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“Patria”, día 1: la serie más esperada ya está aquí

Los dos primeros episodios de la adaptación del libro de Fernando Aramburu ya están disponibles en HBO

Boom series ETA larazonHBO

Día D. Día del estreno de “Patria”, la serie más esperada del año y la ficción que ya hizo las delicias de los asistentes al recién finalizado Festival de San Sebastián. Aplauso unánime y Aitor Gabilondo (creador), intérpretes, productores y demás tan contentos. Nunca es fácil hacer el salto de la novela a la pantalla y más difícil todavía es mantener el nivel cuando Aramburu dejó el listón por las nubes. Pues bien, se puede decir que la traslación es digna de aquel “boom”. No solo apta para “groupies” del libro, sino para todos los públicos.

Desde hoy, “Patria” es una realidad dentro de HBO, aunque si hay que encontrarle un pero se le saca: que uno no se pueda meter el atracón (maratón) oportuno, pues la plataforma solo ofrecerá dos de los ocho capítulos totales (el resto irán llegando semanalmente). Una circunstancia que nada hubiera extrañado antaño y que ahora, en ese frenesí al que nos ha condenado la propia vida, parece un sacrilegio (o una buena estrategia para que el gigante norteamericano mantenga abonados a los espectadores durante equis semanas).

Sea como sea, la reconstrucción de la historia de estas dos familias es 100% recomendable. Primero, por el mero hecho de ser un proyecto muy bien trabajado, y, segundo, por refrescar la memoria de un episodio no tan lejano en el tiempo que parece inexistente en las mentes de muchos jóvenes. Solo basta recordar el documental de Jon Sistiaga, “ETA: el final del silencio” (2019), donde el reportero se introducía en un aula para realizar una pregunta sencilla: “¿Saben quién es Miguel Ángel Blanco?”. El silencio fue la respuesta de aquellos jóvenes.

Para evitar esos vacíos todo ayuda, y si la lección viene en formato televisivo, bienvenido sea. No porque “Patria” vaya a resolver directamente la cuestión, sino porque despertará la curiosidad de los que desconocen el pasado y ayudará a dialogar al resto. Así lo desea Gabilondo: “No importa que se tenga razón o no, lo bueno es que se hable”, afirma lejos de generar polémicas.

“Patria” enseña sus cartas de primeras. Sin todavía haber visto el cartelón del título y el “Txato” (José Ramón Soroiz) ya está tendido en el suelo. Empapado por la lluvia, pero también empapado con su propia sangre. Tres balas han terminado con su vida y Bittori, su mujer, llora desconsolada sobre él. Ya nada volverá a ser igual en sus vidas.

Es la nueva vida de la historia que nos contó Fernando Aramburu en la novela de Tusquets en 2016. Si la primera corrió a cargo del escritor y la segunda se fue formando en nuestras mentes mientras devorábamos el libro, la tercera ya es cosa de Gabilondo, que, dice, presenta una “historia de seres humanos” en la que no hay “ni buenos ni malos”, simplemente dos familias enfrentadas por las circunstancias y un camino posterior de búsqueda de algún lugar en el que vivir sin que las entrañas se remuevan demasiado.

Mucho le va a costar a Bittori (Elena Irureta) recorrer el sendero, pues los disparos se llevaron un buen pedazo de su alma y le trajeron la soledad desde el segundo uno. Desde que, con el “Txato” en el suelo, nadie sale a su auxilio. Ni siquiera su mejor amiga, Miren (Ane Gabarain), que defenderá cada paso de su hijo (Jon Olivares) por encima de todo, igual que cuidará de su hija Arantxa (Loreto Mauleón), condenada a una silla de ruedas tras un ictus, hasta el último de sus alientos.

Gabilondo traslada a la pantalla una atmósfera que bien conoce. Él mismo, donostiarra, creció repartiendo pedidos en el mercado de la Bretxa mientras la lucha armada se vivía en las calles de alrededor. Un ambiente asfixiante que quedó en el pasado y que ahora se felicita por poder contarlo “libremente” en la pantalla. “Espero que esto ayude a formar un relato colectivo, múltiple, no unidireccional, que amplíe y que recoja lo sucedido. Es enriquecedor que lo ocurrido se destile de manera artística”, explica.

El creador fue rápido como nadie para hacerse con los derechos del texto de Aramburu. Nada más leerlo supo que aquello tenía una continuidad en lo audiovisual y allí que se lanzó. Y lo hace con buena parte de la base que le legó el escritor. Así, Gabilondo cuenta que hay dos claves que debía mantener para atrapar al espectador: los viajes en el tiempo, “que te ayudan a ir entendiendo a los personajes”; y “las múltiples perspectivas dentro de las dos familias protagonistas”.

Dos casas rotas por dolores absolutos, aunque “incomparables”, apunta, “porque las circunstancias no son las mismas”. Por ello, por mantener el realismo, el director se ha empeñado en plasmar el conflicto vasco “de la manera más naturalista posible”: “Tenemos recuerdos emocionales concretos, por lo que tenía que ser una imagen que no fuera distorsionada. La idea era que no fuera una postal pintoresca, que sonara a verdad”.

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