“El canto del cisne”: vuelve el chismoso de Capote y sus cisnes blancos
Kelleigh Greenberg-Jephcotta retrata la glamurosa vida del escritor en una narración salpicada de cotilleos y secretos
★★★★☆
Por Lluís Fernández
Inevitablemente, Truman Capote ha pasado de ser uno de los grandes escritores norteamericanos a un icono pop. Su glamourosa vida como víbora de la jet set internacional, confidente de la aristocracia neoyorquina y chamán de la fabulosa fiesta de «blanco y negro» del Hotel Plaza en 1966 trascendieron con su fabulosa vida social su mundo novelesco. Le ha sucedido lo mismo que a Scott Fitzgerald y Ernst Hemingway: mitificados por sus vidas de excesos y gran final. Hoy, a Capote, se le recuerda más por el mítico filme «Desayuno con diamantes» que por su novela, de la que este filme sólo conserva el título.
Este proceso de desplazamiento de literato a ídolo pop encuentra en «El canto del cisne» su mejor plasmación. Es cierto que parece una biografía del autor de «A sangre fría» pero es un trampantojo en el que Capote aparece recortada por sus cisnes blancos, narradores y protagonistas reales de esta novela de la debutante Kelleigh Greenberg-Jephcottla.
De entrada, el arranque es espectacular. La presentación de Truman Capote de niño y el encuentro con sus seis «cisnes» de la alta sociedad neoyorquina, narradoras en comandita del relato. Una idea genial: que ese «nosotras» omnisciente y plural parece que narra desde el mismo cielo de las chismosas, en donde Capote era la marioneta que creía mover los hilos de sus vidas, cuando era manipulado por estas ambiciosas y mediocres socialités, encumbradas por su elegancia y sus matrimonios con hombre ricos y poderosos.
Relato salaz
El trabajo de Kelleigh Greenberg-Jephcottla ha sido reconstruir ese mundo de amor y lujo a partir del capítulo «La Costa Vasca» de su nunca terminada novela «Plegarias atendidas», en el que contaba los chismes más hirientes de sus amigas, un relato salaz que nunca le perdonaron: ser convertidas en entes de ficción por el bufón de su corte. Todo en «El canto del cisne» es espectacular y grandioso, como se merece la vida de este cotilla impenitente y sus chismosas amigas, con las que creía vivir en un mundo de ensueño, para terminar abruptamente como el baile de Cenicienta. Sólo por los historias sexuales ocultas que descubre merece la pena leerlo. El problema que sobrevuela es su longitud y la falta de consistencia de los personajes, esas seis socialités que acaban confundiéndose en uno solo. Anita Loos los sintetizo en «Mujeres» (1939), de George Cukor, en hora y media y fijó el modelo del relato que aquí se revive.
▲ Lo mejor
Una gozada para los amantes del chismorreo y el estilo literario que imita a Capote
▼ Lo peor
la extensión del relato y la falta de consistencia psicológica de algunos personajes