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Ahora ya sabemos que el mundo será peor el día de mañana

El escritor italiano publica «El colibrí», Premio Strega 2020, una novela donde el autor reconce haberse «desnudado»
Marco DeloguLa Razón

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Sandro Veronesi es un escritor atípico: cree en la novela y los buenos sentimientos. En estos tiempos de autoficción, de disolución de géneros y destrucción de márgenes literarios, resulta insólita, casi una osadía. No solo por atreverse a expresar estas convicciones en alto y reivindicar autores como aquel Dostoyevski, ¿recuerdan?, sino también por llevar a la práctica el ejercicio de sus planteamientos a través de un libro y, para colmo, triunfar con él. «Muchos han augurado el final de la novela. Incluso han vaticinado su muerte. Por eso se ha intentado huir de los moldes establecidos en el siglo XIX y se han indagado otras vías, pero lo cierto es que la mayoría la echan de menos. A todos les encantan. No hay nadie que no disfrute con ellas. Mi fe en la novela me la llevaré hasta la tumba.».
Sandro Veronesi es un italiano de pelo rizado y gafas pesadas, de humor desencantado y reflexiones certeras, de un profundo sentido común, que ha decidido contemplar la vida con optimismo, una transgresión en este mundo de seriedades. «Este libro procede de la parte oscura, donde existen telerañas, de la parte enmohecida que tenemos. Ha sido un esfuerzo de confrontación conmigo mismo y las partes que había decidido ocultar », comenta.
«El colibrí» (Anagrama), premio Strega 2020, da cuenta de la existencia de Marco Carrera, un hombre acomodado, oftalmólogo en Roma, buen jugador de tenis, que sortea los vientos del infortunio con una actitud positiva, sin dejarse doblegar por los reveses y los infortunios. En definitiva, un resistente. «Hay escritores que nunca se han desnudado, que no se han enfrentado con su bodega interior, que nunca ha dirigido una mirada a su interior, donde están las cosas feas. Abarcan la humanidad con la fuerza de su talento, como Italo Calvino, que nunca escribió un libro realista. Siempre escribió a través del símbolo o la metáfora. Pero yo sentí que tenía que ir al fondo, no esconder nada, no espantarme de mí mismo, no asustarme, porque es el único camino que tengo como escritor al no ser tan bueno ni como Calvino».
Buenos sentimientos
Este título de Veronesi ha sido alabado hasta por los colegas escritores. Incluso le han dedicado buenas palabras, lo que tampoco es corriente en un mundo de tantas envidias como el de la escritura. Quizá una de las claves es el optimismo que desprenden estas páginas a pesar de las desgracias que narran. «Los buenos sentimientos no son populares hoy. Aquí hay una visión optimista, lo que ha sido algo casi catártico. A la gente le gusta ilusionarse, pensar que hay esperanza». Un diagnóstico que no le venda los ojos ni le impide reconocer la realidad. «La gran ilusión de la sociedad era que podríamos hacer rica y plena la vida de todo el mundo y que se podían comprar objetos bonitos con un sueldo burgués. Pero lo cierto es que mi padre podía comprar dos casas, y yo no. Vivimos un momento terrible. Por primera vez tenemos la seguridad de que el mañana será peor y que les dejaremos un mundo más terrible del que recibimos a nuestros hijos. Jamás había sucedido algo así en la historia de la humanidad. Sabemos que es así y ya ni siquiera nos sorprende».
Veronesi, como hijo de los años setenta, recuerda esa década convulsa –«un momento politizado de forma dramática porque había un terrorismo de la derecha contra la izquierda, y de extremistas contra el Estado»– y la compara con lo que está sucediendo en nuestros días: «Veníamos de un momento en que parecía que la política había desparecido, pero ha reaparecido bajo otras maneras, como los fascismos, populismos y racismos».
Las últimas páginas de «El colibrí» se convierten en una suerte de relato distópico que discurre en el futuro. «Al final es una historia política. He tenido que inventarme lo que sucedería dentro de diez años. Ahora vivimos un conflicto imprevisible entre la verdad y la libertad. Los que se manifiestan contra mascarillas lo hacen en nombre de la libertad. He tenido que alinearme con la verdad. Estoy con la obligación de llevar mascarilla,. He sido un libertario, pero ahora limitar tu libertad es lo correcto por el bien social».