Roland Emmerich: “Los soldados de EE UU hoy en día no saben por qué luchan”
El director retrata con un gran despliegue digital la épica batalla de Midway
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Llevaba dos décadas queriendo filmar la gran batalla del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial, y ahora, por fin, como productor y director, Roland Emmerich estrena su visión del combate naval y sus prolegómenos en «Midway».
–¿Por qué eligió concretamente esta batalla?
–Porque fue tal vez el mayor combate de la historia. Después del ataque a Pearl Harbor, uno de los días más oscuros para América, tuvieron que hallar fuerzas para luchar en una guerra para la que no estaban preparados, especialmente en el Pacífico, donde había un enemigo realmente sorprendente y fuerte, la Armada Imperial Japonesa. Había que vencerlos y acabar con el fascismo. Es una gran historia de superación.
–Buena parte del filme se dedica a narrar los pasos que se sucedieron para llegar hasta el gran combate. ¿Era importante para usted ser fiel a la historia y los héroes reales?
–A la hora de hablar de una batalla, es interesante mostrar la preparación, el juego político del ratón y el gato. En Midway hay un elemento muy fuerte de inteligencia naval, y ese es un asunto complejo e interesante. Tuvieron que trabajar con el apoyo de tierra firme, pero en una situación en la que no entendían muchas cosas. Y, además de eso, tuvieron que tratar contra la gente de Washington. Había una gran historia también que contar ahí.
–Y vamos a la batalla. ¿Hubiera sido posible filmar un combate tan enorme, desarrollado en mar y aire, sin tecnología digital?
–Definitivamente, no. Nos preocupaba crear efectos visuales creíbles y que mostraran todo exactamente como se veía en la época. Fue un gran desafío. A los de efectos digitales les dije: «Mirad, muchachos, tenéis que hacer que esto parezca real, de lo contrario la película no funcionará».
–Midway es un episodio patriótico bastante importante en EE UU. ¿Se deja sentir de alguna manera su origen europeo?
–Tal vez en la creación de los personajes japoneses. No los hice malos de por sí, sino reales, tan patrióticos como los estadounidenses, y creo que eso es muy singular. También me mantuve alejado de las grandes escenas de vítores al final, porque tengo la sensación de que una guerra no es algo bueno y no hay ganadores.
–Se ha rodado mucho en la historia de Hollywood sobre la guerra del Pacífico. ¿Se ha dejado influir por este corpus?
–Hasta cierto punto. Revisé todas esas películas, pero de alguna manera tuve que comenzar de nuevo porque nadie se atrevió a crear algo como esto, y ese también fue el desafío para mí. La primera película del Reino Unido en los años 70 sobre Midway usó material de archivo. Nosotros lo utilizamos, pero lo emulamos e incorporamos en nuestros efectos visuales.
–El cameo de John Ford, ¿era un homenaje obligado de cineasta a cineasta?
–Rodar esas escenas fue como si él estuviese allí, sorprendente. Era un gran personaje para incluir en la cinta, un director de Hollywood que fue a Midway porque un amigo le dijo que allí encontraría acción, pero él no lo creyó del todo. Cuando se produjo el ataque, querían meterlo en el búnker, pero Ford dijo: «No, estoy filmando», y se lesionó durante el rodaje. Si ruedas en una isla en la que estuvo John Ford, está claro que debes usarlo.
–¿Se puede considerar su película un tributo a unos valores extintos en estos tiempos confusos que vivimos?
–Un poco. He querido hacerla durante 20 años, pero estoy muy feliz de haberla hecho ahora, primero porque la tecnología es mucho más avanzada. En segundo lugar, creo que en nuestros tiempos es aún más importante mostrar a jóvenes que arriesgan sus vidas para luchar contra el fascismo. Filmé mucho en bases militares, y cuando hablas con los soldados de hoy, te dicen: «Oh, Dios mío, esta fue una guerra que valió la pena, lo que hacemos hoy ya no vale nada, se trata solo de dinero». De hecho, hay una enorme tasa de suicidios en los regimientos en Estados Unidos, y creo que proviene de eso, que dan sus vidas pero no están combatiendo por la libertad y la democracia. No saben por qué están luchando.