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El nacimiento de un amor nómada

Wang Quang’an ofrece en «El huevo del dinosaurio» un elegante y sutil retrato de la crudeza de las estepas de Mongolia

El nacimiento de un amor nómada
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Para Wang Quang’an, uno de los realizadores más destacados dentro del universo de la cinematografía china en la actualidad, y cuyo reconocimiento en Occidente resulta notablemente insuficiente, sus orígenes –ubicados en los remotos y planetarios parajes de la estepa mongola–, no son solo el particular escenario de sus raíces y el sinónimo más cercano de la palabra «casa», también una fuente de inspiración creativa inagotable. Quang’an asegura que «la relación entre el hombre y la naturaleza ha sido siempre un tema que me ha gustado tratar en mis películas. Solo en un entorno como este somos capaces de oír los sonidos de la naturaleza. El pueblo mongol es pastor y nómada por tradición. Se trata de una forma de vida que necesariamente ha de mantener una relación muy estrecha y un diálogo con la naturaleza».

Es precisamente en el silencio velado de un entorno tan desangelado e inabarcable como el de las llanuras del país asiático donde aparece el cuerpo desnudo y marmóreo de una mujer asesinada que sirve como inquietante apertura de su nuevo trabajo, «El huevo del dinosaurio». Privilegiando la estetización de las imágenes y apostando por la ausencia de diálogos, el cineasta construye una trama sumamente onírica y abstracta que lejos de detenerse en la resolución lógica del caso y convertirse en una película policíaca más, se entretiene con cuestiones mucho más profundas y existencialistas a través de la figura de una pastora y un joven oficial que deberá pasar la noche en mitad de la estepa para custodiar el cadáver.

El director de «La boda de Tuya» confirma la idea de que lo bello no tiene por qué hacer ruido: «Los diálogos son pocos en la película porque el descubrimiento y la expresión de la belleza son, en mi opinión, los elementos centrales del arte. No importa qué medio artístico utilicemos o a qué elemento decidamos dar prioridad, la finalidad es siempre la misma» y aprovecha para reivindicar la autonomía de la mujer en Mongolia: «Prácticamente todo lo que se cuenta del personaje de la pastora es real. Las mujeres mongolas disfrutan sin lugar a dudas de una autonomía, tanto sexual como personal que desde otros países puede parecer impensable. En mi opinión, esto puede deberse al modelo de vida del pastoreo nómada. Allí son muchas las jóvenes que crían a sus hijos solas». Y así, entre la convivencia callada de la tradición y la modernidad y el tiritar de la belleza, nace una extravagante y atípica historia de amor.