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Andrés Calamaro: «No tengo que cambiar nada, siempre he sido feminista y ateo»

Regresa con «Dios los cría» un disco de versiones de algunos de sus éxitos con la colaboración de Julio Iglesias, Raphael, Lila Downs y Mon Laferte
thomas canet

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Como ya es habitual en él, Andrés Calamaro vuelve por escrito. El poeta pide cuestionarios y así lo publicamos, en bruto, y sin oportunidad de repregunta, pero, oral o en prosa, se reconoce la firma del autor de un cancionero infalible que regresa versionado y a dúo junto a cantantes como Julio Iglesias, Raphael, Manolo García, Leiva, Alejandro Sanz, Lila Downs o Mon Laferte, entre muchos otros. “Dios los cría” se publica el 28 de mayo.
–¿Cómo ha pasado la pandemia que parece que se acaba?
–La he pasado bien, he descubierto una nueva libertad plena en la soledad no negociable. Me alarma un poco la facilidad de los pueblos para someterse subyugados a la extorsión del miedo y el dictado de funcionarios amplificados por la cháchara de las telecomunicaciones. Se ha impuesto la denuncia entre ciudadanos, qué amarga reflexión.
–¿Cómo fue la selección de colaboradores para el disco?
–Los artistas se seleccionaron ellos cuando eligieron cantar estos versos, no medíamos sellos discográficos ni tuvimos inconvenientes casi. Tenemos la más digna afinidad: el amor al canto que nos involucra como partes de una misma familia de primos y hermanos separados al nacer.
–No me resisto a preguntar por dos clásicos. ¿Quiénes son para usted Julio Iglesias y Raphael?
–Son dos cumbres muy altas en este oficio, han inscrito su nombre en piedra, mármol y diamante. El Himalaya de los artistas e intérpretes. Más alto que Raphael y Julio Iglesias solo están Héctor Lavoe, Frank Sinatra o Enrico Caruso, y por motivos preclaros. Cómo me han honrado cantando mis versos no me alcanza con siete vidas para asimilarlo.
–Colaboró recientemente con C. Tangana y el verso de «tengo un cohete dentro del pantalón», procedente de Los Abuelos de la Nada fue interpretado como un tic de masculinidad caduca por algunos que desconocían el doble sentido de la frase.
–El Cohete en el Pantalón lo tomé prestado de Little Feat, «Rocket in my pocket». Alude en primera persona a una erección pero puede trasladarse al tradicional canuto español o cualquier cosa que queme en los pantalones.
–Se lo pregunto más directamente, por si lo deja correr de la pregunta anterior. C. Tangana me dijo al respecto de esa canción en una entrevista que la masculinidad que le enseñaron ahora resulta que es un cáncer y que trataba de cambiar. ¿Se siente un representante de esa masculinidad caduca? ¿Lo medita o hace algo para corregirse?
–No tengo por qué cambiar nada, siempre he sido feminista y ateo, una persona de bien por el bien común. Represento la masculinidad apropiada, los buenos modales y la gentileza, la bondad y el encanto. Lo tengo meditado y está contrastado por muchos testigos de la rama femenina. Fui educado en la cultura, la tolerancia y la vanguardia cultural e ideológica. Nadie me corre por izquierda, menos en silla de ruedas. Puedo corregirme como cantante y no terminar nunca. Eso sí. Lo haría todo de nuevo para cantarlo mejor.
–Vivimos una época más puritana que hace solo dos décadas. Una moral que censura las creaciones que no son consideradas políticamente correctas. ¿Por qué cree que sucede?
–Décadas o siglos. Hemos toreado en peores plazas, pero ahora abrazamos el sometimiento como sociedad occidental náufraga. La avalancha de las telecomunicaciones es demasiado perniciosa para ser espontánea. Un indigesto cóctel de cinismo, ingenuidad y fanatismo se ha apoderado de las mentes de una o dos generaciones, destruidas por la locura.
–¿Se siente preparado para escribir otra cosa fuera de la canción? ¿Le interesa?
–Sí, claro. Las canciones no me importan demasiado, no son del todo necesarias en el rock ni en el flamenco o el blues. Los músicos no sabemos escuchar la letra y la música al mismo tiempo. Escribo en otros formatos. Tengo terminado un buen libro para cine, otra obra más compleja y en marcha –todo un año en décimas redondillas o espinelas– y un premio al periodismo taurino que me dieron en Sevilla. Con Curro Romero, Miura y Morante de testigos.
–¿Qué cosas le dan hoy gozo verdadero y sin cargo de conciencia?
–Quedarme en casa tomando mate y los toros. Soy un lector moderado, me gusta el cine, comprar la comida y comer bien. Hace nueve o diez años que estoy sobrio y abstemio. Soy misántropo «houllebequiano», puedo pasarme la vida sin hacer nada, no aspiro a la plenitud ni a la felicidad. Las palabras enormes me tienen sin cuidado, son abstracciones y se les baja el precio cuando se les manosea en el coloquio.
–¿Descarta una reunión de Los Rodríguez en el futuro después de la hermosa experiencia de su reunión por una biografía?
–No estoy en condiciones de descartar nada, ni eso, ni todo lo contrario. Somos amigos y hermanos separados dos veces. No he reunido a las bandas, prefiero mirar a los costados o adelante que revivir el pasado. El pasado está bien donde está, por algo lo dejamos atrás. La nostalgia en el rock me revienta porque consiste en desprecio por omisión.
–Hace no demasiado se definió como «reaccionario» ¿en qué sentido era, estético, vital, político, futbolístico...?
–En este contexto soy reaccionario con o sin comillas. Soy feminista de antes de haber nacido, otro tanto socialista heredero de la izquierda racionalista. No necesito deconstruirme y rechazo las tendencias ultra moralistas importadas de los Estados Unidos, la exagerada cuestión de las desigualdades equivocadas. No me hago cargo de ninguna culpa que no me corresponda.
–Al artista casi se le asume un carácter «progresista» en vez de «reaccionario» y a los taurinos se les supone «de derechas». ¿Le molestan esos clichés?
–Los clichés amorfos se han impuesto por sobre los nutrientes culturales y los pilares de la decencia humana. La entrecomillada corrección política es políticamente abyecta. Un puritanismo rabioso ha destruido las mentes de dos generaciones ajenas al sacrificio del trabajo o el estudio. Se ha servido una realidad indecente según la cual la convivencia entre pueblos y comarcas se rechaza en nombre de una virtud extraña. Causas a priori nobles se han distorsionado demasiado y se sirven como deformidades delirantes. El feminismo extremo, el surrealismo animal, la exageración con los asuntos raciales o la diversidad sexual. Han convertido el pensamiento en una alcantarilla, un pensamiento ajeno y ajeno a los humildes y los trabajadores.
-De entre todas las canciones, le pregunto por “Paloma”. ¿Qué historia tiene la canción, una de las que más adoran sus fans? ¿qué recuerda de la chispa que le llevó a escribirla?
-Paloma es el Miura de estas canciones, no es fácil de templar y mandar. La chispa fue un episodio clandestino que procede no comentar. Luego fue la brasa de un cigarro cruzando la inmensidad del Sur pampeano de Argentina, de donde llega la milonga de Larralde, al sur de la luna. Después la grabamos con mi hermano Javier en la batería. Ahora se ensancha en el mérito de mis tres amigos que la comparten.