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Darío Villanueva gana el Premio Umbral: “La apropiación cultural es un pensamiento cavernícola”

Recibe el galardón por “Morderse la lengua” (Espasa), obra en la que reflexiona sobre la corrección política y la posverdad como “manifestaciones contemporáneas de la racionalidad y la estupidez”
albertoroldan.com

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El académico Darío Villanueva ha ganado el Premio Francisco Umbral al Libro del Año en su XI edición por su obra “Morderse la lengua”, de la editorial Espasa. Un libro en el que, según reza su subtítulo, el autor reflexiona sobre la corrección política y la posverdad. En nuestra globalizada “sociedad de la información”, Villanueva hace hincapié en la instalada desinformación, de la mano de dos fenómenos de nuestro tiempo: la corrección política y la posverdad. Dos manifestaciones contemporáneas de, se lee en la descripción de la obra, “la racionalidad y la estupidez”.
El premio, dotado con 12.000 euros, es otorgado por la Fundación Francisco Umbral para fomentar la lectura y la cultura y reconoce libros escritos en castellano y editados entre el 1 de enero y el 31 de diciembre de 2021. De esta manera, Villanueva se une a una lista de premiados en la que figuran “Patria”, de Fernando Aramburu (2016); “Transición”, de Santos Juliá (2017); “Sur”, de Antonio Soler (2018); “Tiempos recios”, de Mario Vargas Llosa (2019) y “Las maravillas”, de Elena Medel (2020).

Entre la mentira y la censura posmoderna

En una conversación telefónica con LA RAZÓN, pocos minutos después de hacerse pública la noticia, Villanueva confiesa que recibir este galardón “ha sido la última satisfacción que me ha dado un libro que se publicó en marzo de 2021. Yo, que no soy escritor de creación, sino un profesor universitario y académico, no estaba acostumbrado a que una obra mía tuviera esta repercusión”. Si bien el que fue director de la Real Academia Española (RAE) entre 2014 y 2018 ha publicado bastantes libros de crítica literaria o literatura comparada, “nunca había estrenado el terreno del ensayo”.
De esta manera, para Villanueva el mérito de “Moderse la lengua” reside “en estar en el lugar oportuno en el momento oportuno. Es un libro que trata dos asuntos, la corrección política, que en mi opinión es la censura posmoderna, y la posverdad, que es la mentira posmoderna”. Dos aspectos, subraya a este diario, “que se percibe socialmente a nivel global. Desde que se publicó el libro, que ya va por su séptima edición, esta situación no ha decrecido, sino que continuamente nos llegan nuevos avisos y mensajes de que la cosa sigue muy viva”.
Al ser una obra de plena actualidad y que reflexiona sobre el mayor rasgo de nuestra sociedad actual, “Morderse la lengua” podría seguir sumando capítulos, pero “no quiero que el libro crezca más, porque no es corto, tiene 380 páginas”. No obstante, Villanueva sí que continúa observando y tomando notas: “Hay dos asuntos en los que me estoy fijando mucho”, explica, “por un lado, como manifestación dentro de la posverdad, en las teorías conspiratorias, que están funcionando a raíz de la pandemia. Son mentiras bien organizadas en forma de un relato, y en el libro lo cito de pasada, pero no lo desarrollo”.
Por otro lado, al académico le inquieta “la apropiación cultural, una forma de corrección política que ha tenido manifestaciones increíbles”. Fue el caso, por ejemplo, de una situación relacionada con Amanda Borman, la joven poeta que Joe Biden quiso que recitara el día de su toma de posesión en Washington. “Surgió en Holanda un movimiento de oposición, de corrección política clara, sobre el supuesto de que la traductora de uno de sus libros de poesías, una profesional muy competente y activa en reivindicaciones feministas y grupos LGTBI, por el hecho de que una mujer blanca holandesa no podía traducir a una poeta norteamericana negra”. Se trata, continúa Villanueva, “de una ruptura de la universalidad de la condición humana, pues solo podemos vivir en la burbuja en la que hemos nacido, porque cualquier cosa que hagamos hacia otra cultura se va a tomar como una apropiación”. “Es contradictorio, un pensamiento profundamente reaccionario y una cosa totalmente cavernícola”, añade.
Por tanto, extrae de su obra como aspecto más útil en la actualidad más inmediata “la frase hecha que le da título. Es muy expresiva, existe en muchos idiomas y reivindica la libertad de pensar y de hablar, lo cual no significa ofender ni ser una persona irrespetuosa, que es lo que se quiere presentar a veces como la buena causa que defiende la corrección política”, explica el autor.
Durante su época de director de la RAE, recuerda que “yo recibía todos los días solicitudes, a veces muy airadas, de que se quitaran palabras que están en el diccionario, no las que han creado los académicos, sino las que ha creado el pueblo hablante, que es el dueño del idioma”. Villanueva defiende que el diccionario lo que hace es recogerlas, porque existen, “pero no hace propaganda de ellas. Luego cada uno en su forma de hablar, como en su forma de vestir, se manifiesta como es. Por tanto, una persona educada, civilizada, que no sea machista ni racista, hablará de un modo determinado. Y otra cosa es la imposición de la censura”.

“La RAE nunca se ha mordido la lengua”

Si bien, a nivel de corporación, asegura que “la Academia nunca aceptó morderse la lengua en ese terreno”, a título personal sí lo ha hecho en alguna ocasión “por razones de pudor, prudencia, por respeto, como una manera libre de considerar que en una circunstancia es mejor no decir algo o decirlo de una forma determinada. Eso en el libro lo remito a Aristóteles, quien decía que las palabras sirven para lo justo y lo injusto, para lo conveniente y lo que no lo es. Luego es el individuo el que opta entre una cosa y otra”.
Este año, Darío Villanueva cumple 50 años como profesor, y se vuelve a expresar con LA RAZÓN su firme confianza y apoyo en la educación. “Es el instrumento fundamental para articular y construir la sociedad, y en estos aspectos tiene mucho que decir”. No obstante, también cree que la responsabilidad para evitar la problemática de la mentira y la censura reside “en los medios de comunicación, pues tienen una fuerza enorme para marcar pautas, para hacer indicaciones implícitas y explícitas. Es importante que los profesionales de la comunicación adopten una postura firme, y ya está ocurriendo”.
Un cambio de rumbo desde la información pura y contrastada, que debe batallar a diario y de manera incansable con el cajón desastre que protagonizan las redes sociales. “En el libro lo digo varias veces: hay una contraposición muy clara entre ellas como instrumentos de información y, muchas veces, de desinformación, y con los medios tradicionales, que son Prensa, radio y televisión”. “En las redes sociales -continúa- o hay responsabilidad, ni control deontológico, ni ética. Pero en los medios de comunicación sí. Luego que orienten su información en una línea u otra, pues eso forma parte del pluralismo de la sociedad. Pero en las redes sociales no hay responsabilidad, desafortunadamente sucede al contrario”.