Crítica de «Hombre muerto no sabe vivir»: Ni el apuntador debe salvarse ★★★☆☆

Parece el título de una novela «pulp», de una de esas sobresaturadas de testosterona capaces de salpicar con sangre al lector. Desde luego, a ellas recuerda esta película que transcurre en una Málaga nada luminosa, la de la corrupción y el ladrillazo, y que vertebra Tano (excelente Dechent), que trabaja desde hace años para un ya anciano empresario que en el pasado controlaba la ciudad y sus mafias, ambos con un particular código del honor a cuestas. La edad de este hombre casi senil obliga a a un cambio de mando, aunque el despiadado hijo que se postula como candidato da terror. Pero hay más, la banda de los gitanos, los incondicionales del protagonista, y otros personajes dispuestos a lo que sea por dinero. Porque la violencia genera más violencia, la venta de drogas, más venta de peligrosos estupefacientes nuevos, y coleccionar euros, matar hasta a una embarazada. Un filme salvaje con algún estereotipo y debilidad del guion encima pero que te mantiene sobrecogido todo el metraje mientras caes en la cuenta de que el espirítu de Peckinpah sigue vivo porque la sociedad continúa tan podrida como siempre.