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“Antlers”: las criaturas oscuras de la “basura blanca”

Scott Cooper se pasa al terror de la mano de la producción de Guillermo del Toro y, junto a Keri Russell y Jesse Plemons, reflexiona sobre el abandono de la “white trash” y el cambio climático
La Razón
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  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

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¿Se acuerdan de las películas de clase media? Ya saben, cuando algún que otro rostro conocido iluminaba una película de pocos escenarios con un director en crecimiento y un buen guion como pilar maestro. Desde los noventa, están desaparecidos, casi igual que los relatos de la América profunda y blanca («white trash», en el argot propio) que no tengan que ver con Trump y sus fechorías. Ese espíritu, no el «trumpista», sino el de la clase media versátil es el que hereda «Antlers: criatura oscura», la nueva película del siempre correcto Scott Copper («Corazón rebelde», «Black Mass») en un «thriller» que a veces quiere ser horror y a veces ensayo sobre el trauma.
«Me gusta explorar un género distinto en cada película, así que este fue uno más. Eso sí, con el terror hay algo distinto, y son los fans, que tienen muchas expectativas y quieren que tu película sea terrorífica y que, además, emocione. Yo quería que pudieran sentir también los desafíos de los personajes, el del niño que tiene encima demasiada presión, la profesora que tiene que superar sus propios traumas o el de su hermano y ‘’sheriff’', que no sabe por dónde le vienen los golpes. Lo que une todo es el trauma generacional y el abuso, las tragedias familiares», explica sereno el director desde Los Angeles a LA RAZÓN por videoconferencia. Y sigue, sobre la labor de productor del filme del mexicano Guillermo del Toro: «Sin él, no habría película. Se me acercó para ofrecérmela y me dijo: “Tus últimas tres películas son de terror y no lo sabes”. Es alguien muy generoso con su talento y ambos acordamos que la experiencia del visionado debía ser la de estar viendo algo que no deberías, como cuando veías a escondidas una película que no era para tu edad de pequeño», añade.
La tragedia de lo familiar
Con Keri Russell, Jesse Plemons y el descubrimiento del pequeño Jeremy T. Thomas, «Antlers: criatura oscura» es una reflexión sobre la «basura blanca», sí, pero también sobre su contexto (drogas, delincuencia y abandono institucional) y la afronta de los miedos propios, en espectacular factura técnica. «El gran desafío de la película fue el de encontrar el tono. Viendo muchas veces el montaje final, hay ciertas escenas que hubiera montado de una manera distinta, pero así nunca la acabaría. Quizá habría hablado más del abuso en casa, del machismo, pero no lo sé. Lo que tengo claro es que no habría añadido más sustos. Me interesaban los miedos profundos, no los inmediatos. Y, siendo honestos, Guillermo y yo somos cineastas con miradas muy distintas, así que poder trabajar juntos en esta película y que haya funcionado es un milagro», explica Cooper sobre un filme que se mueve con soltura entre los sustos clásicos, la reverencia a los nativos americanos o la reflexión sobre el cambio climático y la recuperación de “lo que es suyo” por parte de la naturaleza.
Y sigue, sobre la cuidada dirección artística del filme: «Era crítico, crucial para que pudiera entender el trasfondo psicológico de la película. Como padre, sé que cuando un niño está lidiando con una situación emocional complicada, una de las maneras más directas que tienen de lidiar con ello es a través del dibujo, de la expresión artística. Así es como creía que debía quedar claro también en la película», completa antes de despedirse hablando de su monstruo, el Wendigo: «Había muchas complicaciones en esa revelación final, porque queríamos que se moviera y que actuara exactamente del modo buscado, sin añadirle nada poco orgánico. Un monstruo de la naturaleza no puede moverse como un robot. De ahí que fuera importante que tampoco tuviera una sola forma. Junto a nuestro asesor en motivos de los nativos americanos le dimos forma al Wendigo como algo que cambiaba constantemente de forma. Nos guio y nos hizo entender que se trataba de un monstruo espiritual, y que partía de nuestros propios medios. Y aquí, en la película, se vuelve también ancestral y natural. Nadie puede escapar a eso».