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En Solfa

A falta de un hervor

Ni rastro del impulso que había cuando gobernaba Gallardón en la Consejería de la Comunidad de Madrid

Interior del Real Coliseo Carlos III de El Escorial
Interior del Real Coliseo Carlos III de El EscorialArchivoArchivo

La Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid no acaba de funcionar como podría hacerlo. No es algo nuevo, ya que desde la presidencia de Ruiz Gallardón se echa mucho en falta el impulso de entonces. Un claro ejemplo lo hemos vivido el fin de semana pasado en San Lorenzo de El Escorial. Estamos celebrando -escribo estamos porque mi padre y abuelo nacieron en la villa- los doscientos cincuenta años del Real Coliseo Carlos III, el teatro cubierto más antiguo que se conserva en España. Varios espectáculos menores lo conmemoran, cuando todos recordamos los grandes actos que vivimos años ha. Fue una buena idea reponer la ópera “L’impresa d’opera” de Pietro Alessandro Gugliemi (1728-1804), compositor de la escuela napolitana y hoy prácticamente desconocido, del que curiosamente se ofreció la citada obra en la primera temporada del Carlos III, allá por 1771.

Una ópera menor de carácter cómico al estilo de las de Salieri, Cimarrosa o el mismo Mozart en su “El empresario teatral”, que refleja la pelea sentimental entre dos divas, las dificultades del empresario para sacar adelante una función y las ambiciones de un noble por volver a hacer fortuna. Una forma bonita para la celebración, como lo fue también repetir el video elaborado, con un espléndido Carlos Hipólito narrando las venturas y desventuras del coliseo. Hubo el acierto de no reponerla entera, sino con una selección, y sólo en forma de concierto. De hecho casi no cabían en el escenario la docena de instrumentistas, los siete cantantes, la clavecinista y el director. También que Andrés Navarro nos fuese narrando muy bien el argumento entre cada número musical. Pero es una pena que las cosas no se acaben de redondear.

Es inexplicable que, si la hora de inicio del concierto era a las 19:00, aún estuviese entrando público más de quince minutos después, público que llegó a llenar la sala. También es inexplicable que en el programa reflejado en la web de la Comunidad de Madrid se informase de la duración como “una hora y quince minutos sin descanso”, para luego extenderse a dos horas, lo que en los estrechos bancos de los palcos no deja de tener algo de tortura.

A estas alturas de la pandemia hay cosas que resultan inexplicables y que es hora de cambiar. ¿Por qué seguimos con los QR para los programas de mano? Conste que en esta ocasión ni eso y menos mal que gracias al narrador nos pudimos enterar del argumento, que no de los intérpretes. Por cierto la Camerata Antonio Soler y unos cantantes muy apañados entre los que sobresalieron ellos y, en especial, el tenor Cesar Arrieta y el barítono Enrique Sánchez-Ramos. Añado, es ya un sinsentido que sigamos con los QR en las cartas de los restaurantes. Para ellas y para los programas de mano, que en algunos espectáculos han vuelto a ser completos, qué menos que una simple hoja de papel de un solo uso.

¡Tantas salas a tope, tantos campos de futbol abarrotados y esa ridiculez de ausencia de un simple folio! Pero, es más, no hay derecho a la forma en como se está desplazando, con tanto QR y apps “obligatorias” en los móviles, a la gente mayor, que así se siente aún más mayor. La pandemia nos ha traído muchas cosas negativas como la anterior a la que podemos añadir el adocenamiento multitudinario o el lavado de cerebro y es hora de que todos volvamos a aplicar el sentido común y nos rebelemos contra los absurdos.