¿Cuál es el origen de la expresión “tu media naranja”?
A pesar de que utilizamos este tipo de frases hechas regularmente, la mayoría de nosotros desconocemos el origen de estos dichos populares
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Si nos preguntáramos qué significa estar enamorado, seguramente podríamos encontrar tantas respuestas como personas en el planeta. Pero seguro que muchas de esas respuestas estarían de acuerdo en algunas cuestiones comunes, como que estar enamorado es encontrar a una persona que nos entienda, que nos cuide, que nos quiera, que nos respete y nos haga felices. Aun cuando nuestro significado del amor se base en la diferencia o la semejanza, es decir, esa persona que tiene o es todo lo que yo no soy, o por el contrario, esa persona que es igual a mí, en personalidad, pensamientos, gustos, aficiones... Independientemente de nuestro concepto, para todos, o casi todos, enamorarse es encontrar a esa persona que nos complementa. O, como se dice coloquialmente, nuestra “media naranja”. Esta expresión también se conoce como “amor platónico” y su origen es bastante antiguo.
El mito
La expresión tiene su origen en la Antigua Grecia, como la mayoría de las cosas de nuestra cultura. Según los escritos descubiertos, la expresión aparece por primera vez en una obra de Platón, llamada “El Banquete”, escrita alrededor del 380-350 a.C y que trata sobre la búsqueda del amor. En el texto, Aristófanes cuenta cómo los humanos somos tan perfectos que tenemos forma esférica, como las naranjas. También se suponía que teníamos dos caras en lados opuestos de la cabeza, cuatro piernas y cuatro brazos, así que nos movíamos de un lugar a otro rodando.
Aristófanes explica en la obra que :“Los cuerpos eran robustos y vigorosos y de corazón, y por eso concibieron la atrevida idea de subir al cielo y luchar con los dioses”. Tal osadía provocó la ira de Zeus, quien decidió someter al ser humano y reducir sus fuerzas, dividiendo a estos seres en dos mediante un rayo. De esta manera, y como castigo por nuestra soberbia, nos hizo seres incompletos, y cada mitad comenzó a esforzarse por encontrar la otra mitad de la que había sido dividida, “y cuando estuvieron los dos, se abrazaron y unieron, impulsados por el deseo de entrar en su antigua unidad, con tal ardor que, abrazados, perecían de hambre y de inacción, sin querer hacer nada el uno sin el otro”, continúa el relato.
Tras esto, Zeus se dio cuenta de que se había extralimitado con el castigo y finalmente decidió redimir su acción. Para solucionarlo, le pidió al dios mensajero Hermes que girara la cara de cada mitad para poder mirar hacia sus genitales y, de esta manera, sería más fácil encontrar su otra mitad.
Ese mito es el que da sentido a la difundida expresión de la “media naranja”, pero su vigencia está más relacionada con la expresión en sí que con el contenido al que se refiere. Aunque todavía esperamos encontrar a nuestra “media naranja”, no compartimos esa idea del mito asociada a los tristes seres errantes en busca de su otra mitad. Ni siquiera esa visión de ese encuentro en términos de dependencia, nostalgia, dolor y sufrimiento. Y menos aún, la creencia de sentirnos incompletos como individuos por el hecho de no encontrar de quién enamorarnos, todo lo contrario. Ese mito puede servir hoy en día para reforzar una característica del propio ser humano, que es, ni más ni menos, que nuestra necesidad de encontrar a esa persona que también nos busca y con quien compartir momentos o toda una existencia. Busquemos entonces, o dejémonos encontrar por esa persona que nos acompañará en este viaje llamado vida. Con quien desafiar el mito mismo de la unión como forma de escape del martirio o calvario de la soledad, con la creencia en el enlace como crecimiento y felicidad entre dos personas.