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Crítica de “Magaluf Ghost Town”: aguas sucias ★★★★

Un fotograma de "Magaluf Ghost Town"
Un fotograma de "Magaluf Ghost Town"ImdbImdb

Dirección y guion: Miguel Ángel Blanca. España, 2021. Duración: 93 minutos. Documental.

En este documental que acaba por ser pura fantasmagoría con título de western imposible o de atracción de parque temático se cuenta la historia de un lugar colonizado. Los turistas vendrían a ser los vaqueros con fiebre del oro y los lugareños, los indios, que observan el delirio de los conquistadores con una mezcla de desprecio y resignación. El espacio es un no-espacio, algo así como la sublimación de aquella teoría del antropólogo Marc Augé que nos alertaba de que había lugares intercambiables, vacíos de tiempo y de contenido, y llenos de personas en tránsito.

Miguel Ángel Blanca filma Magaluf, esa cumbre del vómito turístico, con la distancia del que sabe que, fuera de temporada, será un pueblo inhóspito, y ahí permanecerán los que miran, impertérritos, y han de convivir no solo con la fiesta desmedida -ahí están los vídeos del sexo en la playa, la borrachera infinita y el ‘balconing’, esa práctica suicida que se cobra más de un muerto cada verano, y que desde la radio local se celebra, con sangrante humor negro, como un sacrificio idiota- sino también con la desolación del ‘after party’.

Blanca encuentra a cuatro personajes que, por parejas, tensan el retrato de este lugar maldito para conducirlo, de forma magistral, hacia el relato espectral. Por un lado, está la vieja isleña que ha de dejar de fumar (por hipnosis), que habla con su difunto esposo a la luz de las velas y que, con una vis cómica que es puro costumbrismo español, encuentra compañía y respeto en su realquilado, un inmigrante africano. Por otro, están los dos jóvenes que sueñan con irse pero que no pueden hacer otra cosa que quedarse, fascinados por las luces de la feria y la fuerza de la atracción de un islote atávico, que preside las aguas que bañan Magaluf como un espectro rocoso.

En la última parte de la película, el documental parece derivar en una ficción extraña, ritual, como si los indios estuvieran preparando una ceremonia secreta para destruir a sus invasores. Tal vez invocan los espíritus del pozo de aguas sucias que le da nombre etimológico al lugar. Tal vez ahí se esconde otra película, ahora de terror.

Lo mejor

Miguel Ángel Blanca trasciende la turismofobia construyendo una personalísima poética, entre el costumbrismo y la fantasmagoría.

Lo peor

Que alguien se espere un documental de denuncia, un “Equipo de investigación” cualquiera.