Sergei Loztnitsa: “Ucrania es la fístula de una Europa enferma”
El cineasta ucraniano, crítico con la aquiescencia de Occidente, es objeto de una retrospectiva de Filmoteca Española, en la que se aborda una visión única sobre la idiosincrasia de su país
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Habla con precisión y midiendo su entusiasmo, sin abandonar la pose intelectual en ningún momento pero dejándose llevar a veces por lo cómico de situaciones en las que otros solo hallarían oscuridad y lamento. Sergei Loznitsa (URSS, 1964) es matemático, en su expresión y de formación, ya que a la exploración de esa ciencia se dedicó hasta que, a los 27 años, entró en la Universidad Guerásimov de Moscú para aprender cine. «Había que estudiar, para poder sobrevivir a la apatía. Luego me inventé un oficio», bromea el director en entrevista con LA RAZÓN y en el seno del madrileño Cine Doré, sede ahora de Filmoteca Española y, durante unos meses, hogar también de su extensa filmografía, objeto de una retrospectiva que nos llevará hasta bien entrado marzo.
Aunque naciera en lo que ahora es Bielorrusia, la «movilidad» soviética llevó a su familia a Kiev (Ucrania) cuando él apenas era un niño. Allí se crio como hijo de la posguerra, en la tierra de Leonid Brézhnev, trabajando en las primeras inteligencias artificiales del mundo y, entre otras tantas curiosidades que marcan su vida, como traductor de películas japonesas. Así desarrolló su pasión por el cine de archivo, lo documental y lo idiosincrático que cabe en el séptimo arte. Otra vez, lo de inventarse oficios. «Es increíble, pero estoy terminando una película que será la cuarta en dos años. Tengo más trabajo que nunca porque la pandemia me ha permitido encerrarme sin consecuencias sociales. Si ocurriera otra pandemia, yo ya he dicho que tengo planes», dice sarcástico.
El cine de lo áspero
Loznitsa, que se permite para sí todas las bromas que no tienen sitio en su cine, áspero y reflexivo en lo documental y directamente negro en la ficción, visita España unos meses después de pasar con éxito por Cannes con «Babi Yar. Context». En el documental, que Filmoteca Española ofrecerá por primera vez en nuestro país, el director recupera los archivos de una de las matanzas menos conocidas del régimen nazi, en la zona geográfica del título (a las afueras de la capital ucraniana) y que acabó con la vida de hasta 30.000 personas por la mera condición de ser judías.
El realizador, comprometido, y consciente del interés que despiertan sus palabras en plena escalada de tensiones entre su Ucrania y la Rusia que le acogió, sienta cátedra: «La Historia se ha escrito en base a contradicciones, y eso se ha transformado luego en convivencia. Europa se escribió en su lucha contra Cartago, ¿y qué tenemos allí ahora? Playas y turismo. Dicen que soy pesimista, pero el tiempo siempre apaciguó a la gente. La diferencia que me preocupa es que ahora tenemos armas de destrucción masiva que espero no lleguen a ser usadas», confiesa cauto. Y sigue, sobre una labor documental que, en los últimos diez años y gracias a películas extraordinarias como «Donbass» (2016) o «Maidan» (2014) han llevado a muchos a acercarse a la realidad ex soviética a través de su cine: «Solo pretendo dar testimonio de lo que está pasando. En ese sentido, el trabajo que he realizado es parecido al de los historiadores. Es muy importante certificar los hechos, y dar testimonio visual de lo que está pasando, por horroroso que sea. Al ser director de cine, utilizas métodos artísticos, y eso te permite introducir al espectador, ver lo que sucede alrededor, fijar la memoria y llevarles a reflexionar. En el caso de mis películas, creo que la tesis siempre es la misma. Ucrania es la fístula de una Europa enferma. La crisis, escalada de tensión o guerra, como se quiera llamar, es la herida visible de un cáncer de posverdad y manipulación que todos los bandos han venido alimentando desde el fin de la Unión Soviética», explica convencido.
Historia y archivo
Pese a su condición de icono de la cinefilia moderna, y lejos de la impostura que se le podría presuponer a un cine tan accesible como sesudo e inteligente, Loznitsa incide sobre la importancia de la filmación como registro histórico: «Las noticias de hoy son el archivo de mañana. No poder filmar, no poder grabar en zonas complicadas como Ucrania o Afganistán es igual de doloroso que la quema de un gran archivo histórico o de una biblioteca. Y la gente no parece ser consciente de ello. Acudiendo al archivo es como hemos entendido de dónde vienen las pretensiones rusas en Ucrania. Y también cómo la crisis tiene muchos culpables y financiadores repartidos por el resto de Europa», opina vehemente, antes de despedirse con un comentario sarcástico acerca de la relación entre las matemáticas y el cine: «Hay quien me ha financiado alguna película solo por saber sumar y hacer bien las cuentas».