Jake Adelstein: cómo sobrevivir a la yakuza
El escritor, primer estadounidense en colarse en la mafia japonesa, presenta la traducción al castellano de «Tokyo Vice»
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Puede que no haya mejor presentación para Jake Adelstein (1969) que decir que es un tipo de los que se lanza a la piscina. No se lo piensa dos veces y se mete hasta la cintura en la charca de la azotea de Alcalá 66. «Todo por ayudar al fotógrafo», dice.
–¿Es siempre tan entregado?
–No soy de medias tintas.
–¿Ese espíritu es el que le hizo sobrevivir a la yakuza?
–Y tener mucho cuidado. En Japón, tener una actitud tibia se considera una debilidad, así que o te metes al 100% o no te metes.
Y es que esa era la principal carta de presentación de Adelstein: ser un superviviente de la mafia japonesa, el autor del libro que destapó algunas de sus vergüenzas (el «Gomorra», de Saviano, nipón), infiltrarse en la banda (el primer estadounidense en hacerlo)... No eran pocos los aspectos para definir al de Misuri (EE UU), pero todo se va al garete cuando el protagonista llega a la entrevista calado. Se quita los zapatos, los calcetines, deja las plantillas al sol, se sacude un poco y al tajo.
La excusa de su baño en Madrid es la traducción al castellano de «Tokyo Vice» (Península), donde cuenta desde su llegada a Japón como estudiante hasta las peripecias en la sección de Sucesos del mayor periódico del país, «Yomiuri» (también fue el primer extranjero en formar parte de la redacción). Se tendría que codear con cadáveres, pero eso no era un problema: «Crecí en una granja y me acostumbré a ver animales muertos. Ver a un humano solo es un poquito peor. Además, mi padre era examinador médico y un día me llevó a un caso. Sacaron a un hombre del agua. Estaba hinchado y olía fatal. No me horrorizó especialmente». Más le costó tomar alga nori en su segundo día en Japón. «Olía igual. No pude comer sushi ese día».
Entre otras cuestiones, sacó a la luz un trasplante en Los Ángeles a un miembro del hampa nipón. Como era de esperar, no gustó nada, así que uno de sus líderes lo amenazó de muerte: «Haz que esa información desaparezco o te haremos desaparecer a ti. Y quizá a tu familia. Pero empezaremos con ellos, para que aprendas la lección antes de morir». Recuerda cómo aquel sicario hablaba muy despacio, «como a los imbéciles o a los niños», aunque «no parecía que pudiera haber dudas sobre lo que me estaba proponiendo». Se quedó parado. Tampoco conocía demasiado del asunto, pero eso era la clave de que estaba cerca de la noticia. «Solo sabía que, en el verano de 2001, Tadamasa Goto había recibido un trasplante de hígado (...) Pagó cerca de un millón de dólares, según algunas fuentes; tres, según otras». Fue uno de los hitos de una carrera como periodista en la que temió varias veces por su vida: «Me dieron puñetazos en un club de alterne. Pensé que era el fin». Hasta que recordó sus clases de aikido y «le clavé los dedos en la laringe. Da igual lo grande que seas si no puedes respirar». Eran las consecuencias de rebuscar en los bajos fondos de la industria del sexo.
Ahora, mientras se prepara para tomar el relevo al frente de un templo budista y HBO finaliza la adaptación del libro a la pantalla, Adelstein paladea lo conseguido con «Tokyo Vice»: «Ha pasado una década desde que se publicó y me gustaría pensar que supuso una vergüenza para el gobierno japonés. Entonces, la yakuza tenía 86.000 miembros, y hoy, menos de 10.000 gracias al cambio de leyes».
- «Tokyo Vice» (Península), de Jake Adelstein, 504 páginas, 19,90 euros