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Libros

«The Paris Review»: entrevistas y autores sin pelos en la lengua

Acantilado reúne varias de las mejores entrevistas realizadas por la mítica revista «The Paris Review», más de dos mil páginas donde caben los principales autores de la historia de la literatura desde mediados del siglo XX hasta nuestros días

Algunos de los escritores que aparecen en "The Paris Review", vistos por Perico Pastor Acantilado

En 1953 aparecía el primer número de una revista condenada a ser mítica, a pasar a ser una leyenda en el mundo literario tanto por su calidad como por las voces que han sido invitadas a participar en ella. «The Paris Review», creada por Harold L. Humes, Peter Matthiessen y George Plimpton, cambió muchas cosas periodísticamente hablando, entre ellas, el género de la entrevista. Las que aparecieron y siguen apareciendo en sus páginas, todas ellas protagonizadas por escritores con alguna honrosa excepción, son un homenaje al poder de la palabra y mostrar un respeto a cualquier lector. Una selección de un centenar de estas conversaciones forman parte de los dos volúmenes que acaba de publicar Acantilado.

«”The Paris Review” Entrevistas (1953-2012)» recopila en sus más de 2.800 páginas los testimonios de lo mejor de la historia de las letras desde la segunda mitad del siglo pasado hasta nuestros días. Es un camino que nos lleva desde E. Forster a Roberto Calasso pasando por Ernest Hemingway, Truman Capote, Georges Simenon, Jean Cocteau, Joan Didion, Dorothy Parker, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez o Camilo José Cela. En total, son un centenar de nombres los que puede encontrar el lector de esta obra, un proyecto en el que Acantilado trabaja, como dijo ayer su responsable Sanda Ollo, desde 2011. «Cuando leí la de E. M. Forster quedé prendada y empezamos a explorar la posibilidad de hacer nuestra propia antología. Fue Jaume Vallcorba quien me pidió hacer la selección».

No son diálogos de circunstancia, conversaciones de promoción de un libro durante media hora. Los entrevistadores de la mítica publicación podían pasar hasta un mes trabajando con su entrevistado hasta pulir lo que después aparecería en «The Paris Review». Algunas incluso fueron por correspondencia, como es el caso de la mantenida con Patrick O’Brian y que se prolongó varios meses.

De esta manera, podemos colarnos, por ejemplo, en la habitación del hotel donde vivía y trabajaba Dorothy Parker. Marion Capron logra que Parker esté cómoda y reconozca que «el dinero de Hollywood no es dinero, es nieve, se derrite en la mano». La escritora admite que los nombres de sus personajes los saca «de la guía telefónica y de la sección de obituarios del periódico».

Ted Barrigan se puso en contacto con Jack Kerouac para fijar una entrevista. Como el autor de «En el camino» no tenía teléfono, Barrigan, junto con dos poetas, se presentó en su casa cuando calculó que ya era la fecha para el encuentro. La esposa del escritor los quiso echar porque pensaba que la intención era pasar el día bebiendo. Al final pudieron hablar y Kerouac incluso contó las pesadillas que tenía pasando a máquina el texto de Burroughs «El almuerzo desnudo».

El torero Juan Belmonte

Hemingway recibió en su hogar a las fueras de La Habana a George Plimpton. En su diálogo, el escritor reconoce que «el hombre que mejor habla de lo suyo y tiene la lengua más afilada es Juan Belmonte, el torero. Da gusto escucharlo». Cuando Plimpton quiere saber quiénes son sus predecesores literarios, Hemingway incluye en esa lista a Twain, Flaubert, Stendhal, Bach, Quevedo, Goya, San Juan de la Cruz y Góngora, entre muchos otros.

«The Paris Review» logró que algunas puertas que estaban cerradas se abrieran, como la del controvertido Louis-Ferdinand Céline, quien es consciente en su charla que no se le hará justicia cuando pase a la posteridad. «Para entonces serán los chinoc o los bereberes quienes hagan el inventario, y mi literatura seguro que les repugna, seguro que les horrorizan mis tramas nocturnas y mis puntos suspensivos».

Hay pocos, muy pocos españoles en esta lista. Encontramos a Javier Marías, Jorge Semprún y al Camilo José Cela que ya ha ganado el Premio Nobel. A lo largo de una deliciosa entrevista con Valerie Miles, el autor de «La familia de Pascual Duarte» se define como «un anciano venerable» y admite que «de mí han dicho de todo, desde que soy un genio hasta que soy un deficiente mental. ¡Al menos, una de las dos cosas tiene que ser errónea!» Gracias a estas conversaciones recopiladas por Acantilado podemos adentrarnos en las cocinas en las que trabajan los escritores. Algunos de ellos estuvieron dispuestos a desvelar su proceso creativo. Es el caso, por ejemplo, de Georges Simenon, quien explica cómo planifica sus novelas: «Cojo mi listín telefónico para buscar nombres y mi plano de la ciudad para saber exactamente dónde pasaban las cosas. Y dos días más tarde me pongo a escribir. El principio siempre es el mismo; es casi un problema geométrico: tengo a este hombre, tengo a esta mujer y tengo este escenario. ¿Qué podría llevarlos al límite?». Y, sobre este último autor, William Faulkner subraya que «leo a Simenon porque me recuerda un poco a Chéjov».

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