunca me he ido...», comenta. El embrión que tenía en la cabeza hace seis años ha dado como resultado este homenaje a varias voces del que el director comenta que hasta se podría hacer un «making of», pues son muchas películas en una, pero sin perder la perspectiva propia, ya que Rovira no ha querido volver a los años de la Factory warholiana, «porque ni lo conozco ni lo he vivido», señala. Y se refiere a un acto de generosidad con quien asegura no se ha hecho justicia y esta pendiente de reconocimiento. Hoy, el hombre que encabeza estas cinco misivas es octogenario. Y un día, acabadas las correrías y la buena y mala vida de aquellos 80 del demonio, decidió retirarse para ver la vida desde otra perspectiva.

Rovira subraya que si hay alguien a quien ha rendido tributo su nombre está en el título de la película. Las otras influencias que se puedan apreciar son solo eso, influencias imposibles de desligar de su formación. Y nos referimos, porque él así lo ha manifestado, a Tarkovski, Dreyer, Bergman y Kubrick. Incluso afinando el ojo hay algunos encuadres tan pictóricos, tan fotográficos, que da la impresión de que la mano de Robert Mappelthorpe se hubiera posado sobre varios de los fotogramas. Será una apreciación nuestra, quizá.