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“Ghosts”: los gritos ahogados de la juventud turca

La directora Azra Deniz Okyay dirige un personal relato sobre la Turquía actual
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  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

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La mirada local, involuntariamente reduccionista y casera que utilizan en ocasiones las sociedades occidentales para analizar sus problemas limita y estrecha tantísimo el campo de visión que, pensar en la posibilidad de que los apuros generacionales por los que puede pasar una veinteañera turca tengan algo en común con las limitaciones laborales de un francés que acaba de graduarse, termina pareciendo descabellado e incluso ridículo. ¿Se parece en algo el proceso de gentrificación que actualmente sufren las barriadas de la conocida como “Nueva Turquía” al proceso abrasivo de modernización de locales y viviendas que zonas eminentemente castizas como Lavapiés o Malasaña han experimentado en los últimos años? ¿Puede un joven parado de Usera sentirse identificado con la falta de expectativas vitales que manifiesta un joven desempleado de Turquía?
La multifacética directora Azra Deniz Okyay no pretende sin embargo responder este tipo de preguntas, sino más bien encender el piloto de la reflexión en las cabezas de aquellos que estén dispuestos a planteárselas. A través de su ópera prima, “Ghosts”, que se estrena el viernes 14 en salas españolas y cuenta con el aval de la Mostra tras ganar el Premio de la Semana de la Crítica en el Festival de Venecia, Okyay propone una observación enérgica y desordenada del presente de Estambul y de los cambios estructurales y sociales producidos. “Puede parecer que los problemas generacionales de la juventud turca no tengan mucho que ver con los que pueda tener la juventud europea. Aquí la gente no tiene oportunidades para desarrollar su creatividad y por eso se ve con la necesidad de abrir sus propios espacios. Sin duda yo creo que se trata de un problema democrático. En los últimos años en Turquía la voz de las nuevas generaciones apenas ha sido escuchada por parte de los representantes políticos”, asegura la cineasta al otro lado de la pantalla en videoconferencia con LA RAZÓN.
Y prosigue: “pero en Europa, igual que en Turquía, la gente joven tiene inconvenientes que están generados por los gobiernos de turno y eso ha hecho que crezca la exigencia y también las presiones ciudadanas. Basta con ver las revueltas a las que se ha enfrentado Macron por ejemplo. La realidad es que sigue siendo complicado manifestar tus ideas particulares tanto en el terreno artístico como en el político en muchos lugares del mundo”. La marginalidad de una comunidad que no termina de acostumbrarse a la evolución atropellada de una ciudad que se tira con prisa a los brazos de la modernidad invade gran parte de los rincones de una historia protagonizada por cuatro personajes impulsados por la necesidad de salir adelante.
La realizadora, nacida en Estambul, asegura que desde el principio tenía muy claro que no quería centrarse en una temática inevitablemente social solo por el hecho de fuese una película rodada en Turquía; “tenía que crear una película cuyo ritmo fuese tan dinámico como los cambios que están ocurriendo en mi país. Leer bien mis emociones, fluir con las sensaciones que iban creciendo dentro de mí y poner todo eso en común con mi productora. Finalmente dijimos de acuerdo, vamos a hablar de los problemas de mi generación, de la libertad de expresión y de cómo la gente se ve obligada a irse de sus barrios, pero vamos a hacerlo desde perspectivas nuevas, curvilíneas, diferentes, como las formas de una mujer”, indica.
Dilem, una joven bailarina desdibujada dentro del papel que ocupa como parte integrante del constructo social en el que le ha tocado vivir pero decidida y espiritualmente anárquica, ejemplifica otro de los temas subrayados por Azra Deniz Okyay: el feminismo en Turquía. “Seguimos aquí, somos conscientes de la situación y vamos a continuar insistiendo para mejorarla. Turquía fue el primer país árabe que permitió que las mujeres votasen en 1934, mucho antes que países como Francia o Bélgica por ejemplo. Durante la joven República turca hubo mucho activismo femenino y por eso ver la forma en la que hemos evolucionado y cómo estamos ahora en 2021 es desastroso. Por supuesto es importante hablar de la situación de la mujer y sé que también hay mujeres más conservadoras que tampoco están contentas con lo que está pasando, pero lo importante ahora mismo es crear espacios comunes en los que todos podamos llegar a entendernos”, ultima esperanzada.