Las sombras del Circo del Sol
La todopoderosa máquina canadiense no pasa por sus mejores momentos: obligados a despedir al 95% de la plantilla y con una deuda de 830 millones de euros, la compañía vuelve a estar en el radar de su fundador, Guy Laliberté, que ya esboza el proyecto de regreso
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A primeros de mayo, una de las principales firmas de comunicación de Canadá, Quebecor, reconocía estar dispuesta a inyectar «centenares de millones de dólares» en el Circo del Sol para «asegurar su supervivencia». Sin embargo, la empresa circense, uno de los orgullos de aquel país, se resistía a revelar parte de sus vergüenzas: su verdadera situación financiera. Se empezaba a destapar así el drama de una compañía que había sacado músculo como ninguna otra alrededor de los cinco continentes y que, por el contrario, no parece aguantar el tremendo envite de la pandemia. Ya sabemos que el virus del covid no entiende de ideologías, ni negocios, ni edades, y tampoco hace una excepción para dar tregua a la, probablemente, empresa escénica más grande del planeta. La inmensa maquinaria que mueve cada día el Circo del Sol se ha visto ahora desmoronada por un parón sin igual en el que tendrá que recurrir a una austeridad que hacía años que no le acompañaba.
Fundada en Montreal (Canadá) en 1984 como un grupo callejero, la llegada del coronavirus ha significado para los canadienses un bofetón que ya se ha cobrado el despido del 95% de su plantilla (unos 4.700 empleados), además de la inevitable paralización de los 44 espectáculos que tenían distribuidos por todo el mundo, quedando obligados a reembolsar 165 millones de dólares en entradas de los montajes que ya han sido cancelados. También conviene puntualizar que, durante todo este tiempo de confinamiento, la compañía ha estado subiendo a la web muchos de sus títulos a coste cero para que el público no desconectara de sus cabriolas.
Las citadas cifras se suman a las informaciones aparecidas en los medios norteamericanos en los que se eleva la deuda circense hasta los 900 millones (830 millones de euros), fruto del acuerdo de 2015, y valorado en 1.500 millones, por el que el fondo de inversiones estadounidense TPG se hizo con una participación mayoritaria del negocio, hasta entonces en manos de su fundador, Guy Laliberté.
De inicio, Quebecor ofreció al Circo una «financiación a corto plazo de varias decenas de millones de dólares» para pagar a los miles de trabajadores (según la agencia de calificación de riesgo Moody’s, a finales de 2019, contaba con 100 millones de liquidez). Y ya, en una segunda fase, el gigante de las comunicaciones estaría «listo para inyectar centenares de millones para revivir las actividades del Circo, pero para lograrlo necesitamos tener acceso a un análisis detallado de la situación financiera que, hasta la fecha, no hemos podido obtener porque lo han bloqueado los gestores», defendía Quebecor.
No hubo contestación pública del Circo del Sol, pero el periódico «La Presse», de Montreal, sí puntualizó que se había llegado a amenazar a Quebecor con tomar acciones legales si no se retractaba de una información aparecida en uno de los periódicos de su grupo, «Journal de Montréal», en la que se indicaba que la empresa circense está gestionada desde un paraíso fiscal. Entendiendo así que el fin del comprador no es otro que dañar el valor de la marca para hacerse con el control a un menor precio.
Movimiento que terminó destapando la intención de los tres principales accionistas del Circo (el fondo TPG, el grupo chino Fosun y la financiera Caisse de Depot et Placemente du Quebec) de aportar 50 millones de dólares en la empresa y garantizar su continuidad a corto plazo.
Y en medio de todo este revuelo aparece en acción Guy Laliberté. El que fuera fundador de la compañía ha hablado en la radio canadiense pocos meses después de haberse desecho de todas sus acciones (llegó a tener más del 90%, pero en la operación de 2015 vendió la mayoría) para mostrar su interés de volver al que fue su pasado: «Me ha dado tanto que, si puedo ayudar, allí estaré», reconocía. «Tenemos un buen plan. Creemos que podemos traer de vuelta el fuego sagrado», continuaba el ex malabarista, que también confirmó querer mantener la oficina central en Montreal y mantener un equipo de gestión de Quebec. Aseguró tener «una serie de personas dispuestas a ayudarlo financieramente» para llevar a cabo la compra, como ya había mostrado en una carta abierta el pasado día 13. «Debemos encontrar un equilibrio financiero, pero sobre todo encontrar la llama que revivirá el circo», concluyó Laliberté. Posibilidad que no disgustaría en el seno de Quebecor, como reconoció su director general, Pierre Karl Péladeau, en «Le Monde», donde se mostró «abierto a la idea de considerar una asociación» con el fundador de Circo del Sol.