El adulterio decimonónico en el siglo XXI
Llega a los escenarios de Madrid, en el tramo final de las actividades del Año Galdós, la puesta en escena de su primer estreno teatral: “Realidad”
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Estrenada, según el propio autor, “una noche solemne, inolvidable” de 1892 en el Teatro de la Comedia, “Realidad” supuso el tardío encuentro, o más bien reencuentro, de Benito Pérez Galdós con el teatro, un arte en el que había tratado, sin suerte, de probarse como autor en su juventud y por el que siempre había sentido verdadera fascinación. Fueron algunos amigos y admiradores del escritor canario –entre ellos el conocido actor y empresario teatral de aquella época Emilio Mario– los que le convencieron para hacer lo que en verdad no era sino “un arreglo para la escena” de la novela dialogada de igual título que ya había publicado en 1897.
La obra, que tiene como tema central el adulterio y sus consecuencias, y que concede a la mujer un protagonismo muy especial para esa época, tuvo una desigual acogida. Según algunos expertos hoy, como la filóloga Rosa Amor del Olmo, muchos no entendieron a Galdós por mostrar en las tablas “una realidad que rompía lugares comunes de la tradición”, con personajes que “se salen del molde del orden social al que pertenecen”. Sin embargo, al mismo tiempo, la obra fue y sigue siendo puesta en valor por quienes han advertido en ella un modernísimo estudio psicológico de los caracteres.
Entre esos defensores de la vigencia del texto, cabe situar al director escénico Manuel Canseco, que lo subirá la próxima semana a los Teatros del Canal, después de haber participado ya en su carrera en otras adaptaciones de obras del escritor canario, como las novelas “Misericordia” o “Miau”. “Creo que la manera en que Galdós aborda el tema del bien y del mal, y el de la posible amoralidad de la protagonista, da al texto una plena vigencia”, asegura el veterano director, que ha querido “desnudar la obra, remarcar la intencionalidad del autor, y verla desde mi propia perspectiva de hoy”. Para ello, el director propone un juego de interacción entre algunos actores y sus personajes, con la intención de “profundizar, desde la ironía y la complicidad, en los pensamientos y sentimientos del alma humana”.
El propio Canseco firma la versión de una función en la que ha prescindido “de personajes secundarios que pudieran distraer al espectador de hoy, de hacerle creer que se trata de una obra costumbrista de tiempos pasados, de otra sociedad totalmente ajena a la nuestra, para centrarme en aquellos que llevan y sufren el peso de la obra y, a la postre, son los que vienen a desarrollar plenamente las ideas del autor”. Y esos personajes son básicamente tres: Augusta, una joven dama acomodada, a la que da vida Alejandra Torray; Orozco, marido de la joven y benefactor en apariencia de grandes causas, que está interpretado aquí por Juan Carlos Talavera; y Federico, el hombre a quien ama verdaderamente Augusta, un donjuán venido a menos con una falsa y contradictoria moral, y en cuya piel se mete Adolfo Pastor. El elenco se completa con Cristina Juan y Cristina Palomo.