Globos de Oro 2022: el mensaje es el masaje
Se podrá criticar la falta de diversidad entre los miembros de la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood, pero no en sus películas y series premiadas
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Dejando de lado los más nefastos que fastos efectos de una gala virtual, que no se sabe bien si por pandémica fuerza mayor o aguas menores, prescinde ya no sólo de alfombras rojas y pase de modelos, sino de la presencia física misma de premiados e invitados, los Globos de Oro siguen siendo un termómetro para tomar la temperatura al cine y la televisión estadounidenses, previo a los Oscar y los Emmy. En este sentido, el mensaje (y el Hollywood actual de otra cosa quizá no, pero de mensajes sabe mucho) es claro: se podrá criticar la falta de diversidad entre los miembros de la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood, pero no en sus películas y series premiadas, donde, de hecho, la premisa de diversidad e inclusión es lo único monotemático y hasta monótono.
No cabe dudar de los méritos de la gran triunfadora, “El poder del perro” de Jane Campion, aunque sí dudamos bastante de su clasificación como wéstern en sentido estricto, tratándose más de un poswéstern, que diría y con razón el experto Philip French. Sí cabe preguntarse si se premia más su buen hacer cinematográfico o su “denuncia” de la toxicidad masculina, constante en la obra de su directora, quien, por fortuna, sabe siempre expresarla sin caer en excesos. Más dudamos, sin embargo, de que “West Side Story”, ese ejercicio de estilo típicamente engreído de Spielberg, merezca el premio a “Mejor película cómica o musical” (estúpida categoría donde las haya que equipara un género formal -el musical- con otro dramático -la comedia-, haciendo caso omiso del absurdo), estando presentes títulos como “Licorice Pizza” e incluso “No mires arriba”, que al menos presentan historias originales, cuyas realidades no dependen de una cinefilia mal entendida, que poco o nada aporta al desarrollo del propio cine. Aquí, sí tiene uno la impresión de que se premia el talante inclusivo del filme, así como que quizá se intuye el previsible trastazo que se dará en los Oscar, como ya se ha dado en taquilla, funcionando su Globo a manera de premio de consolación, como en otras ocasiones.
Gótico americano para señoras modernas
Sea como fuere, está claro que tanto el buen hacer de Jane Campion con su gótico americano para señoras modernas, como la nostalgia políticamente corregida de Spielberg comparten virtudes ideológicas, en alguna medida. En el capítulo de series, se repite la misma dicotomía. Por un lado, “Succession”, serie dramática de indudable calidad y méritos, sin por ello dejar de ser un (des)honesto culebrón con hipócrita mirada crítica a los ricos y poderosos, como Dios (sobre todo el dios Hollywood) manda, que se beneficia de un fantástico reparto (justamente premiado Jeremy Strong), tanto como de nuestra fascinación por aquellos a quienes envidiamos. Por otro, una serie “de comedia o musical”, “Hacks”, que palidece frente a la gracia de “Solo asesinatos en el edificio”, el descaro de “The Great” o la frescura de “Reservation Dogs”. ¿La clave de su triunfo? Probablemente el doble protagonismo femenino de Jean Smart y Hannah Einbinder como artistas de stand-up (lo que aquí llamamos “monologuistas”) de Las Vegas.
Los Globos de Oro parecen castigar aquellas películas o series que, pese a su calidad, no se adaptan ni conforman todavía “del todo” a las nuevas reglas del juego. Salvo alguna nominación o premio de consolación, ni “Dune”, ni “La casa Gucci”, ni series como “Lupin”, “El juego del calamar”, “The Good Fight”, “Bruja Escarlata y Visión” o incluso “Mare of Easttown” (desbancada por “The Underground Railroad”) han merecido ganar. En ellas hay todavía demasiada, no sé, ¿fantasía? ¿violencia? ¿humor? ¿estética? ¿entretenimiento sin mensaje? ¿hombres? Quizá un poco de todo.
Casi todas las películas o series nominadas nos dan un panorama de inclusividad, paridad y diversidad; así como de familias disfuncionales, enfermedades terminales, minorías explotadas e historias inspiradoras, cuyos mensajes morales y buenas intenciones están generalmente muy por encima de sus valores cinematográficos y artísticos. Y eso, si el termómetro de los Globos de Oro sigue funcionando, sugiere que nos queda por delante mucho año de mensaje como masaje para tranquilizar nuestras conciencias y, por qué no, las de los críticos invitados a los lujosos junkets generosamente convocados por productoras, distribuidoras y plataformas digitales.